“Arrepentíos
y convertíos para que se borren vuestros pecados”. Con esas palabras se cierra
el discurso que Pedro dirige a las gentes de Jerusalén según el texto de los
Hechos de los Apóstoles que hoy se proclama en la celebración de la misa (Hech
3, 19).
Antes de
esa exhortación, Pedro ha acusado a las gentes de su comportamiento con Jesús
de Nazaret. Tres son los motivos de su acusación:
•
Entregar a Jesús a las manos de Pilato, cuando el procurador romano había ya
decidido ponerlo en libertad.
•
Rechazar a Jesús, al que Pedro tiene que calificar necesariamente como el Santo
y el Justo.
• Pedir a
Pilato el indulto de un asesino,
mientras que optaron por entregar a la muerte al autor de la vida.
Si bien
se mira, esas tres acusaciones no han perdido vigencia. También hoy se ignora
la bondad y se glorifica la maldad, se desprecia la vida y se legaliza la
muerte, se aplasta al inocente y se honra públicamente a los asesinos.
UN MUNDO NUEVO
El
evangelio de este domingo tercero de Pascua
(Lc 24, 35-48) está lleno de contrastes entre la actitud de los discípulos de Jesús y la
realidad de su resurrección y de su mensaje.
• Los
discípulos de Jesús confunden a Jesús con un fantasma. Pero el miedo a los
fantasmas no les permite descubrir la verdad de la vida y la presencia de
Jesús.
• Frente
a las dudas que surgen entre los discípulos, Jesús les ofrece la paz y la
seguridad, los libera de la ilusión y del temor y les abre a la esperanza.
• Los
discípulos de Jesús son incapaces de comprender el sentido de la muerte de
Jesús. Pero él les abre su entendimiento para que puedan recordar y comprender las
Escrituras.
También en nuestra vida
Cristo viene a crear la novedad. Como dice el Papa Francisco, “La resurrección
de Cristo provoca por todas partes gérmenes de ese mundo nuevo; y aunque se los
corte, vuelven a surgir, porque la resurrección del Señor ya ha penetrado la
trama oculta de esta historia, porque Jesús no ha resucitado en vano” (“Alegría
del Evangelio”, 278).
TESTIGOS DEL PERDÓN
La última
frase de Jesús es un espléndido resumen de lo que ha de ser la misión y la
tarea de la Iglesia y de cada uno de los creyentes:
• “Estaba
escrito que el Mesías padecerá y resucitará de entre los muertos”. Su pasión no debe ser para los creyentes
fuente de escándalo ni motivo de burla para los incrédulos. Y su resurrección
no debe sumirnos en la duda. Es preciso
creer en las Escrituras.
• “En
nombre del Mesías se predicará la conversión y el perdón de los pecados”. Él
Señor no resucita para condenarnos ni para condenar al mundo. Él nos ofrece su
perdón y quiere que lo anunciamos a todos los que desean convertirse de sus
pecados.
• “Los
discípulos han de ser testigos de esto”.
No somos enviados como testigos de la cólera, la venganza o el castigo
de Dios. Somos los testigos de su ternura y de su misericordia.
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