“Jesús es
la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en
piedra angular. Ningún otro puede salvar y, bajo el cielo, no se nos ha dado
otro nombre que pueda salvarnos” Así interpela Pedro a los jefes del pueblo y a
sus senadores (Hech 4,11-12).
Pedro y
Juan han sido llevados ante el Sanedrín no por haber curado al tullido que
pedía limosna a la puerta del Templo de Jerusalén, sino por haberlo curado en
el nombre del Mesías de Nazaret. Eso es lo que realmente molestaba a las
autoridades del pueblo.
Pero
Pedro inicia su discurso con las palabras de un salmo (118,22). No se trata de
un alegato para defenderse a sí mismo, sino del anuncio de su evangelio. Era importante
afirmar que la piedra despreciada se había convertido en el fundamento de la
vida y de la salvación.
O dicho
más claramente, Jesús, crucificado por instigación de aquellos jefes del
pueblo, ha sido convertido por Dios en el salvador de ese pueblo tan manipulado
por sus jefes. Esa es la gran paradoja. Y ese es el núcleo del mensaje que ha
de recorrer el mundo.
LA CONTRAPOSICIÓN
El
evangelio de este cuarto domingo de Pascua
(Jn 10,11-18) nos recuerda todos los años la figura de Jesús como el
Pastor bueno y responsable.
• Hay
algunas notas que establecen una notable diferencia entre el pastoreo de Jesús
y la actuación del asalariado. Jesús da la vida por sus ovejas. Pero el
asalariado no es pastor ni dueño de las ovejas. Es evidente que sólo le
preocupa su interés personal. No ama a sus ovejas. No está dispuesto a dar la
vida por ellas. Por eso las abandona
cuando ve llegar al lobo.
• El
texto que se proclama en este día nos ofrece otra contraposición muy
importante. Pedro acusaba a los jefes del pueblo de haber crucificado a Jesús. Pero el evangelio repite
una y otra vez que Jesús entrega espontáneamente la vida por sus ovejas: “Nadie me la quita,
sino que yo la entrego libremente”.
• En este
texto evangélico hay una tercera contraposición: la que va de entregar la vida
a recuperarla. Nosotros entregamos o perdemos la vida, pero nada indica que
podamos recuperarla. Una y otra vez se repite que Jesús entrega su vida por las
ovejas. Pero por dos veces nos dice él mismo que tiene poder para recuperarla.
JESÚS Y
EL PADRE
No deberíamos olvidar esa palabra de Jesús.
Sólo él tiene poder para recuperar la vida que entrega por los suyos. Ese es el
mensaje de la Pascua. Pero todavía nos llaman la atención las referencias de
Jesús a su Padre:
• “El
Padre me conoce y yo conozco al Padre”.
Esa relación de mutuo conocimiento entre Jesús y su Padre indica su
origen eterno, revela el estilo de su vida y nos ofrece la razón por la que ha
podido revelarnos a su Padre.
• “El
Padre me ama porque yo entrego mi vida”. La generosidad de Jesús es fruto del
amor que le une al Padre, pero, al mismo tiempo la entrega de Jesús a los
hombres le hace merecedor del amor del Padre.
• “Este
mandato he recibido de mi Padre”. Una y otra vez Jesús había manifestado que
había venido al mundo para cumplir la voluntad del Padre. Ahora nos manifiesta
que la voluntad del Padre es que el Hijo entregue su vida por sus ovejas.
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