“Arrancaré una rama del alto cedro y la
plantaré…Y todos los árboles silvestres sabrán que yo soy el Señor, que humilla
los árboles altos y ensalza los árboles humildes, seca los árboles lozanos y
hace florecer los árboles secos”. Con un lenguaje alegórico, este texto del
profeta Ezequiel describe algunos rasgos del proceder de Dios (Ez 17,22-24).
En primer lugar, el profeta subraya la
iniciativa de Dios. Él es quien elige los pueblos, los eleva o los deja de
lado, como hace el labrador con los esquejes de los árboles que decide
trasplantar de un terreno a otro.
En el texto se repite dos veces la
palabra “arrancaré” y tres veces la palabra “plantaré”. Con estas promesas
se deja entrever la voluntad de Dios y
su iniciativa sobre la historia de las personas y de los pueblos
La lección queda aclarada al final: “Yo
soy el Señor… Yo, el Señor, lo he dicho y lo haré”. Evidentemente, no tiene
sentido la altanería humana. Una enfermedad, una catástrofe natural o unas
elecciones políticas pueden cambiar la vida de una persona o la de un pueblo.
LA ESPERANZA EN PARÁBOLAS
Hoy escuchamos dos parábolas que solo se
encuentran en el evangelio de Marcos (Mc 4, 26-34). Con las dos trata Jesús de exponer
el misterio del Reino de Dios. Su lenguaje y las imágenes que emplea podían
llegar perfectamente a la mente de los oyentes del Maestro.
•
En la primera el reino de Dios se compara con un hombre que echa la simiente en
la tierra y se aleja del campo, mientras que la semilla va creciendo por sí
sola, sin que él sepa cómo. Es claro que nuestra evangelización y testimonio
puede llevar el Reino de Dios a un lugar o a una cultura. Pero no depende de
nosotros que eche raíces y prospere.
• En la segunda parábola se menciona la
semilla de la mostaza. Es tan pequeña como la punta de un alfiler. Pero crece
hasta convertirse en un árbol. Así es el Reino de Dios. Los que sólo piensan en
grande, nunca sospecharían que una iniciativa de evangelización, aparentemente
insignificante, puede llegar a dejar un rastro importante en el mundo.
La primera parábola nos invita a vivir
en humildad, porque el Reino de Dios crece aunque nosotros nos quedemos
dormidos. La segunda parábola nos anima a vivir en la esperanza, puesto que el
Reino de Dios tiene una fuerza que no podemos sospechar.
LAS AVES Y SUS NIDOS
Así pues, las dos parábolas contienen
una crítica de las dos tentaciones habituales contra la esperanza: la
presunción de quienes se atribuyen todos los méritos de la evangelización, y la
desesperanza de quienes desconfían de la fuerza del Evangelio. En el fondo,
ambos creen en sí mismos más que en el poder de la Palabra de Dios.
• Pero hay un detalle común que se
encuentra tanto en la profecía de Ezequiel como en la catequesis de Jesús: la
alusión a los pájaros y a los nidos. Las aves del cielo pueden llegar a anidar
tanto entre las altas ramas del cedro como entre las ramas de un árbol más
modesto como es el de la mostaza. Los pájaros viven y cantan en los árboles,
sea el que sea su tamaño.
• Así pues, el resultado de la
evangelización no depende solamente de la vigilancia del sembrador, ni del
tamaño o la aparente importancia de su
iniciativa, ni de la altura o la calificación social del desarrollo que
alcance según la apreciación habitual. Evidentemente, “lo esencial es invisible
para los ojos”. Todo es gracia
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