“Reconoce hoy y medita en tu corazón que el Señor es el único
Dios allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra, no hay otro”. Así
habla Dios a Moisés, Según el libro del Deuteronomio que hoy se lee en la
misa (Dt 4,32-34.30-40). Estas palabras
no están aisladas. Hay que leerlas en el contexto de lo que las precede y las
continúa.
Antes de ellas está el recuerdo de tres
maravillas que Dios ha realizado: la creación del mundo, los prodigios que
llevó a cabo para liberar a su pueblo de la esclavitud de Egipto, y la
revelación de su voluntad en el monte Sinaí.
Lo que sigue a esta proclamación del
Dios único corresponde al hombre: guardar los mandamientos de Dios. A esa
fidelidad a lo que Dios prescribe seguirá la felicidad para la familia y la
prosperidad en la tierra que Dios le concede.
Como dice el Papa Francisco en su
exhortación La alegría del Evangelio,
los cristianos “creemos, junto con los judíos, en el único Dios que actúa en la
historia, y acogemos con ellos la común Palabra revelada. (EG 247).
EL BAUTISMO
Pero, en el mismo documento, el Papa da
un paso más para recordar lo específico de la fe cristiana: “El Espíritu Santo, enviado por el Padre y el Hijo, transforma nuestros corazones y nos hace
capaces de entrar en la comunión perfecta de la Santísima Trinidad, donde todo
encuentra su unidad. Él construye la comunión y la armonía del Pueblo de Dios.
El mismo Espíritu Santo es la armonía, así como es el vínculo de amor entre el
Padre y el Hijo (EG 117).
Esta fe en la Trinidad Santa de Dios hunde sus raíces en
las palabras de Jesús que hoy se proclaman en el evangelio (Mt 28,16-20). Jesús
resucitado había dado cita a sus discípulos en un monte. Desde allí los envía
por el mundo a anunciar su palabra y a bautizar a las gentes “en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.
Bien sabemos que el nombre significa, indica y revela a
la persona. Así que hemos sido lavados, inmersos e incorporados en la bondad misericordiosa
del Padre, en la cercanía y la salvación de Jesús, que es Camino, Verdad y
Vida, y en la verdad y el amor que nos comunica el Espíritu Santo.
LA FE Y EL CAMINO
Nuestra fe en la Trinidad Santa de Dios
no puede quedar en una mera afirmación
teórica. Nuestra fe en el Dios trino y uno es la fuente de nuestros valores, de
nuestros compromisos y de nuestras esperanzas.
El Papa Pablo VI sacaba ya cinco
importantes consecuencias: “De aquí parte nuestro vuelo al misterio de la vida
divina, de aquí la raíz de nuestra fraternidad humana, de aquí la captación del
sentido de nuestro obrar presente, de aquí la comprensión de nuestra necesidad
de ayuda y de perdón divinos, de aquí la percepción de nuestro destino
escatológico”.
Es evidente que
esta fe trinitaria ya ha tenido un comienzo en la profesión de fe bautismal.
Pero ha de ir recorriendo un camino de oración contemplativa y de acción y
testimonio diario. Y ha de alcanzar un día su culminación en la gloria eterna
de Dios.
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