En Antioquía de Pisidia, Pablo y Bernabé anunciaron el mensaje de Jesucristo en la sinagoga. Al ver el gentío que los escuchaba y los seguía, los judíos se llenaron de envidia y respondieron con blasfemias.
En cambio, los gentiles, es decir los miembros de la comunidad helenista, se alegraron de que los apóstoles les entregasen a ellos aquel mensaje de salvación, acogieron la palabra del Señor y la difundieron por aquella región (Hch 13,43-52).
Con el salmo responsorial nosotros adelantamos ya el mensaje del evangelio de este domingo, proclamando: “Somos su pueblo y ovejas de su rebaño” (Sal 99).
Seguimos leyendo el Apocalipsis. Hoy se nos dice que el Cordero, que está delante del trono de Dios, será nuestro pastor y nos conducirá hacia fuentes de aguas vivas (Ap 7,17).
UNA ESTRECHA RELACIÓN
Como todos los años, en este cuarto domingo de Pascua contemplamos la imagen de Jesús, que se presenta como el pastor que guía y protege a las ovejas que le han sido confiadas por su Padre celestial (Jn 10,27-30).
El texto evangélico presenta tres manifestaciones de la estrecha relación existente entre los discípulos y su Maestro y Pastor, que los conoce, les da la vida y los defiende.
• “Mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco”. Los hebreos eran invitados continuamente a escuchar la palabra de Dios que los había liberado de la esclavitud. Ahora, los seguidores de Jesús escuchan al Pastor que los conoce y los reconoce.
• “Mis ovejas me siguen y yo les doy la vida eterna”. Los hebreos seguían al Dios que los guiaba por el desierto hacia una tierra que manaba leche y miel. Ahora, los creyentes que siguen al Pastor esperan de él la vida eterna.
• “Mis ovejas no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano”. Los hebreos fueron defendidos de sus enemigos por el poder de Dios. Ahora los discípulos del Pastor saben con seguridad que él siempre los defenderá con el poder de su mano.
EL PADRE DE JESÚS
De pronto, el texto del evangelio de Juan que hoy se proclama deja de lado la relación de Jesús con sus discípulos para revelar su relación personal con su Padre celestial.
• “Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas”. Además de compartir la divinidad, el Padre ha confiado a Jesús la misión de hacer presente en la tierra su misericordia. El Padre ama al mundo y su Hijo lo iba demostrando cada día.
• “Nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre”. Muchos han pretendido arrebatarle a Dios las claves de la vida y de la felicidad. Pero el poder de Dios se identifica con su misericordia y su ternura.
• “Yo y el Padre somos uno”. El evangelio según Juan repite una y otra vez la unidad entre el Padre y el hijo. En el Hijo nosotros hemos descubierto la verdad y el amor de su Padre, que es también el nuestro.
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