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María: confianza absoluta en Dios Lc 1,39-45 (ADV4-24)
1. El evangelio de Lucas relata la visita de María a Isabel; una escena maravillosa; la que es grande quiere compartir con la madre del Bautista el gozo y la alegría de lo que Dios hace por su pueblo. Vemos a María que no se queda en el fanal de la “anunciación” de Nazaret y viene a las montañas de Judea. Es como una visita divina, (como si Dios saliera de su templo humano) ya que podría llevar ya en su entrañas al que es “grande, Hijo del Altísimo” y también Mesías porque recibirá el trono de David. ¡Muchos títulos, sin duda! Es verdad que discuten los especialistas si el relato permite hacer estas afirmaciones. Podría ser que todavía María no estuviera embarazada y va a la ciudad desconocida de Judea para experimentar el “signo” que se le ha dado de la anunciación de su pariente en su ancianidad. Por eso es más extraño que María vaya a visitar a Isabel y que no sea al revés. La escena no puede quedar solamente en una visita histórica a una ciudad de Judá. Sin embargo, esa visita a su parienta Isabel se convierte en un elogio a María, “la que ha creído” (he pisteúsasa). Gabriel no había hecho elogio alguno a las palabras de María en la anunciación: “he aquí la esclava del Señor…”, sino que se retira sin más en silencio. Entonces esta escena de la visitación arranca el elogio para la creyente por parte de Isabel e incluso por parte del niño que ella lleva, Juan el Bautista.
2. Vemos a María ensalzada por su fe; porque ha creído el misterio escondido de Dios; porque está dispuesta a prestar su vida entera para que los hombres no se pierdan; porque puede traer en su seno a Aquél que salvará a los hombres de sus pecados. Este acontecimiento histórico y teológico es tan extraordinario para María como para nosotros. Y tan necesario para unos y para otros como la misma esperanza que ponemos en nuestras fuerzas. Eso es lo que se nos pide: que esa esperanza humana la depositemos en Jesús. Pero es verdad que leído en profundidad este relato tiene como centro a María, aunque sea por lo que Dios ha hecho en ella. Dios puede hacer muchas cosas, pero los hombres pueden “pasar” de esas acciones y presencias de Dios. El relato, sin embargo, quiere mostrarnos el ejemplo de esta muchacha que con todo lo que se le ha pedido pone su confianza en Dios. Por el término que usa Lucas en boca de Isabel “he pisteúsasa”, la que ha creído, significa precisamente eso: una confianza absoluta en Dios. Si no es así, la salvación de Dios puede pasar a nuestro lado sin darnos cuenta de ello. María y Dios o Dios es María son la esencia de este relato. No es que carezca de su dimensión cristológica, pero todavía no es el momento, para Lucas, de conceder el protagonismo necesario a su hijo Jesús. Asimismo, el salto en el vientre de Juan también es primeramente por la “confianza” de María en Dios. Eso es lo que la hace, pues, la “hija de Sión” del profeta Sofonías.
3. Porque hoy también hay una "hija de Sión" y una presencia de Dios en nuestro mundo: Es la comunión de los servidores, de las personas audaces, de los profetas sin nombre, de los que hacen la paz y de los que sufren por la justicia. Una hija o comunidad que supera los límites de cualquier Iglesia determinada y configurada como perfecta. Son como la prolongación de María de Nazaret ante la necesidad que Dios tiene de los hombres para estar cercano a cada uno de nosotros. De ahí que en el Cuarto Domingo de Adviento la liturgia expone el misterio de Dios a nuestra devoción. Y debemos aprender, no a soportar el misterio, sino a amarlo, porque ese misterio divino es la encarnación. Ello significa que la vida se realiza en conexiones mayores de las que el hombre puede disponer y comprender. La vida tiene cosas más profundas para que el hombre pueda gobernarlas, comprenderlas o producirlas a su antojo. Y es que todo lo que nosotros creemos que es lo último, en realidad es lo penúltimo; así nos sucede casi siempre. Y por eso es tan necesaria la fe. De ahí que, con toda razón, este Domingo propone como clave de vivencias la fe; fe en la encarnación, en que Dios siempre esta a nuestro lado, en que debe existir un mundo mejor que este. Y esa fe se nos propone en María de Nazaret, para que advirtamos que el hombre que quiere ser como un dios, se perderá; pero quien acepte al Dios verdadero, vivirá con El para siempre.
4. El Cuarto Domingo de Adviento es la puerta a la Navidad. Y esa puerta la abre la figura estelar del Adviento: María. Ella se entrega al misterio de Dios para que ese misterio sea humano, accesible, sin dejar de ser divino y de ser misterio. Y por eso María es el símbolo de una alegría recóndita. En la anunciación, acontecimiento que el evangelio de hoy presupone, encontramos la hora estelar de la historia de la humanidad. Pero es una hora estelar que acontece en el misterio silencioso de Nazaret, la ciudad que nunca había aparecido en toda la historia de Israel. Es en ese momento cuando se conoce por primera vez que existe esa ciudad, y allí hay una mujer llamada María, donde se llega Dios, de puntillas, para encarnarse, para hacerse hombre como nosotros, para ser no solamente el Hijo eterno del Padre, sino hijo de María y hermano de todos nosotros.
FELIZ NAVIDAD versus "Felices fiestas"
Este es el asunto de la columna de opinión de Carlos Mayoral, periodista que colabora en la sección de cultura de El Español, en los medios digitales Zenda y The Objective, así como en las revistas culturales Jot Down Magazine y Archiletras. La titula "No diga «Feliz Navidad», diga «Felices fiestas»" (miércoles 18 de diciembre de 2024) y desde su autodefinición de ateo defiende como lo propio y apropiado en este momento del año es desear FELIZ NAVIDAD y no FELICES FIESTAS aunque para ello juega con el titular de su columna. Merece la pena leerla.
Ahí están, los garantes de la moral posmoderna, bien acicalados, con sus fracs de segunda, su pelo alborotado, su adanismo reluciente, como cada Navidad. Hay varias citas que tienen bien señaladas en su calendario, qué sé yo, la Semana Santa o el 12 de Octubre, por decir algunas. La Navidad es una de esas fechas en las que tienden a engalanarse para sermonearnos con su verborrea éticamente supremacista. Me entero por los papeles que estos guardianes del wokismo reclaman que no se emitan deseos del tipo «Feliz Navidad», para optar por el mucho más inclusivo «Felices fiestas». Argumentan que felicitar la Navidad puede ser poco respetuoso con las religiones que no son la cristiana; fíjese, querido lector, qué ocurrentes.
En Ortodoxia, de Chesterton, el autor inglés explica de manera extraordinaria cómo comprendió que toda la cultura cristiana, es decir, los cimientos de Occidente, sostenían su corpus moral. Chesterton plantea una imagen según la cual un marino inglés se embarca en un viaje trepidante, y al llegar a una isla repleta de tesoros se percata de que esa isla es exactamente la misma que aquella que le vio partir tiempo atrás. Es la manera que tiene el autor londinense de explicar que todo el conocimiento de la cultura occidental, todos los estudios relacionados con el cristianismo que había llevado a cabo a lo largo de su vida, le había hecho entender su propia isla; es decir, Gran Bretaña; es decir, su cultura.
«Están utilizando la capacidad crítica del cristianismo para enfrentarse a él. Triste paradoja»
Efectivamente, si tenemos en cuenta que la fe cristiana es la heredera del pensamiento griego, a través de la vía neoplatonista, y aderezada la línea cronológica con Roma o el estoicismo por delante, y el Renacimiento o las Luces por detrás, lo cierto es que el cristianismo forma parte de la columna que vertebra la sociedad contemporánea. Es decir, es parte de nosotros, parte de la sociedad moral que ahora todos esos guardianes posmodernos pretenden hacernos creer que ha de rechazarse.
Provoca cierta ternura comprobar que todos estos indocumentados, que abanderan un ateísmo cutre sin base histórica, le dan la espalda a su propio yo. Mismamente este que les escribe, también ateo, es consciente de que es esa misma columna, esa isla de Chesterton que no se puede ocultar bajo el mar, la que marca nuestro derecho, nuestra lengua, nuestros matrimonios, nuestros divorcios, nuestra paternidad, nuestra manera de caminar, nuestra manera de perdonar, de sentir, de estar en el mundo. Esos mismos están utilizando la capacidad crítica del cristianismo para enfrentarse a él. Triste paradoja.
Por lo demás, no cabe duda de que será la renuncia a estos mismos valores los que terminen por mandar a Occidente al basurero de la historia. Ve uno determinadas ausencias en la reinauguración de Notre Dame, y sobre todo ve excusas como «es una mera formalidad», o «más importante es no sé qué votación», y a ese mismo uno sólo le queda cerrar los ojos y pedir clemencia ante el ocaso de una cultura que se apaga por renunciar a sí misma: Que Dios nos coja confesados, nunca mejor dicho.
Fuente: https://theobjective.com/elsubjetivo/opinion/2024-12-18/no-diga-feliz-navidad-diga-felices-fiestas/
La alegría del compartir Lc 3,10-18 (ADV3-24)
1. El evangelio es la continuación del mensaje personal del Bautista que ha recogido la tradición sinóptica y se plasma con matices diferentes entre Mateo y Lucas. Nuestro evangelio de hoy prescinde de la parte más determinante del mensaje del Bautista histórico (3,7-9), en coincidencia con Mateo, y se centra en el mensaje más humano de lo que hay que hacer. Con toda razón, el texto de los vv. 10-18 no aparece en la fuente Q de la que se han podido servir Mateo y Lucas. Se considera tradición particular de Lucas con la que enriquece constantemente su evangelio. No quiere decir que Lucas se lo haya inventado todo, pero en gran parte responde, como en este caso, a su visión particular del Jesús de Nazaret y de su cristología.
2. Por tanto, podemos adelantar que Lucas quiere humanizar, con razón, el mensaje apocalíptico del Bautista para vivirlo más cristianamente. En realidad es el modo práctico de la vivencia del seguimiento que Lucas propone a los suyos. Acuden al Bautista la multitud y nos pone el ejemplo, paradigmático, de los publicanos y los soldados. Unos y otros, absolutamente al margen de los esquemas religiosos del judaísmo. Lucas no ha podido entender a Juan el Bautista fuera de este mensaje de la verdadera salvación de Dios. Este cristianismo práctico, de desprendimiento, es una constate en su obra.
3. Nos encontramos con la llamada a la alegría de Juan el Bautista; es una llamada diferente, extraña, pero no menos verídica: es el gozo o la alegría del cambio. El mensaje del Bautista, la figura despertadora del Adviento, es bien concreto: el que tiene algo, que lo comparta con el que no tiene; el que se dedica a los negocios, que no robe, sino que ofrezca la posibilidad de que todos los que trabajan puedan tener lo necesario para vivir en dignidad; el soldado, que no sea violento, ni reprima a los demás. Estos ejemplos pueden multiplicarse y actualizarse a cada situación, profesión o modo de vivir en la sociedad. Juan pide que se cambie el rumbo de nuestra existencia en cosas bien determinantes, como pedimos y exigimos nosotros a los responsables el bienestar de la sociedad. No es solamente un mensaje moralizante y de honradez, que lo es; es, asimismo, una posibilidad de contribuir a la verdadera paz, que trae la alegría.