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30 países, 30 formas de celebrar la Navidad

Enlazo un artículo que nos adentra en la forma de celebrar las fiestas de la Navidad: Argentina, México, Estados Unidos, Italia, Francia, India.... hasta llegar a una treintena de paises y tradiciones diversas. (Leer más)

La familia y la gracia Lc 2,22-40 (NAB1-14) Sagrada Familia



“El que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a su madre acumula tesoros”. No deberíamos dejar de leer el texto del libro bíblico del Sirácida, que se proclama en la primera lectura de la celebración eucarística de hoy  (Eclo 3, 2-6.12-14). En una primera parte contiene reflexiones como estas,  llenas de sabiduría. 
Despues, las reflexiones se convierten en consejos, que siguen teniendo valor en una sociedad en la que los hijos desprecian la sabiduría de los padres, calificándola de anticuada: “Hijo mío, sé constante en honrar a tu padre; no lo abandones mientras viva. Aunque flaquee su mente, ten indulgencia. No lo abochornes mientras seas fuerte”.
Como si conociera el sentido de culpa que afecta siempre a todos los que han despreciado o abandonado a sus padres, el autor termina formulando una promesa no exenta de poesía: “La piedad para con el padre no se olvidará..., el día del peligro Dios se acordará de ti y deshará tus pecados como el calor deshace la escarcha”. 

DOS PROFETAS

En el evangelio que se proclama en esta fiesta de la Sagrada Familia (Lc 12, 22-40) se recuerda la purificación de María y la presentación de Jesús en el templo. Lo primero que llama la atención es la triple alusión a la Ley de Moisés. Aquella familia de Nazaret cumple con fidelidad lo prescrito a su pueblo: presentar su hijo al Señor, de quien lo ha recibido. 
Es verdad que inmediatamente se alude por otras tres veces al Espíritu Santo. Moraba en Simeón, le había prometido que no moriría sin ver al Mesías del Señor y, llegado el momento, lo guió oportunamente hasta el templo. Así pues, la llegada de Jesús es como el gozne sobre el cual giran las dos alianzas: una centrada en la Ley y la otra movida por el Espíritu.
Simeón y Ana son dos profetas. Representan la piedad de los creyentes. Viven de cara a Dios y prestan atención a sus señales. Reconocen al Mesías en un niño que no lleva señales de su dignidad. Dan gracias a Dios por Él y anuncian su presencia a quien les puede escuchar. De paso, la familia de Jesús es “evangelizada” por ellos.

 Y TRES PLANOS

Pero el evangelio de hoy no se detiene ahí. Nos dice que, después de cumplir lo prescrito por la Ley del Señor, la familia regresa a Nazaret. Del ámbito sagrado pasan con normalidad al ámbito “profano” de la vida diaria. Dan gracias a Dios por la vida y tratan de vivirla en su integridad  y con sencillez , como sugiere el texto con tres pinceladas.  
• “El niño iba creciéndo y robusteciéndose”.  He ahí el plano de la naturaleza. El paso del tiempo y el crecimiento de una vida humana, que es preciso aceptar y agradecer.
• “Jesús se llenaba de sabiduría”. Es este el plano de la cultura y de la socialización. Gracias a José y a María el niño aprende el “saber “humano y el “sabor”  de las cosas de Dios.  
• “La gracia de Dios lo acompañaba”. En este plano, Dios tiene todo el protagonismo. El amor y el proyecto de Dios van guiando el desarrollo de Jesús.

Jesús en Familia Lc 2,22.39-40 (NAB14 Sda. Familia)


Breve historia de la Navidad (Fco. José Gómez Fdez.)

Cada año por Navidad parece existir la obligación moral de añorar, ser buenos y hacer propósitos para el año nuevo sólo por la llegada de la última semana de diciembre, pero la Navidad «no es tan sólo un conjunto de recuerdos, buenos sentimientos e intenciones para el futuro», a juicio de Francisco José Gómez Fernández. Este historiador burgalés emprendió la ardua tarea de estudiar y recopilar en su "Breve historia de la Navidad" (Nowtilus, 2013) las historias, protagonistas, sucesos, tradiciones y anécdotas que hoy conforman «una de las manifestaciones religiosas, culturales y humanas más importantes de la historia de la humanidad» y elevan al hombre «sobre su propia condición, extrayendo de él lo mejor de sí mismo».
Así comienza una entrevista que le realiza la periodista Mónica Arrizabalaga con motivo de repasar los contenidos que aborda en el libro: la historia de estas fiestas tan entrañables y familiares. Tradiciones y ceremonias, belenes, abetos, magos, villancicos, san Nicolás... (Leer la entrevista)

Editorial Nowtilus
304 páginas
ISBN impreso 9788499675367
Precio impreso 14 euros
ISBN electrónico 9788499675381 
Precio ebook 7 euros 

Nochebuena (elrincondelasmelli)



El rey y la sierva Lc 1,26-38 (ADB4-14)

“Afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas y consolidaré el trono de su realeza. Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo”. Esa es la promesa que Natán transmite a David de parte de Dios. Merece la pena leer toda la profecía que hoy se proclama en la primera lectura de la misa  (2 Sam 7).
David ha manifestado su voluntad de construir una casa para el Señor. Pero, por medio del profeta, Dios le comunica que es Él quien ha decidido elegir la casa de David, protegerla y conservar a sus descendientes en el trono: “Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia y tu trono durará por siempre”.  
Junto a la alianza entre Dios y su pueblo, se establece ahora otra relación especial con David, que se manifestará en nuevas bendiciones. El hijo de David no será hijo de Dios por naturaleza. Nunca podrá ser divinizado.  Pero será hijo de Dios por elección  y por una especie de  adopción. Por eso habría de ser un signo de su gracia.  

EL HIJO DEL ALTÍSIMO

En el evangelio que hoy se lee (Lc 1, 26-38) el anuncio del ángel Gabriel a María recuerda aquella profecía de Natán: “Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”.
• Jesús es heredero de la estirpe de David. Su realeza es hereditaria. Él viene a remediar el fracaso de los reyes descendientes de David que no fueron fieles a la alianza. Jesús viene, sobre todo, a renovar aquella alianza y a revelar su sentido más profundo. La elección de Dios tiene una dimensión espiritual, un destino universal en el espacio y perenne en el tiempo.
• Jesús heredará el trono de David. Pero nunca tratará de reivindicar para sí mismo un poder sobre las tierras y las cosas. Jesús no viene a imponer su soberanía por la fuerza. Viene a proponer un camino de salvación y de gracia, que poco tiene que ver con las apetencias humanas de interés, de gloria y de prestigio.
• Jesús es en verdad el Hijo del Altísimo. No es tan sólo un hijo por elección. Él mismo habrá de explicar su relación personal con su Padre. Él habrá de repetir una y otra vez que el Padre y Él son una misma cosa, por decirlo con palabras muy pobres. Comparten el mismo origen y la misma voluntad. Son un mismo querer y un mismo proyecto.

 PALABRA Y VIDA

En este cuarto domingo de Adviento es muy importante el contenido del mensaje del Ángel. Pero no se puede olvidar la figura de María, a la que se dirige el mensaje. Sus palabras son un evangelio dentro del Evangelio.  
• “Aquí está la esclava del Señor”. El proyecto de Dios no se cumplirá por medio de las altaneras pretensiones de los que buscan el poder a toda costa. La humildad que caracterizaba a los siervos nos prepara para prestar atencion a la voluntad del Señor sobre nosotros y sobre nuestro mundo. 
• “Hágase en mí según tu palabra”. Sin embargo, con no ser poco, no basta con prestar atención a la voluntad de Dios. Es preciso acoger la palabra de Dios con un corazón limpio y generoso, como el de María. Como escribió San Agustín, “la Palabra de Dios se hizo vida en su vientre  porque antes se había hecho verdad en su mente”.

El profeta del Mesías Jn 1,6-8.19-28 (ADB3-14)

El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido”. Así comienza  el texto del libro de Isaías que hoy se lee en la liturgia eucarística (Is 61, 1-2.10-11). En él se anuncia a Israel un profeta que recibe el espíritu de Dios y lo difunde. No lo difunde sólo de palabra, sino de obra.
Las obras del profeta son concretas y visibles. Su presencia se hará notar en la sociedad.  El profeta que recibe el Espíritu de Dios consuela a todos los que sufren, venda las heridas de todos los desgarrados, libera a los cautivos y prisioneros y, sobre todo, inaugura un año jubilar: el año de gracia de parte del Señor.
Además, el profeta proclama a los cuatro vientos un anuncio de alegría universal: el Señor hará brotar la justicia y los himnos ante todos los pueblos. Este tercer domingo de Adviento se hace notar por su invitación a la alegría.  

TRES VECES “NO”

En el texto evangélico que hoy se lee se nos presenta también a un profeta (Jn 1, 6-8.19-28). Es un enviado por Dios. Se llamaba Juan y venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la luz. A continuación, el texto nos ofrece una precisión importante: “No era él la luz, sino testigo de la luz”.
Nos impresiona el interrogatorio al que es sometido Juan Bautista por los emisarios de los sacerdotes y levitas de Jerusalén. Juan responde con verdad y humildad. Por tres veces repite un “no” tajante  a los que le preguntan. No es Elías, el gran defensor de la majestad de Dios. No es el profeta anunciado por el Deuteronomío. Y no es el Mesías esperado.
Pero nadie puede vivir sólo de negaciones. Hay que definirse por un “Sí”. Es preciso reconocer lo que uno es y lo que está dispuesto a dar. Pues bien, para identificarse, Juan se presenta como la voz que clama en el desierto, exhortando a todos a allanar los caminos. Eran expresiones del libro de Isaías que anunciaban la liberación a los deportados.

 EL ANUNCIO

Pero hay más en el mensaje de Juan. No se presenta como el esperado por su pueblo, pero no deja de  anunciarlo:
• “En medio de vosotros hay uno que no conocéis”. Ahora, como entonces, tenemos al Mesías entre nosotros, pero no reconocemos su presencia. Necesitamos aprender a descifrar los signos que lo anuncian.
• “Él viene detrás de mí y existía antes que yo”. Ahora como entonces, hemos de reconocer que somos un eslabón en medio de una cadena. Hay un antes y un después que nosotros. El Señor nos precede  y, a la vez,  nuestro testimonio anuncia su llegada.
•“Yo no soy digno de desatar la correa de sus sandalias”. Ahora como entonces, hemos de reconocer humildemente nuestro papel en la historia de la salvación. No somos el Señor. Somos los siervos y los servidores del Señor. Nada más.

Adviento, camino a la Navidad

Inmaculada Concepción (8 diciembre)


La Inmaculada o Purísima Concepción de María, dogma católico que plantea que la Virgen María fue preservada de todo pecado incluso desde el momento de su concepción, fue proclamado y definido en la bula "Inefabilis Deus" del Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854 y ha sido, -bien aceptado en el Islam, bien objeto de devoción y debate en el Cristianismo-, una fuente de inspiración para grandes artistas del S. XIX, contando entre sus máximos esponentes los españoles Murillo, El Greco, Zurbarán, Velásquez, Ribera e italianos, como Tiépolo, entre muchos otros artistas europeos.

Este dogma ya venía siendo discutido desde la Edad Media y el Renacimiento, de tal manera que algunos artistas (como Giotto) representaban tempranamente la Concepción de María con el "Beso en la Puerta Dorada", donde figuran los padres de María besándose delicadamente frente a la puerta dorada de Jerusalén. Posteriormente, diversos artistas añadieron rasgos iconográficos propios de la imagen que hoy conocemos como "María Inmaculada", semejando la mujer del Apocalipsis y retomando pasajes del Génesis, el Cantar de los Cantares, la Letanía Lauretana y algunas normas iconográficas de la época: María revestida del sol, con la luna bajo los pies, corona de doce estrellas, alas de águila (común en la época del barroco), con o sin el niño Jesús (predominando más la segunda opción), acompañada de elementos como el espejo sin mancha, torre de marfil, sus pies aplastando la serpiente antigua (en ocasiones omitido), con actitud de oración, con rasgos faciales de niña o adolescente, ropaje blanco o rojo con túnica azul y ángeles a sus pies.

Con las posteriores apariciones de la Virgen reportadas en Lourdes y en París (esta última a Santa Catalina Labouré, 1830; popularizada con el nombre de "Medalla Milagrosa"), las cuales ejercieron un papel fundamental en la formalización del dogma inmaculista, se añadieron elementos como el rosario, los rayos que salen de las manos y el mundo bajo sus pies, o sostenido entre sus manos (como es el caso de "María, Reina de las Misiones", advocación derivada de la Medalla Milagrosa).

Video ambientado con el tema "Caribbean blue" de Enya y algunas otras imagenes de transición. (fuente Youtube Franco J.)

Inmaculada Concepción de Sta. María

Preparando el camino al Señor Mc 1,1-8 (ADB2-14)

“Allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios”  (Is 40,3). La segunda parte del libro del profeta Isaías comienza con un oráculo del Señor: “Consolad, consolad a mi pueblo”. A las gentes que han sufrido durante largo tiempo el penoso y humillante exilio en Babilonia se les anuncia la proximidad del retorno a sus tierras de Judá.
“Una voz grita: En el desierto abrid camino al Señor”. Es decir, Dios se identifica con su pueblo. Se puede decir que también él ha vivido desterrado con su gente. Pero ahora se propone encabezar la caravana de los que van a regresar a su tierra. Los que fueron desterrados un día o los hijos que les han nacido en el destierro.
 Hasta nueve veces aparece en este texto la mención de Dios. La esperanza se vuelve a él. Hay que abrir una calzada en la estepa. Pero es una calzada para Dios. El pueblo habrá de recordar siempre que esa es su vocación. Abrir caminos para que Dios pueda recorrerlos, hacerse presente entre sus gentes y guiarlos hacia la libertad.

LOS COMPROMISOS

 Pues bien, el evangelio que hoy se proclama retoma el texto del “Libro de la Consolación” e identifica la voz del antiguo pregonero con la de Juan el Bautista. Vestido y alimentado con una austeridad que llama la atención de todos, Juan grita en el desierto: “Preparadle el camino al Señor, allanad sus senderos” (Mc 1,3). Esa preparación incluía tres compromisos urgentes:
• En primer lugar, la conversión, es decir el cambio de mentalidad y de costumbres. No una simple disminución cuantitativa, sino un salto cualitativo en la vida. Es decir, una verdadera y nueva creación de la persona.
• En  segundo lugar, la confesión pública de los pecados, como reconocimiento del propio error y del extravío de la persona. Es decir, la admisión y la profesión de que siempre es posible  alcanzar el perdón de Dios.
• Y en tercer lugar, el bautismo en las aguas del Jordán. Es decir, la renovación de la memoria de que un día las aguas de este río se habían abierto para permitir el paso a Josué y a su pueblo hacia la tierra prometida.
  
EL ANUNCIO

De todas formas, aunque las palabras de Juan sean semejantes a las del mensajero que aparecía en el “Libro de la Consolación”, hay algo nuevo en ellas. Del anuncio de Dios se pasa ahora al anuncio de otro personaje misterioso con el que por tres veces se compara Juan:
• “Detrás de mí viene el que puede más que yo”. Juan se ha mostrado como un profeta convincente y respetado. Pero él no es el final del camino. Solamente lo prepara. El que ha de venir es más poderoso que Juan.      
• “Yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias”. Juan habla con autoridad. Sin embargo no se considera más que un esclavo. Ni siquiera eso. El esclavo prestaba a su amo los servicios más humildes, que Juan ni se atreve a prestar al que ha de venir. 
• “Yo os bautizo con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo”. Juan conocía los ritos de purificación que los más piadosos de su pueblo realizaban con frecuencia. Pero él sólo bautizaba con agua. El bautismo definitivo purificaría con el Viento Santo que creó los mundos.  

Ya es Adviento y Navidad en Reflejos de luz

Nuestra página amiga "reflejos de luz" os ha preparado un sinfín de recursos para el Adviento y la Navidad: Canciones, dinámicas, teatrillos navideños, ideas para colorear, formación, oraciones...

La venida del Señor Mc 13,33-37 (AVB1-14)

“Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia” (Is 64,1). Ese  grito, que se encuentra en la tercera parte del libro del profeta Isaías, parece reflejar una situación de angustia y una gran esperanza. Y así es. Incluido en la primera lectura de la misa hoy, nos introduce de lleno en el espíritu del Adviento.
El profeta observa con preocupación la infidelidad de su pueblo. Son muchos los que andan extraviados. Dan muestras de tener un corazón endurecido. No invocan el nombre del Señor ni se esfuerzan por aferrarse a él. Lo admitan o no,  son víctimas de sus propias culpas. Pero el profeta reconoce que nadie hace tanto por su pueblo como el mismo Dios.
Por eso el profeta se dirige a él con una asombrosa confianza: “Señor, tú eres nuestro padre, nosotros la arcilla y tú el alfarero: somos todos obra de tu mano”. Y le pide que rasgue los cielos y se haga presente con su salvación en medio de su pueblo. Un anhelo que recoge el salmo responsorial al repetir: “Ven a salvarnos… ven a visitar tu viña” (Sal 79).

LA ESPERA Y LA TAREA

 También en el evangelio que hoy se proclama aparece por dos veces la alusión a la venida del dueño de la casa (Mc 13,33-37).  Es muy clara e intuitiva esa breve parábola de Jesús. Nos presenta a un  patrón que se va de viaje, asignando una tarea a cada uno de sus criados y encargando al portero de la casa que esté atento para recibirle a su regreso. 
Como se ve, el patrón no señala al partir el momento en que volverá a su casa. Este dato es muy importante. Él es el dueño de la casa y no pretende desentenderse de ella. Es su casa y quiere encontrarla abierta al regresar de su viaje. Él es el señor y quiere que sus criados cumplan con su misión siempre y en todo momento.
La parábola tiene una aplicación inmediata a este tiempo de Adviento que hoy comienza en la Iglesia latina de rito romano. Este es el tiempo que nos recuerda nuestra vocación a la esperanza. Nuestra fe nos lleva a vivir aguardando la venida del Señor y la manifestación de su reino en la tierra. Pero no esperamos en la ociosidad. Se nos ha confiado una tarea concreta. 

EL SUEÑO Y LA VIGILA

Por tres veces aparece en el evangelio de hoy la exhortación a la vigilancia. El dueño de la casa sabe de sobra que la rutina en el trabajo y el olvido de las tareas pueden generar sopor y somnolencia. Pero es preciso mantenerse despiertos.
• “Vigilad, pues no sabéis cuándo es el momento”. Es verdad que no sabemos cuándo se manifestará en su plenitud el reino que esperamos. Además, sufrimos la tentación de olvidar la importancia definitiva del momento que vivimos en el presente.     
• “Velad, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa”. Casi siempre creemos que hay que velar, porque tememos la venida del Señor como la amenaza de un castigo. Pero olvidamos que también se mantiene en vela quien espera a la persona amada.  
• “Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!” La exhortación de Jesús se dirige a cada uno de nosotros. No podemos vivir en la acedia ni en el pesimismo estéril, como dice el Papa Francisco. Esperar es operar. Aguardar la venida del Señor nos lleva a vivir  con generosidad la vocación al amor y el compromiso con la vida, con la verdad y la justicia.

Discurso papa Francisco ante el Parlamento Europeo (25-11-2014)

Señor Presidente, Señoras y Señores Vicepresidentes,
Señoras y Señores Eurodiputados,
Trabajadores en los distintos ámbitos de este hemiciclo,
Queridos amigos

Les agradezco que me hayan invitado a tomar la palabra ante esta institución fundamental de la vida de la Unión Europea, y por la oportunidad que me ofrecen de dirigirme, a través de ustedes, a los más de quinientos millones de ciudadanos de los 28 Estados miembros a quienes representan. Agradezco particularmente a usted, Señor Presidente del Parlamento, las cordiales palabras de bienvenida que me ha dirigido en nombre de todos los miembros de la Asamblea.
Mi visita tiene lugar más de un cuarto de siglo después de la del Papa Juan Pablo II. Muchas cosas han cambiado desde entonces, en Europa y en todo el mundo. No existen los bloques contrapuestos que antes dividían el Continente en dos, y se está cumpliendo lentamente el deseo de que «Europa, dándose soberanamente instituciones libres, pueda un día ampliarse a las dimensiones que le han dado la geografía y aún más la historia».[1]
Junto a una Unión Europea más amplia, existe un mundo más complejo y en rápido movimiento. Un mundo cada vez más interconectado y global, y, por eso, siempre menos «eurocéntrico». Sin embargo, una Unión más amplia, más influyente, parece ir acompañada de la imagen de una Europa un poco envejecida y reducida, que tiende a sentirse menos protagonista en un contexto que la contempla a menudo con distancia, desconfianza y, tal vez, con sospecha.
Al dirigirme hoy a ustedes desde mi vocación de Pastor, deseo enviar a todos los ciudadanos europeos un mensaje de esperanza y de aliento.

¡URGENTE! Intolerancia contra el papa Francisco

La plataforma española "Hazteoir" está pidiendo el apoyo al papa Franscisco. ¿La razón? Su inminente discurso ante el Parlamento Europeo el próximo martes día 25 de noviembre ha movilizado a sectores laicistas y un partido minoritario y extremista español Izquierda Plural busca abanderar la queja que se transforme en presión para que dicho Parlamento retire la invitación al papa.

Piden que expreses tu apoyo a Santo Padre porque sí nos sentimos representados por él. Sólo tienes que poner tu nombre y apellidos, correo electrónico y país. En escasos 4 días ya nos hemos sumados más de 28.000 personas ¿Vamos a hacer algo? ¡¡¡ Únete !!!

El rey pastor Mt 25,31-46 (TOA34-14)

“Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas siguiendo su rastro…Voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carnero y macho cabrío”. Ese es el comienzo y el fin de la primera lectura que hoy se proclama (Ez 34, 11.17). El profeta Ezequiel ha recriminado de parte de Dios a los malos pastores de Israel, que se apacientan a sí mismos  y se aprovechan del rebaño.
 Por eso Dios promete arrebatar su rebaño de la mano de esos malos pastores y arrancar las ovejas de su boca. Y no sólo eso. Dios mismo promete cuidar de su rebaño y velar por él. Lo conducirá a los mejores pastos, buscará a la oveja perdida y sanará a las heridas y a las enfermas. A las fuertes y gordas las apacentará como es debido.
 Esas palabras podían ser comprendidas fácilmente por quienes escuchaban al profeta. Tal vez muchos de ellos se alegrarían de esa intervención del mismo Dios en la situación de corrupción en que vivían. Pero el profeta sabe que Dios es silencioso y bondadoso, pero no es imparcial.  El Pastor habrá de juzgar con justicia el comportamiento de unos y de otros. 

EL JUICIO DEL SEÑOR

 Al leer el evangelio que se proclama en esta fiesta de Cristo Rey (Mt 25,31-46) imaginamos sin duda el fresco del Juicio Final que Miguel Ángel pintó en la Capilla Sixtina. Esa impresionante escena nos lleva a examinar nuestro comportamiento diario. Pero este texto es sobre toda una reflexión sobre Jesús, su identidad y su misión, como se ve por los títulos que se le atribuyen.
• Jesús es el Hijo del Hombre y el hijo del Padre, cuya bendición y maldición pronuncia como una sentencia definitiva en el momento decisivo de la historia.
• Jesús es el Pastor,  que conoce con tal profundidad a sus ovejas y a sus cabras que puede separarlas justamente  de acuerdo con la índole y la conducta que han observado. 
• Jesús es el Rey y el Señor, que administra justicia de acuerdo con las acciones y las omisiones de los que deberían haberlo reconocido, acogido y socorrido durante su vida.
El texto sugiere todavía una reflexión inolvidable. El pueblo de Israel esperaba un Mesías que viniera a hacer justicia a sus gentes y a castigar a sus enemigos. Pero el texto evangélico anuncia que ante el Rey-Pastor se reunirán “todas las naciones”. El juicio universal del Señor se pronuncia sobre los que se sienten elegidos por él, y también sobre aquellos que no lo conocen. 

Y EL CRITERIO DEL JUICIO

Tras invitarnos a contemplar al Juez, el evangelio de hoy nos invita a volver la mirada a los que han de ser juzgados por él, a reflexionar sobre el criterio del juicio, y considerar el destino que les aguarda: a unos el Reino “preparado” para ellos, y a otros el fuego que no estaba en principio “preparado” para ellos.   
• “Venid benditos de mi Padre… porque tuve hambre y me disteis de comer”. Jesús había ya declarado una norma fundamental: “Quien a vosotros recibe a mí me recibe; y quien me recibe a mí, recibe a aquel que me envió” (Mt 10,40). El camino estaba claro. El juicio evidencia que algunos habían aceptado esa identificación de todo hombre con Jesús y con su Padre.
• “Apartaos de mí malditos… porque tuve hambre y no me disteis de comer”. El diálogo se repite. El criterio de la justicia no es la aceptación de unas verdades de fe ni el número y fervor de unas oraciones. El juicio consiste en examinar si los juzgados han comprendido que todo servicio de amor a los “humildes” era un servicio prestado a Jesucristo, el “hermano” universal.