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Mantenerse en vela Lc 21,25-28.34-36 (ADVC1-21)

“En aquellos días y en aquella hora suscitaré a David un vástago legítimo, que hará justicia y derecho en el tierra”. Con este oráculo de Dios el profeta Jeremías anuncia la llegada de un descendiente del rey David (Jer 33,14-16). Con él llegarán a su pueblo la justicia y el derecho.  Este era un  anuncio que despertaba en su pueblo la esperanza.

El salmo responsorial confiesa y proclama que Dios es bueno y es recto. Es más, esos atributos de Dios son expansivos. El Señor guía  a los humildes por los caminos de la bondad y de la rectitud (Sal 24).

Por otra parte, san  Pablo exhorta a los fieles de la ciudad de Tesalónica a rebosar de amor mutuo, a pedir a Dios el don y la virtud de la fortaleza y a mantenerse ante él con  un comportamiento irreprensible (1 Tes 3,12-4,2).

LOS ASTROS Y EL MAR

En este nuevo año litúrgico que se inicia con el primer domingo de Adviento, el evangelio según san Lucas nos recuerda un discurso de Jesús que puede resultar muy inquietante a los lectores de hoy.

 De hecho, Jesús anuncia unos acontecimientos temibles. Según él, habrá signos en los astros y resonará con fuerza aterradora el bramido del mar. Al percibir esos fenómenos de la naturaleza, las gentes se verán asaltadas por el desaliento y el temor ante lo que se le viene encima al mundo (Lc 21,25-36).

En el lenguaje profético y más aún en el estilo apocalíptico era muy habitual aludir a los fenómenos cósmicos. Con ello no se trataba de ofrecer una información científica sobre los cambios de la naturaleza.

Esta era una forma literaria para subrayar el poder de Dios. Y era también un modo de señalar la debilidad de las seguridades que los hombres suelen buscar en la naturaleza o en las instituciones humana.

EL MENSAJE

 Ahora bien, en este mensaje profético de Jesús, se incluyen tres exhortaciones que son válidas siempre, pero especialmente en los tiempos de crisis.

• “Estad despiertos”. Con frecuencia somos víctimas del cansancio y de la rutina. Nos adormecemos y tratamos de acomodarnos. La fe nos exige mantenernos en vela para escuchar el paso de Dios por nuestro mundo y por nuestra historia personal. 

• “Tened cuidado”. Con frecuencia nos dejamos seducir por las opiniones  del ambiente. Llegamos a confundir el mal con el bien. La virtud de la esperanza nos invita a practicar un discernimiento cuidadoso sobre el camino que ha de llevarnos a un futuro de justicia.

• “Alzad la cabeza”. Con demasiada frecuencia nos centramos exclusivamente en nuestros proyectos e intereses. Caemos en la indiferencia frente a los demás. La virtud de la caridad nos exhorta a levantar la vista para descubrir al Señor en nuestros hermanos.

Se acerca nuestra liberación Lc 21,25-28.34-36 (ADVC1-21)

1. Todos los años comenzamos el nuevo ciclo litúrgico con el Adviento, que es presencia y es llegada. Es una presencia de siempre y constantemente renovada, porque nos preparamos para celebrar el misterio del Dios que se encarna en la grandeza de nuestra miseria humana. En el Primer Domingo de Adviento, "Ciclo C" del año litúrgico, que estará apoyado fundamentalmente en el evangelio de Lucas, se ofrece un mensaje lleno de fuerza, una llamada a la esperanza, que es lo propio del Adviento: Levantad vuestras cabezas porque se acerca vuestra liberación. Esa es la clave de la lectura evangélica del día. No son los signos apocalípticos los que deben impresionar, sino el mensaje de lo que se nos propone como oferta de parte de Dios. Los signos apocalípticos, en este mundo, siempre han ocurrido y siempre estarán ocurriendo.

2. Lucas también nos ha trasmitido el discurso apocalíptico en boca de Jesús (c. 21) a semejanza de lo que hace Mc 13. En Lucas comienza con una enseñanza que contrasta con la actitud de algunos que están mirando y contemplando la grandeza del templo (21,5ss). Los vv. 25-28 se centran en la famosa venida (parousía) del Hijo del hombre que ha de arrancar de los cristianos, ¡no pánico!, sino una actitud contraria: ¡levantar la cabeza, porque ese es el momento de la liberación!. Digamos que esta última expresión es lo propia de Lucas ante las palabras que le ha suministrado la tradición apocalíptica sobre la llegada misteriosa del Hijo del hombre. Lucas es muy conciso sobre los signos extraordinarios que acompañarán ese momento. Pero no puede sustraerse totalmente a esos signos. Y especialmente significativo es en Lucas la actitud que se ha de tener ante todo eso: vigilad (agrupneô) con la oración (v.36). Es lo propio de Lucas: la vigilancia que pide es teológica, la que mantiene abiertos los ojos del alma y de la vida. En la obra de Lucas, el talante de oración es la clave de las grandes decisiones de Jesús y de la comunidad. Y este momento que describe es clave en cada historia personal y de toda la humanidad. En definitiva, la llamada a la “vigilancia en la oración” responde muy bien a la visión cristológica del tercer evangelista: eso quiere decir que la conducta del cristiano debe inspirarse más en la esperanza que en el temor. No en vano Lucas se ha cuidado mucho de presentar a Jesús, en este caso sería el mismo Hijo del hombre, más como salvador de todos que como juez de todos.

3. A los hombres, continuamente se nos escapan muchas cosas por los "agujeros negros" de nuestro universo personal, pero la esperanza humana y cristiana no se puede escapar por ellos, porque eso se vive en la mismidad de ser humano. Lo apocalíptico, mensaje a veces deprimente, tiene la identidad de la profunda conmoción, pero no es más que la expresión de la situación desamparada del ser humano. Y sólo hay un camino para no caer en ese desamparo inhumano: vigilar, creer y esperar que del evangelio, del mensaje de Jesús, de su Dios y nuestro, nos viene la salvación, la redención, la liberación. Por eso, en la liturgia del Primer Domingo de Adviento se pide y se invoca a la libertad divina para que salga al encuentro del impulso desvalido de nuestra impotencia.

Fray Miguel de Burgos Núñez 

El juego de la oca del Adviento - Ciclo C

El juego tiene una reglas muy parecidas a la oca tradicional. Yo tengo las normas con las frases particulares de las casillas especiales impresa en el reverso del juego.


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Dominó del Adviento - Ciclo C


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Rey y mártir Jn 18,33-37 (TOB34-21) CRISTO REY

“Su poder  es un poder eterno, no cesará. Su reino no acabará”.  Así se cierra la profecía   del libro de Daniel que hoy se proclama. El hijo de hombre, que el profeta ha descubierto entre las nubes del cielo ha de mantener viva la esperanza de su pueblo  (Dan 7,13-14).

De hecho, un poco más adelante, se anuncia que “los santos del Altísimo recibirán el reino y lo poseerán para siempre por los siglos de los siglos”, hasta que el Anciano les haga justicia y los libre de sus enemigos  (Dan 7,18.22).

Hacemos  nuestro este anuncio de salvación y repetimos con el salmo responsorial: “El Señor reina, vestido de majestad” (Sal 92). Pero no solo reconocemos su realeza, sino que agradecemos que a nosotros nos haya hecho “reino y sacerdotes para Dios su Padre”, como proclama hoy el Apocalipsis (Ap 1,5-8).

 EL REINO Y EL MUNDO

En el evangelio de esta fiesta se nos recuerda el diálogo entre Pilato y Jesús (Jn 18,33-37). El procurador romano puede haber oído que, al entrar  en Jerusalén, Jesús había sido aclamado por el pueblo. Los sacerdotes lo acusaban precisamente de hacerse rey.   

• Así se comprende que le pregunte directamente: “¿Eres tú el rey de los judíos?”.  La pregunta parece llena de ironía y  desprecio hacia el acusado y sus acusadores. ¿Quién podría pensar que un hombre que parecía tan débil pudiera promover una revuelta contra Roma?

• La segunda pregunta de Pilato refleja la extrañeza que le provoca el aspecto de Jesús: “¿Qué has hecho?”. Sin duda suponía que los jefes del pueblo judío habían de tener algún otro motivo inconfesable y diferente del que presentaban ante su tribunal.   

•   Jesús responde con una frase aparentemente muy sencilla, pero que debió de resultar enigmática para el procurador: “Mi reino no es de este mundo”. En aquel tiempo, su reino no era un peligro para el Imperio. Y hoy, su reino nos invita a superar las seducciones y las tentaciones de este mundo. 

EL TRONO DE LA CRUZ

 El texto recoge una tercera pregunta de Pilato: “Entonces, ¿tú eres rey?”. También esta vez la respuesta de Jesús es enigmática: “Tú lo dices: soy rey. Yo para eso he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”.  Con esas palabras Jesús se define a sí  mismo y presenta a sus seguidores.

• Él se manifiesta como el testigo de la verdad. A lo largo de su vida se había presentado como el pastor de las ovejas y la puerta del redil. Pretendía ser el Maestro y se identificaba con la luz del mundo. Decía ser “el camino, la verdad y la vida”. En este escenario abierto a la historia se apropia el título de “ mártir”, es decir testigo de la verdad.   

•   Y, de paso, presenta a sus seguidores como los que “escuchan” su voz, al igual que las ovejas escuchan a su pastor. Quien  dice ser su discípulo y no le escucha, se pierde por el camino. Los que escuchan su voz y le siguen forman ese reino que  no puede entender Pilato: el reino de la verdad y de la vida, el reino de la justicia, del amor y de la paz.    

La verdad del reinado de Jesús Jn 18,33-37 (TOB34-21) CRISTO REY

1. El evangelio de hoy forma parte del juicio ante el prefecto romano, Poncio Pilato, que nos ofrece el evangelio de Juan. Es verdad que desde esa clave histórica, el evangelio de Juan tiene casi los mismos personajes de la tradición sinóptica, entre otras cosas, porque arraigó fuerte la pasión de su Señor en el cristianismo primitivo. La resurrección que celebraban los primeros cristianos no se podía evocar sin contar y narrar por qué murió, cuándo murió y a manos de quién murió. La condena a muerte de Jesús fue pronunciada por el único que en Judea podía hacerlo: el prefecto de Roma como representante de la autoridad imperial. En esto no cabe hoy discusión alguna. Pero los hechos van mucho más allá de los datos de la tradición y el evangelio de Juan suele hurgar en cosas que están cargadas para los cristianos de verdadera trascendencia. El juicio de Jesús ante Pilato es para Juan de un efecto mayor que el interrogatorio en casa de Anás y Caifás. En ese interrogatorio a penas se dice nada de la “doctrina” de Jesús. El maestro remite a sus discípulos, pero sus discípulos, como hace Pedro, lo niegan. Y entonces el juicio da un vuelco de muchos grados para llevar a Jesús al “pretorio”, el lugar oficial del juicio, a donde los judíos no quisieron entrar, cuando ellos los llevaron allí con toda intención.

2. El juicio ante Pilato, de Juan, es histórico y no es histórico a la vez. Es histórico en lo esencial, como ya hemos dicho. Pero la “escuela joánica” quiere hacer un juicio que va más allá de lo anecdótico. El marco es dramático: los judíos no quieren entrar y sale Pilato, pregunta, les concede lo que no les podía conceder: “tomadle vosotros y juzgadle según vuestra ley”. Pero ellos no quieren manchar “su ley” con la sangre de un profeta maldito. Pilato tampoco, aparentemente, quiere manchar el “ius romanum” con la insignificancia de un profeta judío galileo que no había hecho nada contra el Imperio. El drama que está en juego es la verdad y la mentira. Ese drama en el que se debaten tantas cosas de nuestro mundo. Pero los autores del evangelio de Juan van consiguiendo lo que quieren con su teología. Todo apunta a que Jesús, siempre dentro del “pretorio”, es una marioneta. En realidad la marioneta es la mentira de los judíos y del representante de la ley romana. Es la mentira, como sucede muchas veces, de las leyes injustas e inhumanas.

3. Al final de toda esta escena, el verdadero juez y señor de la situación es Jesús. Los judíos, aunque no quisieron entrar en el “pretorio” para no contaminarse se tienen que ir con la culpabilidad de la mentira de su ley y de su religión sin corazón. Esa es la mentira de una religión que no lleva al verdadero Dios. Esto ha sido una constante en todo el evangelio joánico. Pilato entra y sale, no como dueño y señor, lo que debería ser o lo que fue históricamente (además de haber sido un prefecto venal y ambicioso). El “pobre” Jesús, el profeta, no tiene otra cosa que su verdad y su palabra de vida. El drama lo provoca la misma presencia de Jesús que, cuando cae bajo el imperio de la ley judía, no la pueden aplicar y cuando está bajo el “ius romanum” no lo puede juzgar porque no hay hechos objetivos, sino verdades existenciales para vivir y vivir de verdad. Es verdad que al final Pilato aplicará el “ius”, pero ciegamente, sin convicción, como muchas veces se ha hecho para condenar a muerte a los hombres. Esa es la mentira del mundo con la que solemos convivir en muchas circunstancias de la vida.

4. Jesús aparece como dueño y señor de una situación que se le escapa al juez romano. Es el juicio entre la luz y las tinieblas, entre la verdad de Dios y la mentira del mundo, entre la vida y la muerte. La acusación contra Jesús de que era rey, mesías, la aprovecha Juan teológicamente para un diálogo sobre el sentido de su reinado. Este no es como los reinos de este mundo, ni se asienta sobre la injusticia y la mentira, ni sobre el poder de este mundo. Allí, pues, donde está la verdad, la luz, la justicia, la paz, allí es donde reina Jesús. No se construye por la fuerza, ni se fundamenta políticamente. Es un reino que tiene que aparecer en el corazón de los hombres que es la forma de reconstruir esta historia. Es un reino que está fundamentado en la verdad, de tal manera que Jesús dedica su reinado a dar testimonio de esta verdad; la verdad que procede de Dios, del Padre. Sólo cuando los hombres no quieren escuchar la verdad se explica que Jesús sea juzgado como lo fue y sea condenado a la cruz. Esa es la verdad que en aquél momento no quiso escuchar Pilato, pues cuando le pregunta a Jesús qué es la verdad sale raudo de su presencia para que poder justificar su condena posterior. Juan nos quiere decir que Jesús es condenado porque los poderosos no quieren escuchar la verdad de Dios.

Fray Miguel de Burgos Núñez

Fuente: https://www.dominicos.org/predicacion/homilia/21-11-2021/comentario-biblico/miguel-de-burgos-nunez/ 

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La historia se transforma, no se aniquila Mc 13,24-32 (TOB33-21)

1. El evangelio de hoy forma parte del discurso apocalíptico de Marcos con que se cierra la actividad de Jesús, antes de entrar en la pasión. Es propio de la liturgia con la que culmina el año litúrgico usar esos textos apocalípticos que plantean las cuestiones finales, escatológicas, del mundo y de la historia. Jesús no fue muy dado a hablar de esta forma, pero en la cultura de la época se planteaban estos asuntos. Por ello le preguntan sobre el día y la hora en que ha de terminar este mundo. Jesús –según Marcos-, no lo sabe, no lo dice, simplemente se recurre al lenguaje simbólico de los apocalípticos para hablar de la vigilancia, de estar alertas, y de mirar “los signos de los tiempos”. No podemos negar que aquí hay “palabras” de Jesús, pero hoy se reconoce que la comunidad primitiva, algunos círculos de profetas-apocalípticos, cultivaron estos dichos de Jesús y los acomodaron a su modo de vivir en una itinerancia constante y en la adversidad y el rechazo de su mensaje de Dios.

2. Tenemos que reconocer que Mc 13, lo que se llama el apocalipsis sinóptico, se presta a muchas interpretaciones de distinto perfil histórico, literario y teológico. Se reconoce que no es propiamente de Jesús, sino de los cristianos que, ante una crisis, de guerra, de persecución, escribieron este texto. Pusieron palabras de Jesús que se mantenían en la tradición para tratar de afrontar los problemas que se presentaban para judíos y cristianos. Es posible que la base del mismo pueda explicarse en la crisis de Calígula el 40 d. C., en tiempos de Petronio, legado de Siria, para llevar a cabo la orden de poner una estatua del emperador en el templo para ser adorado como dios. Esta es una hipótesis entre otras, pero razonable. No obstante no todo el texto se explica en este momento. Posteriormente y separados ya judíos y cristianos, se vuelve sobre este texto ante nuevas dificultades. Las opiniones son muy diversas y, a veces, extravagantes. El cristianismo primitivo estuvo muy influenciado por la corriente apocalíptica. Esto no se niega. Pero la solución de la historia y de la vida de los hombres no debería tomarse al pie de la letra todo esto. Pero una cosa sí es cierta: ante la tiranía todo los hombres de cualquier clase y religión estamos llamados a resistir en nombre de Dios.

3. Los signos de los tiempos siempre han sido un criterio profético de discernimiento de cómo vivir y de qué esperar. ¿Por qué? Porque los profetas pensaban que Dios no había abandonado la historia a una suerte dualista donde la maldad podría imponerse sobre su proyecto de creación, de salvación o liberación. Pero los signos de los tiempos hay que saberlos interpretar. Es decir, hay que saber ver la mano de Dios en medio del mundo, en nuestra vida personal y en la de los demás. La historia se “transforma” así, no acaba ni tiene por qué acabar de buenas a primeras con una catástrofe mundial. Y Dios interviene en la historia “por nosotros” y nunca “contra nosotros”. De la misma manera que el anuncio del “reino de Dios” por parte de Jesús -su mensaje fundamental-, es una convicción de su providencia y de su fidelidad a los hombres que hacen la historia.

4. Cierto tipo de mentalidades siempre han creído y propagado que el final del mundo vendrá con una gran catástrofe en la que todo quedará aniquilado. Pero eso no nos obliga necesariamente a creer que eso será así. Dios tiene sus propios caminos y sus propias maneras de llevar hacia su consumación esta historia y nuestra vida. El discurso está construido sobre palabras de Daniel 7,13-14 en lo que se refiere a venida del Hijo del Hombre. Sin embargo, en los términos más auténticos de Jesús se nos invita a mirar los signos de los tiempos, como cuando la higuera echa sus brotes porque el verano se acerca; a descubrir un signo de lo que Dios pide en la historia. Dios tiene sus propios caminos para poner de manifiesto que en esta historia nada pasa desapercibido a su acción y de que debemos vivir con la espera y la esperanza del triunfo del bien sobre el mal; que no podemos divinizar a los tiranos ni deshumanizar a los hijos de Dios. Los tiranos no pueden ser dioses, porque todos los hombres son “divinos” como imagen de Dios. Así es como se transformará esta historia a imagen del “reinado de Dios” que Jesús predicó y a lo que dedicó su vida.

Fray Miguel de Burgos Núñez

Fuente: https://www.dominicos.org/predicacion/homilia/14-11-2021/comentario-biblico/miguel-de-burgos-nunez/


La religión sin fe no es verdadera Mc 12,36-44 (TOB32-21)

1. Marcos, antes del discurso escatológico y de la pasión, nos ofrece una escena que está cargada de simbolismo. Se retoma, en cierta forma, el papel de la viuda y el profeta Elías, como en el texto de 1Re 17,10. Las palabras contra los escribas que buscan los primeros puestos… y más cosas, es probablemente una advertencia independiente, pero que se entiende en nuestro texto con la narración que describe la acción de la viuda. Jesús, en el Templo, está mirando a las personas que llegan para dar culto a Dios. A Jerusalén llegaban peregrinos de todo el mundo; judíos piadosos, pudientes, de la cuenca del Mediterráneo, que contribuían a la grandeza de Jerusalén, de su templo y del culto majestuoso que allí se ofrecía. Siempre se ha pensado que el culto debe ser impresionante e imperecedero.

2. ¿Está Jesús a favor o en contra del culto? Esta pregunta puede parecer hoy capciosa, pero la verdad es que debemos responder con inteligencia y sabiduría. ¡No! ¡No está Jesús contra el culto como expresión o manifestación de la religión! Pero también es verdad que no hace del culto en el templo un paradigma irrenunciable. Jesús respeta y analiza… y saca las consecuencias de todo ello. No dice a la mujer que se vaya a su casa… porque todo aquello es mentira. No era mentira lo que ella vivía, sino lo que vivían los “prestigiosos” de la religión que no eran capaces de ver y observar lo que él hizo aquella mañana y enseñó a los suyos con una lección de verdadera religión y culto.

3. Si nos fijamos, Jesús está proponiendo el culto de la vida, del corazón, ya que aquella viuda pobre ha echado en el arca del tesoro lo que necesitaba para vivir. Ella estaba convencida, porque así se lo habían enseñado, que aquello era para dar culto a Dios y entrega todo lo que tiene. Es, si queremos, un caso límite, con todo el simbolismo y la realidad de lo que ciertas personas hacen y sienten de verdad. Lo interesante es la “mirada” de Jesús para distraer la atención de todo el atosigamiento del templo, del culto, de los vendedores, de lo arrogantes escribas que buscan allí su papel. Esa mirada de Jesús va más allá de una religión vacía y sin sentido; va más allá de un culto sin corazón, o de una religión sin fe, que es tan frecuente.

4. Esa es, pues, la interpretación que Jesús le hace a sus discípulos. Los demás echan de lo que les sobra, pero la vida se la reservan para ellos; la viuda pobre entrega en aquellas monedas su vida misma. Ese es el verdadero culto a Dios en el templo de la vida, en el servicio a los demás. Sucede, pues, que la viuda (con todo lo que esto significa en la Biblia) ofrece una religión con fe, con confianza en Dios. Y solo Jesús, en aquella barahúnda, es capaz de sentir como ella y de tener su mirada en penetrante vigilancia de lo que Dios desea y quiere. Una religión, sin fe, es un peligro que siempre nos acecha… que tiene muchos adeptos, a semejanza de los escribas que buscan y explotan a los débiles, precisamente por una religión mal vivida e interpretada. Jesús ha leído la vida de aquella pobre mujer, y desde esa vida en unas pocas monedas, ha dejado que lleve adelante su religión, porque estaba impregnada de fe en Dios.

Repaso Esquema Conceptos más relevantes de las 5 grandes religiones del mundo

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