Enlaces a recursos sobre el AÑO LITÚRGICO en educarconjesus

Lección de la Escritura Lc 1,1-4; 4,14-21 (TOC3-19)

“Andad, comed buenas tajadas y bebed vino dulce”. Esas palabras no  son el pregón de una fiesta egoísta, sino abierta a los demás y a Dios. A continuación, el pregonero invita a su pueblo a compartir su comida con los más pobres.: “Enviad porciones a quien no tiene, pues es un día consagrado a nuestro Dios”.
Ese es el mensaje que se pone en boca de Nehemías, el gobernador, de Esdras, el sacerdote y letrado y de los levitas que sirven al Señor. El pueblo de Israel ha regresado ya del exilio padecido en Babilonia y celebra con júbilo la fiesta de los Tabernáculos. Con esa ceremonia se puede decir que nace el Judaísmo (Neh 8,2-10).
Proclamado en la liturgia cristiana de hoy, este relato subraya la importancia de proclamar y escuchar en la asamblea la palabra de Dios.  En ella encuentra la comunidad la luz del Señor y la fuerza para recorrer el camino de la vida. Con razón añade el texto: “No estéis tristes, pues el gozo en el Señor es vuestra fortaleza”.
El salmo responsorial canta que “la ley del Señor es perfecta y es descanso del alma” (Sal 18,8). Las palabras del Señor son espíritu y vida para todos los miembros de esta Iglesia. Para este nuevo pueblo, organizado por Dios como un cuerpo, en el que todos los miembros se complementan unos a otros (1 Cor 12,12-30).

UNGIDO Y ENVIADO
También el evangelio nos introduce en una escena semejante, aunque mucho más humilde. Jesús ha empezado a enseñar en las sinagogas de la comarca de Galilea, acompañado por la buena acogida y la alabanza de las gentes.
Un día regresa a Nazaret, la aldea donde se había criado. Como era su costumbre, también allí  acudió el sábado a la sinagoga y se puso en pie para hacer la lectura. El texto del evangelio de Lucas reconstruye minuciosamente la escena (Lc 4,16-21). Jesús lee un pasaje contenido en el libro de Isaías en el que se contienen tres puntos de una misma profecía:
• El Espíritu de Dios reposa sobre el Mesías y lo unge para la misión. No se olvide que “Mesías” y “Cristo” se pueden traducir precisamente por el “Ungido”.
• La unción del Espíritu lo prepara para una triple misión: liberar a los cautivos,  sanar a los enfermos y anunciar una buena noticia a los pobres.
• El Mesías es enviado a proclamar ante su pueblo la celebración del jubileo, es decir, el año de gracia del Señor y de condonación de las deudas.

PALABRA Y VIDA
Para asombro de todos sus oyentes, Jesús se limitó a decir: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. El evangelio anotará a continuación las reacciones de la asamblea a esta declaración de aquel al que pensaban conocer muy bien. Pero, por ahora, la liturgia de este día nos invita a detenernos ahí.
• “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. Estas palabras contienen una revelación. Efectivamente, en Jesús se cumplían las antiguas profecías. Él era y es el Mesías enviado por Dios. Su misión es liberadora y sanadora.
• “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. Estas palabras se cumplen también en la realidad presente de la Iglesia. Enviada por Dios, ha de hacerse cargo de los marginados anunciar a los pobres el mensaje de su dignidad y propiciar la reconciliación universal.
• “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. Estas palabras nos recuerdan que la Escritura Santa no es una reliquia del pasado. Es una voz que nos invita a la escucha. Es un mensaje que resuena vivo y activo para cada uno de nosotros.

Infancia Misionera 2019


La jornada de la Infancia Misionera de este año ha preparado como siempre  diversos materiales diferenciados que permiten trabajar sus objetivos en la clase de Religión Católica como en catequesis u otros ámbitos. Aquí os dejo el enlace para que lo comprobéis vosotros mismos: MATERIALES INFANCIA MISIONERA 2019.

Además incluimos a continuación dos recursos muy populares para trabajar y situar el mensaje de este año:


Mensaje para ti y para otros Lc 1,1-4; 4,14-21 (TOC3-19)

JMJ Panamá 2019 - Logo y significado


Conversión de S. Pablo (25 de enero)





Mensaje Jornada Mundial de la Comunicaciones (Papa Francisco)

Desde que internet ha estado disponible, la Iglesia siempre ha intentado promover su uso al servicio del encuentro entre las personas y de la solidaridad entre todos. Con este Mensaje, quisiera invitarles una vez más a reflexionar sobre el fundamento y la importancia de nuestro estar-en-relación; y a redescubrir, en la vastedad de los desafíos del contexto comunicativo actual, el deseo del hombre que no quiere permanecer en su propia soledad.

Las metáforas de la “red” y de la “comunidad”

El ambiente mediático es hoy tan omnipresente que resulta muy difícil distinguirlo de la esfera de la vida cotidiana. La red es un recurso de nuestro tiempo. Constituye una fuente de conocimientos y de relaciones hasta hace poco inimaginable. Sin embargo, a causa de las profundas transformaciones que la tecnología ha impreso en las lógicas de producción, circulación y disfrute de los contenidos, numerosos expertos han subrayado los riesgos que amenazan la búsqueda y la posibilidad de compartir una información auténtica a escala global. Internet representa una posibilidad extraordinaria de acceso al saber; pero también es cierto que se ha manifestado como uno de los lugares más expuestos a la desinformación y a la distorsión consciente y planificada de los hechos y de las relaciones interpersonales, que a menudo asumen la forma del descrédito.

Hay que reconocer que, por un lado, las redes sociales sirven para que estemos más en contacto, nos encontremos y ayudemos los unos a los otros; pero por otro, se prestan también a un uso manipulador de los datos personales con la finalidad de obtener ventajas políticas y económicas, sin el respeto debido a la persona y a sus derechos. Entre los más jóvenes, las estadísticas revelan que uno de cada cuatro chicos se ha visto envuelto en episodios de acoso cibernético.

Ante la complejidad de este escenario, puede ser útil volver a reflexionar sobre la metáfora de la red que fue propuesta al principio como fundamento de internet, para redescubrir sus potencialidades positivas. La figura de la red nos invita a reflexionar sobre la multiplicidad de recorridos y nudos que aseguran su resistencia sin que haya un centro, una estructura de tipo jerárquico, una organización de tipo vertical. La red funciona gracias a la coparticipación de todos los elementos.

La metáfora de la red, trasladada a la dimensión antropológica, nos recuerda otra figura llena de significados: la comunidad. Cuanto más cohesionada y solidaria es una comunidad, cuanto más está animada por sentimientos de confianza y persigue objetivos compartidos, mayor es su fuerza. La comunidad como red solidaria precisa de la escucha recíproca y del diálogo basado en el uso responsable del lenguaje.

Es evidente que, en el escenario actual, la social network community no es automáticamente sinónimo de comunidad. En el mejor de los casos, las comunidades de las redes sociales consiguen dar prueba de cohesión y solidaridad; pero a menudo se quedan solamente en agregaciones de individuos que se agrupan en torno a intereses o temas caracterizados por vínculos débiles. Además, la identidad en las redes sociales se basa demasiadas veces en la contraposición frente al otro, frente al que no pertenece al grupo: este se define a partir de lo que divide en lugar de lo que une, dejando espacio a la sospecha y a la explosión de todo tipo de prejuicios (étnicos, sexuales, religiosos y otros). Esta tendencia alimenta grupos que excluyen la heterogeneidad, que favorecen, también en el ambiente digital, un individualismo desenfrenado, terminando a veces por fomentar espirales de odio. Lo que debería ser una ventana abierta al mundo se convierte así en un escaparate en el que exhibir el propio narcisismo.

La red constituye una ocasión para favorecer el encuentro con los demás, pero puede también potenciar nuestro autoaislamiento, como una telaraña que atrapa. Los jóvenes son los más expuestos a la ilusión de pensar que las redes sociales satisfacen completamente en el plano relacional; se llega así al peligroso fenómeno de los jóvenes que se convierten en “ermitaños sociales”, con el consiguiente riesgo de apartarse completamente de la sociedad. Esta dramática dinámica pone de manifiesto un grave desgarro en el tejido relacional de la sociedad, una laceración que no podemos ignorar.

Esta realidad multiforme e insidiosa plantea diversas cuestiones de carácter ético, social, jurídico, político y económico; e interpela también a la Iglesia. Mientras los gobiernos buscan vías de reglamentación legal para salvar la visión original de una red libre, abierta y segura, todos tenemos la posibilidad y la responsabilidad de favorecer su uso positivo.
Está claro que no basta con multiplicar las conexiones para que aumente la comprensión recíproca. ¿Cómo reencontrar la verdadera identidad comunitaria siendo conscientes de la responsabilidad que tenemos unos con otros también en la red?

“Somos miembros unos de otros”

Se puede esbozar una posible respuesta a partir de una tercera metáfora, la del cuerpo y los miembros, que san Pablo usa para hablar de la relación de reciprocidad entre las personas, fundada en un organismo que las une. «Por lo tanto, dejaos de mentiras, y hable cada uno con verdad a su prójimo, que somos miembros unos de otros» (Ef 4,25). El ser miembros unos de otros es la motivación profunda con la que el Apóstol exhorta a abandonar la mentira y a decir la verdad: la obligación de custodiar la verdad nace de la exigencia de no desmentir la recíproca relación de comunión. De hecho, la verdad se revela en la comunión. En cambio, la mentira es el rechazo egoísta del reconocimiento de la propia pertenencia al cuerpo; es el no querer donarse a los demás, perdiendo así la única vía para encontrarse a uno mismo.

La metáfora del cuerpo y los miembros nos lleva a reflexionar sobre nuestra identidad, que está fundada en la comunión y la alteridad. Como cristianos, todos nos reconocemos miembros del único cuerpo del que Cristo es la cabeza. Esto nos ayuda a ver a las personas no como competidores potenciales, sino a considerar incluso a los enemigos como personas. Ya no hay necesidad del adversario para autodefinirse, porque la mirada de inclusión que aprendemos de Cristo nos hace descubrir la alteridad de un modo nuevo, como parte integrante y condición de la relación y de la proximidad.

Esta capacidad de comprensión y de comunicación entre las personas humanas tiene su fundamento en la comunión de amor entre las Personas divinas. Dios no es soledad, sino comunión; es amor, y, por ello, comunicación, porque el amor siempre comunica, es más, se comunica a sí mismo para encontrar al otro. Para comunicar con nosotros y para comunicarse a nosotros, Dios se adapta a nuestro lenguaje, estableciendo en la historia un verdadero diálogo con la humanidad (cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Dei Verbum, 2).

En virtud de nuestro ser creados a imagen y semejanza de Dios, que es comunión y comunicación-de-sí, llevamos siempre en el corazón la nostalgia de vivir en comunión, de pertenecer a una comunidad. «Nada es tan específico de nuestra naturaleza –afirma san Basilio– como el entrar en relación unos con otros, el tener necesidad unos de otros».

El contexto actual nos llama a todos a invertir en las relaciones, a afirmar también en la red y mediante la red el carácter interpersonal de nuestra humanidad. Los cristianos estamos llamados con mayor razón, a manifestar esa comunión que define nuestra identidad de creyentes. Efectivamente, la fe misma es una relación, un encuentro; y mediante el impulso del amor de Dios podemos comunicar, acoger, comprender y corresponder al don del otro.

La comunión a imagen de la Trinidad es lo que distingue precisamente la persona del individuo. De la fe en un Dios que es Trinidad se sigue que para ser yo mismo necesito al otro. Soy verdaderamente humano, verdaderamente personal, solamente si me relaciono con los demás. El término persona, de hecho, denota al ser humano como ‘rostro’ dirigido hacia el otro, que interactúa con los demás. Nuestra vida crece en humanidad al pasar del carácter individual al personal. El auténtico camino de humanización va desde el individuo que percibe al otro como rival, hasta la persona que lo reconoce como compañero de viaje.

Del “like” al “amén”

La imagen del cuerpo y de los miembros nos recuerda que el uso de las redes sociales es complementario al encuentro en carne y hueso, que se da a través del cuerpo, el corazón, los ojos, la mirada, la respiración del otro. Si se usa la red como prolongación o como espera de ese encuentro, entonces no se traiciona a sí misma y sigue siendo un recurso para la comunión. Si una familia usa la red para estar más conectada y luego se encuentra en la mesa y se mira a los ojos, entonces es un recurso. Si una comunidad eclesial coordina sus actividades a través de la red, para luego celebrar la Eucaristía juntos, entonces es un recurso. Si la red me proporciona la ocasión para acercarme a historias y experiencias de belleza o de sufrimiento físicamente lejanas de mí, para rezar juntos y buscar juntos el bien en el redescubrimiento de lo que nos une, entonces es un recurso.

Podemos pasar así del diagnóstico al tratamiento: abriendo el camino al diálogo, al encuentro, a la sonrisa, a la caricia... Esta es la red que queremos. Una red hecha no para atrapar, sino para liberar, para custodiar una comunión de personas libres. La Iglesia misma es una red tejida por la comunión eucarística, en la que la unión no se funda sobre los “like” sino sobre la verdad, sobre el “amén” con el que cada uno se adhiere al Cuerpo de Cristo acogiendo a los demás.
24-01-2019

Formación citas bíblicas (elrincondelasmelli)


El signo de las bodas Jn 2,1-11 (TOC2-19)

“Como un joven se casa con su novia, así se desposa el que te construyó; la alegría que encuentra el marido con su esposa, la encontrará tu Dios contigo” (Is 62,5).  Estos versos se encuentran en la última parte del libro de Isaías. Ya ha terminado el exilio del pueblo hebreo en Babilonia. Y un anónimo profeta entona este canto a la Jerusalén reconstruida.
Es cierto que en los versos anteriores, el profeta proclama que el esplendor de esa ciudad a la que ama se deberá exclusivamente a la iniciativa de Dios. El Señor pondrá en ella su deleite. La alianza de Dios con su pueblo se entiende como una entrega esponsal. La imagen del amor matrimonial refleja  las relaciones de Dios con la Ciudad Santa. 
Ante la maravilla de ese amor divino, el salmo nos invita a proclamar que “el Señor es rey y gobierna a los pueblos rectamente” (Sal 95,10).
En la segunda lectura se escucha el discurso de san Pablo sobre la abundancia y la diversidad de los carismas con los que Dios enriquece a su pueblo (1 Cor 12,4-11).

LA GLORIA Y LA FE
La imagen del amor que se expresa en el matrimonio reaparece en el Nuevo Testamento para reflejar las relaciones de Jesucristo con la nueva comunidad. De hecho, en este segundo domingo del tiempo ordinario, el evangelio de Juan evoca la presencia de Jesús en una boda celebrada en Caná de Galilea (Jn 2,1-11).  
• Esta fiesta tiene lugar “a los tres días” a contar desde el encuentro de Jesús con Natanael. Esa alusión al tercer día, recuerda la manifestación de Dios en el monte Sinaí (Éx 19,16) y preanuncia la manifestación de Dios en la resurrección de Cristo. Entre una y otra se sitúa esta “hora”, en la que se manifiesta la gloria de Jesús ante sus discípulos.
• En la boda de Caná Jesús convierte el agua en vino. Pero no lo hace mediante un golpe de magia. Allí están las tinajas del agua necesaria para las purificaciones de los judíos. Y allí están los sirvientes para llenarlas de agua.  El vino de la nueva alianza presupone el agua de la fe de Israel y la ayuda silenciosa de los servidores.
• Caná evoca de alguna manera el monte Sinaí. En la alta montaña, Dios había manifestado su gloria ante un pueblo que con frecuencia desconfiaría de él. Con este primer “signo”, Jesús manifiesta su gloria ante sus discípulos, que comienzan a creer en él.  

EL SERVICIO Y LA FE
Al meditar este relato de las bodas de Caná no se puede olvidar la presencia de María. Junto a ella descubrieron a Jesús los pastores y los magos llegados del oriente. Las dos frases que le atribuye el evangelio de Juan nos dicen que por ella también nosotros podemos descubrir la presencia y la gloria de Jesús.
• “No les queda vino”. María presta atención a las necesidades de sus amigos y conocidos. En ella se ha visto reflejada la comunidad de su Hijo. También la Iglesia ha de estar atenta a las dificultades de una humanidad, que parece haber perdido las razones para vivir y las razones para esperar, a las que aludía el Concilio (GS 31).
• “Haced lo que él diga”. María sabe que la salvación es un don gratuito de Dios. Pero sabe también que la humanidad ha de estar preparada para acoger esa salvación. La fe es una gracia del Dios que se adelanta y primerea, como dice el papa Francisco. Pero todos hemos de mantener el corazón abierto para obedecer al Señor y recibir esa gracia. 

El bautista y el bautizado Lc 2,15-16.21-22 (NAVC-bautismo)

“Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios; hablad al corazón de Jerusalén, gritadle que se ha cumplido su servicio, y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido doble paga por sus pecados“ (Is 40,1-2). Así comienza la segunda parte del libro de Isaías. Se ha terminado el tiempo de la prueba, es decir, la deportación del pueblo hebreo en Babilonia. Ha llegado el tiempo del consuelo y de la redención.
En los versos siguientes se oye una voz que invita a preparar en el desierto un camino al Señor. Esas palabras, que hemos escuchado durante el Adviento, son evocadas por los evangelios cuando nos presentan la figura de Juan Bautista.
El salmo responsorial es un canto de alabanza a Dios por la maravilla de su creación (Sal 103). Toda una invitación a contemplar la belleza de este mundo.
En la segunda lectura, que nos recuerda la misa de la nochebuena, san Pablo proclama que Dios nos ha  salvado con el baño del segundo nacimiento (Tit 3,4-7).

EL MESÍAS ANUNCIADO
Estos textos preparan nuestro espíritu para la celebración de esta fiesta del Bautismo de Jesús.  En el evangelio de Lucas que hoy se proclama (Lc 3,15-16. 21-22) escuchamos la voz de Juan el Bautista. El pueblo estaba en expectación y muchos se preguntaban si no sería el Mesías esperado. Pero sus palabras revelaban su profunda humildad.
• “Yo os bautizo con agua, pero viene el que puede más que yo”. Se sabía enviado a purificar a su pueblo en la espera del gran advenimiento. Bien sabía él que su misión consistía en anunciar  la llegada de alguien que había de dar pruebas del poder de Dios. 
• “Yo no merezco desatarle la correa de sus sandalias”. Juan no osaba compararse con el Mesías que estaba a punto de aparecer entre su pueblo, Bien sabía él que ante Dios todos los merecimientos humanos son fruto de la gracia.
• “Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego”. El Mesías que Juan anunciaba purificaría a su pueblo por medio del Espíritu de Dios.  Bien sabía él que las imágenes del viento y del fuego manifestaban claramente la necesidad de purificar el corazón.

EL HIJO PREDILECTO
Juan se consideraba menos que un esclavo. El evangelio de Lucas parece haber tomado en serio esa expresión. De hecho, no lo presenta como el ministro del bautismo de Jesús: “En un bautismo general, Jesús también se bautizó”. El precursor desaparece de la escena.
El evangelio de Lucas, recuerda una y otra vez la oración de Jesús. Y ese es el ambiente en el que sitúa su bautismo: “Mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: Tú eres mi hijo, el amado, el predilecto”.
• “Tú eres mi hijo”. La fe cristiana nos lleva a recordar la verdad que ya se anunciaba en las palabras del salmo: “Tú eres mi hijo; yo te he engendrado hoy” (Sal 2,7). Como Jesús, también nosotros reconocemos e invocamos a Dios como nuestro Padre.
• “El amado”. En el libro del Génesis leemos la orden que Dios dirigió a Abraham: “Toma a tu hijo único, Isaac, al que amas…y ofrécelo en holocausto” (Gén 22,2). Como Isaac, también Jesús descubre en su bautismo un camino que lo llevaría al sacrificio.
• “El predilecto”. En el primer poema del Siervo del Señor, Dios lo llama “mi elegido en quien se complace mi alma” (Is 42,1). Jesús es el predilecto de Dios. Esa predilección de Dios sustenta la confianza de Jesús en su Padre y sostiene también  la nuestra.

La búsqueda de los Magos Mt 2,1-12 (NAV-Epifanía)

“Te inundará una multitud de camellos, de dromedarios de Madián y de Efá. Vienen todos de Saba, trayendo incienso y oro, y proclamando las alabanzas del Señor”. La Ciudad Santa sería la meta de la peregrinación de todos los pueblos. Esta profecía que se encuentra en el libro de Isaías (Is 60,6) anticipa el relato evangélico de la llegada de los Magos a Jerusalén.
 En el texto del profeta se aludía a las riquezas que las gentes traerían a la Ciudad Santa. Pero era más importante el anuncio de la luz que ella iba a irradiar sobre todos los habitantes de la tierra. Ese era el don que Dios concedía a Jerusalén y la responsabilidad que de ella se esperaba. Tendría que reflejar el resplandor de Dios.
También el salmo 71 anuncia la llegada de todos los reyes. Ya no serán solamente atraídos por el esplendor de Jerusalén. Vendrán a postrarse y a servir a un rey al que Dios confía su juicio y su justicia. Un rey que librará a los pobres y a los afligidos (Sal 71).
Según san Pablo, esas antiguas promesas se cumplen en Jesucristo. Gracias a él, también los paganos participan de ellas (Ef 3,6).

LAS ACTITUDES DE LOS MAGOS
En el relato evangélico de la llegada de los Magos que hoy se proclama (Mt 2,1-12) el protagonista principal es Jesús. Él es el rey compasivo y redentor de los pobres que anunciaban los textos antiguos. En efecto, ellos no se refería tanto a un lugar como a una persona. Jesús es el príncipe esperado.
Los Magos no solo representan a los pueblos paganos que descubren una luz que los lleva hasta el Salvador. Señalan también las actitudes de los que buscan la verdad: observar la naturaleza, ponerse en camino, aceptar el riesgo de consultar la Escritura, humillarse ante el Señor y regresar al propio ambiente con un ánimo renovado.
Es cierto que los signos de la naturaleza no son percibidos por todos de la misma forma. La aparición de la estrella suscita en los Magos el deseo de salir a buscar, reconocer y venerar  a un nuevo rey. Pero suscita también en el rey Herodes el miedo a perder su poder y la voluntad de dar la muerte a una vida que se abre ante él. 
En su escrito ante la muerte, el papa san Pablo VI pedía perdón a Dios por no haber dedicado más tiempo a contemplar la naturaleza. Evidentemente podemos detenernos a ver su belleza o a calcular los beneficios y ganancias que podremos obtener de ella. Pero es necesario aprender a leer, como los Magos, el mensaje que el Creador nos transmite en su creación. 

LAS PALABRAS DE LOS MAGOS
“¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo”. Esas son las únicas palabras que se ponen en boca de los Magos. En el contexto del relato evangélico, revelan el sentido de la búsqueda de Dios.   
• “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido?” Con frecuencia lamentamos la secularidad y aun la indiferencia de nuestra sociedad ante el misterio de la fe. Sin embargo, tal vez sean muchos los que buscan a Dios sin conocerlo. Buscan la verdad desde la duda. Buscan la belleza desde la frivolidad. Buscan la bondad desde el relativismo.
• “Hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo”. He ahí tres pasos del camino de la fe. La aparición de la estrella no depende de nosotros, pero es necesario observar los signos. No basta con mirar: hay que reflexionar sobre su significado, escrutando las Escrituras. Y finalmente hay que adorar al único que merecer adoración.