“Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios; hablad al corazón de Jerusalén, gritadle que se ha cumplido su servicio, y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido doble paga por sus pecados“ (Is 40,1-2). En la segunda parte del libro de Isaías se proclama que ha terminado la deportación del pueblo hebreo en Babilonia. Llega el tiempo del consuelo y de la redención. La hora de volver a Jerusalén.
En ese contexto, una voz invita a preparar en el desierto un camino al Señor. Esas palabras son evocadas por los evangelios al presentar la misión de Juan Bautista.
En el salmo responsorial se alaba a Dios por la maravilla de su creación (Sal 103). Es una invitación a contemplar y agradecer la belleza de este mundo.
En la segunda lectura, san Pablo dice a su discípulo Tito que Dios nos ha salvado con el baño del segundo nacimiento (Tit 3,4-7). Hoy es un día para recordar esa revelación.
EL ESPÍRITU Y EL FUEGO
Según el evangelio de Lucas, el pueblo estaba en expectación y muchos se preguntaban si Juan Bautista no sería el Mesías que esperaban (Lc 3,15-16.21-22). Pero Juan había llegado al Jordán con una misión muy concreta. Basta escuchar sus declaraciones.
• “Yo os bautizo con agua, pero viene el que puede más que yo”. Juan se sabía enviado a purificar a su pueblo, en la espera del gran advenimiento. Él venía a anunciar la llegada de alguien que había de hacer visible la misericordia y el poder de Dios.
• “Yo no merezco desatarle la correa de sus sandalias”. Juan no osaba compararse con el Mesías que estaba a punto de aparecer entre su pueblo. Él estaba convencido de que todos los merecimientos humanos son el fruto de la gracia de Dios.
• “Él os bautizará con Espíritu Santo y con fuego”. El Mesías que Juan anunciaba vendría a purificar a su pueblo por medio del Espíritu de Dios. Era fácil comprender que las imágenes del viento y del fuego manifestaban la necesidad de limpiar el corazón.
EL HIJO AMADO POR DIOS
Juan Bautista se consideraba inferior a los esclavos de su tiempo. De hecho, el evangelio de Lucas no dice que Jesús fuera bautizado por Juan: “En un bautismo general, Jesús también se bautizó”. Como se ve, el precursor desaparece de la escena.
El evangelio de Lucas, recuerda varias veces la oración de Jesús. En ese ambiente se sitúa su bautismo: “Mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: Tú eres mi hijo, el amado, el predilecto”.
• “Tú eres mi hijo”. La fe cristiana nos lleva a recordar la verdad que ya se anunciaba en las palabras del salmo: “Tú eres mi hijo; yo te he engendrado hoy” (Sal 2,7). Como Jesús, también nosotros reconocemos e invocamos a Dios como nuestro Padre.
• “El amado”. En el libro del Génesis se lee la orden que Dios dirigió a Abraham: “Toma a tu hijo único, Isaac, al que amas…y ofrécelo en holocausto” (Gén 22,2). Como Isaac, también Jesús descubre en su bautismo un camino que lo llevaría al sacrificio.
• “El predilecto”. En el primer poema del Siervo del Señor, Dios lo llama “mi elegido en quien se complace mi alma” (Is 42,1). Jesús es el predilecto de Dios. Esa predilección de Dios sustenta la confianza de Jesús en su Padre y sostiene también la nuestra.
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