Ese es el lema que encabeza y resume el mensaje que el Papa Francisco nos dirige para la próxima cuarema. Es este un tiempo muy especial que él define con cuatro frases que deberían ayudarnos a reflexionar:
• “La cuaresma es un nuevo comienzo, un camino que nos lleva a un destino seguro: la Pascua de Resurrección, la victoria de Cristo sobre la muerte.
• La cuaresma es un tiempo propicio para intensificar la vida del espíritu a través de los medios santos que la Iglesia nos ofrece: el ayuno, la oración y la limosna.
• La cuaresma es un tiempo propicio para abrir la puerta a cualquier necesitado y reconocer en él o en ella el rostro de Cristo.
• La cuaresma es el tiempo propicio para renovarse en el encuentro con Cristo vivo en su Palabra, en los sacramentos y en el prójimo”.
Tras esas indicaciones, el mensaje papal desgrana ante nosotros la parábola evangélica del pobre Lázaro y el rico indiferente. Es este un texto que “nos da la clave para entender cómo hemos de comportarnos para alcanzar la verdadera felicidad y la vida eterna, exhortándonos a una sincera conversión”.
En esta exposicion, el Papa va subrayando los numerosos detalles en los que la parábola presenta a los dos personajes, tanto en la vida terrena como en su destino después de la muerte. El que ignoraba al mendigo que yacía a su puerta, ruega después al padre Abraham que ese mismo pobre venga en su auxilio y que anuncie a sus parientes la auténtica verdad que puede salvar la existencia humana.
El pobre Lázaro tiene un mensaje para nosotros. “La primera invitación que nos hace esta parábola es la de abrir la puerta de nuestro corazón al otro, porque cada persona es un don, sea vecino nuestro o un pobre desconocido… Cada vida que encontramos es un don y merece acogida, respeto y amor”.
Pero también el rico anónimo nos trae un mensaje sobre esas tres apetencias que nos deshumanizan. “En él se vislumbra de forma patente la corrupción del pecado, que se realiza en tres momentos sucesivos: el amor al dinero, la vanidad y la soberbia”.
Así pues, la cuaresma nos trae esta lección. Si el primer don de Dios es la presencia del otro, el segundo don de Dios es la entrega de su Palabra. La raíz de los males del rico está en no prestar oído a la Palabra de Dios; “esto es lo que le llevó a no amar a Dios y por tanto a despreciar al prójimo… Cerrar el corazón al don de Dios que habla tiene como efecto cerrar el corazón al don del hermano”.
La parábola nos recuerda que quien trata de vivir “como si Dios no existiera”, vivirá cada día “como si el prójimo no existiera”. Pero es peligroso vivir como si solo yo existiera en el mundo.
Así pues, durante este tiempo de cuaresma estamos invitados a meditar este texto, en el que el evangelio de Lucas nos lleva a reflexionar sobre nuestras relaciones con Dios y con nuestros vecinos.
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