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¿Qué buscáis? Jn 1,35-42 (TOB2-24)

 “El Señor se presentó y llamó como las veces anteriores: «Samuel, Samuel». Respondió Samuel: «Habla, que tu siervo escucha»” (1Sam 3,10). El nacimiento de Samuel había sido un maravilloso don de Dios. Cumpliendo su propia promesa, su madre, Ana, lo había ofrecido al Señor en el templo de Siló, donde se encontraba el Arca de Dios (1 Sam 1,28).

Allí Samuel escucha por tres veces una voz que lo llama en medio de la  noche. El niño cree que es el sacerdote Elí quien lo llama y se acerca hasta él. Pero el sacerdote le indica que se disponga a escuchar la voz del Señor. Eso es lo que hace Samuel y Dios le comunica un mensaje que él ha de transmitir al mismo sacerdote.

El salmo responsorial nos lleva a repetir una oración que recuerda la docilidad de aquel niño: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad” (Sal 39).

La segunda lectura evoca el ambiente corrompido en el que viven los cristianos de Corinto. San Pablo les recuerda la dignidad del cuerpo humano (1Cor 6,13-20). Nosotros sabemos que hemos sido comprados por Cristo a un precio muy alto.  

 LA BÚSQUEDA

 En el evangelio que hoy se proclama (Jn 1,35-42) aparece una vez más la figura de Juan Bautista. Mirando a Jesús que pasa, se dirige a dos de sus discípulos y les dice: “Este es el Cordero de Dios”. Esa indicación los lleva a seguir a Jesús.  El texto recoge el diálogo.

 • “¿Qué buscáis?” Esas son las primeras palabras de Jesús que aparecen en el evangelio de Juan. Esa pregunta inicial la dirigirá Jesús en el huerto de Getsemaní a los que llegan a prenderlo. Y la repetirá también a María Magdalena el primer día de la semana.

• “Maestro, ¿Dónde vives?” Al creyente le preguntan: “¿Dónde está tu Dios?” (Sal 42,3-5). Las gentes de Israel llegan al templo de Jerusalén buscando a Dios (Sal 27,8). Pero ahora para poder encontrar a Dios es preciso preguntar dónde vive Jesús, que es su Cordero. 

• “Venid y lo veréis”. El humo y el fragor del Sinaí infundían terror a las gentes de Israel (Éx 20,18). Una y otra vez serían invitadas a “escuchar” la voz de Dios (Dt 4,1).  Pero ahora la palabra de Dios se ha hecho carne. Ha llegado el momento de “ver” a su enviado. 

EL ENCUENTRO

Nuestra curiosidad nos lleva a preguntarnos qué diría Jesús aquella tarde a los dos discípulos de Juan. El texto evangélico incluye tres pasos para indicar que aquel encuentro no los dejó indiferentes: “Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día”.

• “Fueron”. También en esta sociedad es preciso salir de nuestra comodidad para ponernos en camino y acercarnos al que es la verdad y la vida.

• “Vieron dónde vivía”. También en este momento de la historia es necesario abrir los ojos para poder  percibir la presencia del Señor entre  nosotros

• “Se quedaron con él ese día”. También en este tiempo se nos ofrece la oportunidad de permanecer junto a nuestro Maestro para hacer nuestro su mensaje.

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