“Seréis
mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines de la
tierra”. He aquí el último mensaje de Jesús antes de ser elevado a la gloria de
Dios, según se narra en la primera lectura de esta fiesta (Hch 1,1-11).
Sus
apóstoles lo han visto siempre como un mesías nacional. Jesús les habla
del Reino de Dios, pero ellos solo piensan en el reino de Israel. Siguen
soñando en los puestos de poder que su Maestro puede confiarles. Pero él abre
ante sus ojos un horizonte universal. Ellos mismos reciben el encargo de
anunciar ese Reino de Dios “hasta los confines de la tierra”.
En
la segunda lectura se nos recuerda que al Cristo resucitado Dios lo ha
constituido como cabeza suprema de la Iglesia, que es su cuerpo. ¿Qué nos queda
a nosotros? Pedimos confiadamente que Dios ilumine los ojos de nuestro corazón
para que descubramos la esperanza a la que hemos sido llamados (Ez 1,
17-23).
ENVÍO Y LLAMADA
En
el relato evangélico que se proclama en esta solemnidad de la Ascensión del
Señor (Mt 28,12-20) podemos encontrar algunos detalles que se refieren a
Jesús, a sus discípulos y también a nosotros mismos.
•
En primer lugar, a Jesús se le ha dado autoridad plena sobre el cielo y sobre
la tierra. Como sabemos, el demonio se había atribuido el poder y la posesión
de todos los bienes de la tierra (Lc 4,6). Pero mentía. Sólo Jesús es el Señor
del universo y de la historia.
•
Los discípulos habían sido llamados un día allá en la Galilea de los gentiles.
Es cierto que allí habían dudado de Jesús, pero precisamente ahí terminan
adorándolo. Y desde ahí son enviados a hacer discípulos a todos los pueblos de
la tierra.
•
Y, por nuestra parte, nosotros agradecemos que el Señor haya pensado en
nosotros y nos haya llamado a escuchar atentamente su evangelio, a
recibir gozosamente el bautismo y a insertarnos finalmente en la
realidad misma de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
EL GRAN MENSAJE
Muchas
veces hemos meditado las últimas palabras de Jesús, tal como se recogen al
final del Evangelio de Mateo: “Sabed que yo estoy con vosotros todos los días
hasta el final de este mundo”. Ese es el gran mensaje que resuena en la
fiesta de su Ascensión a la gloria de Dios.
•
“Yo estoy con vosotros”. El evangelio de Mateo comenzaba aplicando a
Jesús el nombre de Emmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”. Y termina
precisamente recogiendo su promesa de estar siempre con nosotros. Aquel nombre
era el resumen y la clave de su misión.
•
“Todos los días”. Jesús había enseñado a sus discípulos a pedir a Dios el pan
de cada día (Mt 6,11; Lc 11,3). Pero bien sabemos que Jesús es el verdadero pan
del cielo. Él será un guía permanente para sus seguidores. Él será su pan en el
desierto un día tras otro.
•
“Hasta el final del mundo”. Los discípulos soñaban un reino circunscrito
a los límites de su pueblo. Pero ahora Jesús los envía a ensanchar los
horizontes de la misión. Su palabra habrá de ser semilla de esperanza sembrada
en todo el mundo.
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