“Está claro que Dios no
hace distinciones: acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la
nación que sea”. Con esas palabras se
presenta Pedro ante el centurión Cornelio, según se nos cuenta en la primera
lectura de la misa de hoy (Hech
10,25-48).
Seguramente
hoy nos resultan bastante lógicas esas palabras. Pero hemos de preguntarnos qué
asombrosa conversión ha debido operar el Espíritu de Dios en la mente y en el
corazón de aquel pescador de Galilea.
De paso,
podemos reflexionar sobre nuestras dificultades para aceptar a los demás y para
anunciarles con gozo, respeto y esperanza el mensaje de Jesús. Un mensaje
universal de salvación, de gracia y de justicia.
Evidentemente,
todos necesitamos recibir la luz y la fuerza de un nuevo Pentecostés. No
será posible la nueva evangelización
si no nos ayuda la gracia del Espíritu Santo.
EL PUENTE DEL AMOR
Esa
visión universal es fruto del amor, al que se refiere la palabra de Jesús que
se proclama en el evangelio de este domingo sexto de Pascua. (Jn 15,9-17). El
texto sigue a la alegoría de la vid y los sarmientos, que hemos meditado el
domingo anterior. El que hoy se nos propone es inmensamente rico.
• Jesús
nos revela el amor que le une a su Padre celestial. Un amor que no le cierra en
sí mismo, puesto que quiere comunicarlo a sus discípulos. Jesús se nos muestra
como el puente por el que nos llega el amor del Padre.
• A los
discípulos Jesús les deja como don y como herencia un único mandamiento: el
mandamiento del amor. Permanecer en el amor es la clave para saber que
permanecemos en el amor de Dios.
• Pero el mandamiento del amor no puede ser
concebido como un peso. Es una liberación. Es la clave de nuestra realización
personal y de la construcción de una comunidad armónica. Es la fuente de la
alegría que Jesús nos comunica.
EL AMOR
MÁS GRANDE
Ahora bien, de sobra sabemos que el amor es
una palabra que puede significarlo todo y no significar nada. Hace falta una
piedra de toque para conocer su verdad. Y Jesús nos la ofrece: “Nadie tiene
amor más grande que el que da la vida por sus amigos”.
• El amor
más grande no se manifiesta en la compasión puntual y pasajera ante los
desastres provocados por un terremoto o ante el drama espantoso de la
inmigración reducida a un tráfico de esclavos.
• El amor
más grande tampoco puede ser identificado con una ayuda voluntariosa y
pasajera. Jesús no nos ha enviado para identificarnos con una “organización no
gubernamental”, como advierte el Papa Francisco.
• Jesús
manifestó el amor más grande al entregar su vida por nosotros. Pedro aceptaba
ampliamente a Cornelio, el centurión romano. Y un día habría de entregar su
vida a manos de los romanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario