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Ventana de Adviento Fano 2025 (Ciclo A - Mateo)

VENTANA ABIERTA PARA COLOREAR


Ventana izquierda 1º y 3º domingos de Adviento


Ventana derecha 2º y 4º domingos de Adviento


Ventana Central del Portal de Belén

VENTANA ABIERTA EN COLOR PARA RECORTAR Y MONTAR





Primer Domingo Adviento


Segundo Domingo Adviento


Tercer Domingo de Adviento


Cuarto Domingo de Adviento


VENTANA CENTRAL







 

Los días del diluvio Mt 24,37-44 (ADV1-25)

“En el futuro estará firme el monte de la casa del Señor… Hacia él confluirán todas las naciones… que dirán: Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob” (Is 2,2-3). Todos los hebreos deseaban subir a Jerusalén. Pero el profeta anuncia que todos los pueblos llegarán un día a venerar allí al Señor. El templo de Jerusalén sería la meta de una peregrinación universal.  

El salmo responsorial refleja la alegría de las gentes que se ponían en camino para subir a Jerusalén y orar en el templo. Hoy vivimos en medio de una tremenda confusión. Pero, como los antiguos israelitas, nos atrevemos a cantar: “¡Qué alegría cuando me dijeron: ¡Vamos a la casa del Señor!” (Sal 121,1). 

En este primer domingo de Adviento san Pablo nos dice que ya es hora de despertar de nuestro letargo para caminar por las sendas de la luz. Que las ocupaciones y preocupaciones de cada día no fomenten la distracción ni nos sumerjan en la pereza (Rom 13,14).

EL TIEMPO DE NOÉ

 En el evangelio de este primer domingo de Adviento, Jesús recuerda los días del diluvio (Mt 24,37-44). Las gentes vivían tranquilamente, sin sospechar lo que estaba por llegar. Lo mismo sucederá o está sucediendo con la venida o manifestación del Señor.

Es preciso estar atentos a los signos de los tiempos. Las cosas son lo que son más lo que significan. Y lo mismo ocurre con los acontecimientos. Necesitamos prestarles atención para aprender a leer los mensajes que pueden transmitirnos.

Los sucesos de cada día nos hablan de la caducidad de todo. Nada es definitivo. Y además, los sucesos de cada día nos invitan a mantenernos despiertos y vigilantes. El evangelio menciona a las personas que están en una misma situación o en un mismo trabajo, pero añade que  no a todos les espera la  misma suerte.

Estamos viviendo el tiempo de Noé. Tenemos que preguntarnos si podremos entrar en el arca y salvar nuestra existencia o pereceremos arrastrados por las aguas del diluvio. Nuestra necedad nos ahogaría. Pero la observación de la situación ha de favorecer  nuestra conversión, para no ser arrastrados por el diluvio de hoy.

 LA IGNORANCIA DE LA HORA

La reflexión sobre la venida imprevisible del Señor comporta la invitación de Jesús a mantenernos vigilantes. “Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor”. 

• No estamos a la espera de “algo”, ya sea deseado o temido. Hemos de manteneros en vela, aguardando la manifestación de nuestro Señor. Para ello necesitamos la virtud de la templanza. Las mil adicciones que nos tientan cada día nos llevan a vivir distraídos, como las gentes a las que sorprendió el diluvio.

 • Ante la curiosidad de los discípulos que deseaban saber cuándo vendría el Señor, Jesús repitió que no era posible saber el día o la hora de su manifestación. Seguramente quería advertir a los suyos del peligro de obsesionarse por el futuro e ignorar los compromisos del presente que nos exige la esperanza.   

Estad en vela Mt 24, 37-44 (ADV1-25)

En el evangelio de hoy, el evangelista nos deja para la reflexión una actitud concreta: hay que estar alerta para no ser sorprendidos. Mateo, con su pedagogía habitual, nos ofrece cuatro ejemplos de personas sorprendidas por los acontecimientos y exhorta a la vigilancia y a la espera activa.

En el primer ejemplo (vv. 37-39), el no estar vigilantes a la venida de Jesús es comparado con la situación de la humanidad en los tiempos de Noé, donde la mayoría de las personas, no estaban preparadas para los acontecimientos que sobrevinieron. Los días previos al diluvio la gente comía, bebía y se casaba. Luego, el diluvio llegó sin esperarlo y arrastró a todos, no por su falta de fe sino por su descuido e inconsciencia. Así será también la venida del Hijo del hombre.

El segundo y tercer ejemplo (vv. 40-41) son similares y reflejan a dos hombres y dos mujeres ocupados en su tarea cotidiana, con resultados diferentes, porque la situación cambiará para uno de ellos. De ahí la repetición de la advertencia, a mantenernos despiertos, en constante vigilancia.

El último ejemplo (v 43) hace referencia al dueño de una casa e insiste en la necesidad de prepararse para un acontecimiento que sucederá en tiempo desconocido: “si supiera el dueño de la casa”. Si no es posible conocer el día y la hora la única opción que nos queda es estar preparados para que la venida del Señor no nos encuentre dormidos, buscando otras cosas. El dueño de la casa no sabía que iba a venir el ladrón y, por tanto, no tenía por qué estar en vela. Sin embargo, a los discípulos se les exhorta a vigilar.

Velar es una forma de vivir y de relacionarnos con Jesús, que lleva al cristiano al compromiso con la justicia, con la paz, en una espera activa y transformadora.

LA PALABRA HOY

Comienza el Adviento y todo nuestro ser se pone en movimiento. Nuestra vida está necesitada de la dinámica de Dios, de un itinerario que hay que mirar con ojos de niños. Un niño va a nacer, lo esperamos, nuestro mundo lo necesita, por eso estamos expectantes, atentos. De ahí nuestra espera. Anhelamos una esperanza que no defrauda, que no abandone nuestros frágiles anhelos al lado del camino. Una gran invitación la de este domingo: vigilar, estar atentos, el tiempo está llegando, el momento es propicio ya está aquí.

Carmen Román Martínez, OP.