“Abraham
marchó como le había dicho el Señor” (Gén 12,4). En la primera lectura de los
domingos de Cuaresma, la liturgia nos lleva a hacer un recorrido por la
historia de la salvación. De hecho, nos presenta las figuras de Adán y Eva,
Abraham, Moisés, el rey David y el profeta Ezequiel, para culminar el Domingo
de Ramos con el Siervo de Dios.
Pues
bien, frente a la desobediencia de Adán y Eva, se subraya hoy la obediencia de
Abraham, El patriarca sale de su tierra y de la casa de su padre hacia una
tierra y un destino que Dios le ha de mostrar. El suyo es un itinerario de fe y
de esperanza. Un modelo para el camino que ha de seguir todo creyente.
Por
otra parte, en la segunda lectura de los domingos cuaresmales, todos los
textos, tomados de los escritos paulinos, subrayan la salvación que nos ha
llegado por Jesucristo. Hoy se recuerda que Él “destruyó la muerte y sacó a la
luz la vida inmortal, por medio del Evangelio”.
CUATRO DETALLES
En
el evangelio de este segundo domingo de cuaresma se lee todos los años el
relato de la transfiguración de Jesús en un monte alto. El texto de este año, tomado del evangelio de
Mateo, contiene cuatro detalles exclusivos, relacionados por parejas:
•
Se concede a Pedro un cierto protagonismo. Es él quien se ofrece a levantar por
su cuenta tres tiendas: una para Jesús, otra para Moisés y otra para Elías.
•
Pero los evangelios de Marcos y Lucas añaden que Pedro no sabía lo que decía.
Solo el evangelio de Mateo suprime esa observación que podría oscurecer su
autoridad.
•
Según este evangelio, al oír la voz de lo alto que los invita a escuchar a
Jesús, los discípulos predilectos cayeron de bruces, dominados por el miedo.
•
Pero solo este evangelio, al sentido del oído y de la vista, añade también el
tacto. Jesús se acercó a los discípulos, los tocó y les dijo: “Levantaos y no
tengáis miedo” (Mt 17,7).
LA VOZ DE LA NUBE
Los
tres evangelios sinópticos coinciden en introducir la voz que procede de la
nube, signo de la presencia de Dios: “Este es mi Hijo amado, en quien me
complazco. Escuchadlo”.
•
“Este es mi Hijo amado”. La Transfiguración de Jesús nos revela el rostro de
Dios. Nunca podrá ser confundido con los dioses de los paganos. Los de antes y
los de ahora. El verdadero Dios es Padre y es amor,
•
“En él me complazco”. Jesús recoge la imagen del Siervo de Dios, al que se
dedicaban aquellos hermosos cantos en la segunda parte del libro de Isaías. Él
ha sido elegido y enviado. Él es el predilecto de Dios. Pero él nos salvará por
sus dolores.
•
“Escuchadlo”. El Deuteronomio pedía al hebreo que escuchase a Dios. Ahora Dios
nos pide que escuchemos a Jesús. Él es la Palabra hecha carne. La Palabra
definitiva de Dios. Pero escucharlo no es una frivolidad. Es aceptar su vida y
su suerte, tomar su cruz y seguirle.
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