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Tomás y la comunidad (PAC2)

“Los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones”. Este texto (Hech 2, 42) suele ser conocido como uno de los “sumarios de los Hechos”. En él se resumen los puntos básicos que configuran una comunidad cristiana.

El texto continúa subrayando la buena impresión que los hermanos causaban entre sus vecinos de Jerusalén. Y recuerda que los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común”. Muchos grupos han tratado a lo largo de los siglos de vivir “como los primeros cristianos”.

Y no está mal ese deseo. Compartir los bienes con los hermanos, celebrar la fracción del pan y alabar a Dios con alegría y de todo corazón es un excelente resumen de la vida cristiana. La vida de los que han renacido para una esperanza viva y para una herencia incorruptible, como dice la primer carta de Pedro (1 Pe 1, 3-4).

Un comportamiento semejante no dejaría de llamar la atención también en nuestro tiempo. En realidad, ese sería el principio de la evangelización, como afirmó Pablo VI.
COMPARTIR LA FE
El evangelio que se proclama en este segundo domingo de Cuaresma es muy conocido (Jn 20, 19-31). El lugar en el que se desarrolla la escena es una casa cerrada por miedo a los judíos. Y el tiempo es el primer día de la semana. El mismo día en que Magdalena y las otras mujeres, Pedro y el discípulo amado habían encontrado vacía la tumba de Jesús.

• Jesús se resucitado se hace presente entre sus discípulos. Mostrar las llagas de sus manos y su costado equivalía a asegurarles de su identidad. El resucitado era el mismo que había sido crucificado. Y, por otra parte, significaba que el camino de Jesús a la gloria pasaba necesariamente por el abajamiento hasta la muerte y muerte de cruz.

• Hay un segundo detalle importante en el relato. Los discípulos de Jesús lo habían abandonado en la hora triste de su prendimiento en el Huerto de los Olivos. Ahora Jesús no viene a reprenderlos. Ni siquiera les menciona aquel abandono. Con su presencia viene a ofrecerles el don de su paz y su perdón. Y la misión de pasar ese perdón a los demás.

• Un tercer punto merece ser subrayado. Nadie cree de verdad si no comparten su fe con los demás. Los que han descubierto al Señor resucitado no se reservan esta experiencia como un honor y un privilegio. La comunican gozosamente a Tomás, cuando éste se reincorpora a la comunidad: “Hemos visto al Señor”.
DESCUBRIR LAS LLAGAS

El evangelio que hoy se proclama nos presenta dos escena. En la primera no está presente el apóstol Tomás. A primera vista parece un incrédulo, cuando era el único apóstol que había demostrado su decisión de subir con Jesús a Jerusalén y aceptar su pasión.

En la segunda escena, Tomás se ha reintegrado en el grupo cuando se les revela el Señor Resucitado. Descubrir las llagas de Cristo no es para el motivo de escándalo, sino apoyo para su fe. Tres frases marcan el diálogo que centra el encuentro.

• “No seas incrédulo, sino creyente”. Estas palabras de Jesús recuerdan a Tomás que el misterio de la cruz no era el final del camino. Si hace falta fe para aceptar la muerte de Jesús, es preciso mantenerla y avivarla para aceptar su resurrección.

• “¡Señor mío y Dios mío!” La respuesta de Tomás refleja la confesión de la fe de todos los cristianos. Las palabras y las acciones de Jesús revelaban ya su dignidad y su misión. Pero el misterio de su muerte y resurrección nos empuja a confesar su señorío y su divinidad.

• “Dichosos los que crean sin haber visto”. Con esas última bienaventuranza del evangelio, Jesús constituye a Tomás en el primer eslabón de una larga cadena. Los que le seguimos en la fila apoyamos nuestra fe en la fe de los que han visto al Señor resucitado.

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