“Si
quieres, guardarás sus mandatos, porque es prudencia cumplir su voluntad”. Así comienza el texto del libro del
Eclesiástico que hoy se proclama en la primera lectura de la misa (Eclo 15,16).
Esas palabras fueron escritas para ser leídas en una comunidad judía que estaba
en contacto con la cultura griega o helenista.
En
aquella cultura aparentemente tan libre las gentes se consideraban dirigidas
por el destino. Así que era necesario recordar el valor de la voluntad y de la
libertad humana. El texto continúa de forma más concreta: “Ante ti están
puestos fuego y agua, echa mano a lo que quieras. Delante del hombre están
muerte y vida: le darán lo que él escoja”.
Con
razón el papa Juan Pablo II subrayó estas palabras en su encíclica “El
esplendor de la verdad”. En nuestra sociedad se insiste tanto en los
condicionantes de la persona que se niega su libertad y su responsabilidad.
Siempre que la persona no sea la víctima de la irresponsabilidad de los demás.
Porque entonces, claro que se supone la libertad del que falló.
MANDATOS Y VALORES
Para
el mensaje bíblico, lo que importa es ajustar nuestra voluntad a la voluntad
del Señor, como canta el salmo 118. Eso nos hará realmente libres. Y esa
convicción no ha sido negada por Jesús.
Al
contrario. Jesús no vino a abolir los mandamientos de la Ley, sino a ayudarnos
a descubrir su sentido más profundo (Mt 5,17-37). El evangelio de este domingo
ofrece tres ejemplos, en los que los mandatos desvelan la importancia de los
valores humanos:
•
No basta con “no matar”. Hay que descubrir el valor de la vida. Es preciso
respetar la vida de los demás, pero también su honor. Eso nos exige estar
dispuestos a perdonar al hermano y a fomentar la fraternidad.
•
No basta con “no cometer adulterio”. Hay que fomentar el valor de la fidelidad,
Para eso hemos de vivir unas relaciones interpersonales que reflejen la
limpieza del corazón y promuevan el respeto mutuo.
•
No basta con “no jurar en falso”. Hay que amar el valor de la verdad. Y vivir
de forma tan coherente y diáfana que baste con decir “sí” y “no” para ser
creídos por los demás y para promover una cultura que admita la seriedad de la
palabra dada.
IMPORTANCIA Y GRANDEZA
Este
texto se sitúa en el marco del Sermón de la Montaña, que se abre con las
bienaventuranzas de Jesús. Aquellos ideales de vida no se oponen a estos
valores éticos. Al contrario. Ambas proclamas indican el verdadero camino de la
felicidad.
• “El que se salte uno solo de los preceptos
menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres, será el menos importante
en el reino de los cielos”. La importancia verdadera no la dan el tener, el
poder, el placer o la impostura. Conviene no equivocarse.
•
“Quien cumpla estos preceptos y los enseñe será grande en el reino de los
cielos”. La verdadera grandeza se consigue por el aprecio y la promoción de
esos grandes valores humanos que son tutelados por los mandamientos. Conviene
estar bien orientados.
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