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La fe y la vida Mc 5,21-24.35-43
“Dios no hizo la muerte ni se
recrea en la destrucción de los
vivientes”. Así lo proclama el texto del libro de la Sabiduría que hoy se lee
en la celebración de la eucaristía “Dios creó al hombre para la inmortalidad y
lo hizo imagen de su propio ser; pero la muerte entró en el mundo por la
envidia del diablo, y los de su partido pasarán por ella” (Sab 1,13-15;
2,23-25).
Es verdad que la cultura griega del
momento aceptaba solamente una cierta inmortalidad del espíritu humano, pero no
podía llegar a creer en la resurrección de los muertos. Bien clara quedó esa
resistencia en la actitud displicente con la que los sabios atenienses
recibieron el discurso que San Pablo les dirigió en el Areópago.
El texto bíblico no pretende enzarzarse
en esas discusiones. Al autor sólo le interesa subrayar la fe en el Dios
creador de la vida. El hombre ha sido creado a imagen de Dios. Pero la justicia
de Dios, es decir, su santidad y su misericordia son eternas. Luego también el
hombre está llamado a sobrevivir más allá de la frontera de la muerte
LAS SEMEJANZAS
Acompañada de la enfermedad y el dolor,
la muerte aparece también en el evangelio de hoy (Mc 5,21-43). Es un relato muy
rico en el que las semejanzas se entrecruzan con los contrastes. Por muy
interesantes que sean los detalles de esta doble escena, todos apuntan a Jesús.
En Él se manifiestan el poder y la misericordia de Dios.
• En el texto se evocan de modo muy
llamativo dos realidades tan humanas como son la enfermedad y la muerte. Ambas
aparecen aquí reflejadas en la peripecia de dos mujeres. Una lleva doce años
enferma de hemorragias. Y doce años tenía también la hija de Jairo al caer en
brazos de la muerte.
• En las dos situaciones se subraya el
poder de la oración. Por la niña intercede su padre con una súplica expresada
en palabras. La mujer enferma ruega por sí misma, desde el silencio de su
soledad. En casa de Jairo, la algarabía deja paso al silencio. La mujer enferma
es arrancada del silencio para hacer pública su sanación. Su silencio reclama
la Palabra que es Jesús.
EL TACTO Y LA FE
El relato evangélico subraya además la
importancia del tacto físico, es decir de la cercanía del ser humano a la
humanidad de Cristo. Pero al mismo tiempo nos advierte del riesgo de caer en la
magia. El tacto y la palabra son nada y menos que nada sin la fe.
• En los dos casos, se subraya la
importancia de los sentidos. Jesús
“notó” que alguien le había tocado y que de él había salido un poder. También
la mujer enferma “notó” que había sido curada. Por otra parte. Jesús “tomó de
la mano” a la niña muerta. Evidentemente, la divinidad de Cristo no supone la
negación de su humanidad.
• Pero en los dos casos adquiere una
importancia definitiva la fe. Creer en Jesús es confiar en la bondad y la
misericordia de Dios, que se hacen manifiestas en las palabras y en los gestos
de su Hijo. Jesús dice a la mujer que su fe la ha salvado. A Jairo Jesús le
dirige una exhortación a la confianza: “No temas; basta que tengas fe”.
Cuentos evangélicos
¿Cómo se sintió la mujer adúltera al ver
que Jesús la libraba de una muerte horrible? ¿Cuál sería el itinerario
interior recorrido por Juan Bautista en su vuelta del
desierto al Jordán? ¿Cómo nos narraría el hermano de Jairo la
sorprendente resurrección de su sobrina, de la que él fue testigo de
excepción? Acostumbrados a acercarnos al Evangelio para sacar de él inmediatamente una moraleja, corremos a menudo el riesgo
de pasar de puntillas por el eco tan personal, tan humano, que todos
esos acontecimientos hubieron de dejar en sus protagonistas.
Estos cuentos, introducidos cada uno de ellos por una imagen de Fano, son un sencillo intento de aproximarnos a él.
Autor Ricardo Vargas
Editorial Monte Carmelo (Colección Agua Viva) 138bpáginas
ISBN 978-84-8353-555-4
Precio 14 euros
El viento y el mar Mc 4,35-40 (TOB12-15)
“Hasta aquí llegarás y no pasarás, aquí
se romperá la arrogancia de tus olas”. Con esas órdenes terminantes Dios ha
puesto límite a los mares, según él mismo recuerda a Job (Job 38,11). Pero ¿por
qué mencionar la bravura del mar?
Como se sabe, según el libro bíblico,
Job es un hombre bueno. Ha cumplido la ley del Señor y espera que Dios
recompense su fidelidad. Lo que no se espera son los desastres que le
sobrevienen de pronto, incluida la muerte de sus hijos y su propia enfermedad.
Los amigos parecen venir a consolarle,
pero no hacen más que repetirle la tesis tradicional. Dios premia a los buenos
con bienes y castiga a los malos con males. Si a Job le han caído tantos
desastres es señal de que ha sido un malvado. Job se subleva y desafía al mismo
Dios.
Dios acude a la llamada para recordarle
que sólo Él puede frenar la fuerza de los mares. Si Job no conoce los secretos
de la naturaleza ni tiene fuerza para dominar a la creación, ¿cómo pretende
conocer el misterio de la retribución? Haría bien en callarse. Y eso es lo que
hace Job.
LAS PARADOJAS
En el evangelio de hoy aparece también
el mar. Un vendaval lanza unas olas tan grandes que el agua va llenando la
barca, en la que navegan los discípulos, llevando a Jesús a bordo (Mc 4,
35-40). Este relato tan conocido
presenta algunas paradojas.
•
Los discípulos han obedecido la indicación de Jesús de pasar a la otra orilla
del lago. Pero la obediencia al Maestro y la misión a la que les ha llamado no
les ahorran los riesgos y el peligro de hundirse en el mar.
• Jesús ha mostrado su poder contra los
demonios. Y mostrará ahora su dominio de los vientos y los mares. Pero ahí está
en la barca, dominado por el cansancio y por el sueño. Evidentemente su fuerza
se manifiesta precisamente en su debilidad.
• Los discípulos han seguido a Jesús. Y,
dominados por el miedo son capaces de pedirle ayuda. Pero el Maestro no deja de
reprocharles su cobardía y su falta de fe. Es claro que la fe se presenta como
el puente que nos ayuda a pasar del miedo a la confianza.
LAS PREGUNTAS
Este relato evangélico parece girar en
torno a dos preguntas que brotan espontáneas de la boca de los discípulos de
Jesús:
•
“Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?” En la pregunta se esconde ya
la respuesta. Es claro que a Jesús sí le importan sus discípulos. Los ha
elegido personalmente. Y presta atención a sus problemas y dificultades. Al
Señor la preocupa siempre la suerte de sus seguidores. Esta es la pregunta de
la desconfianza por parte de los seguidores de Jesús.
• “¿Pero quién es éste a quien el viento
y las aguas obedecen?” También en esta
pregunta se incluye la respuesta. Jesús es un hombre en quien se hace presente
la fuerza del Dios que había puesto fronteras a los mares. Esta es la pregunta
que revela el camino que conduce a la fe y al testimonio de la fe en el enviado
por Dios.
Así pues, los seguidores de Jesucristo
hemos de saber que la fe no va ahorrarnos las dificultades y los riesgos. Pero,
aun en medio de las dificultades, hemos de comportarnos con la confianza y la
esperanza que brotan de la fe.
La alegría del evangelio. La web de Raúl Navarro Barceló
Una web con diversidad de recursos y de formación: power point dominicales, meditaciones, preguntas, imágenes, recursos. Para visitar, vaya.
Educar la mirada
No vemos las cosas como son, sino como somos. Por esta razón 'educar la
mirada' es ayudar a la persona a situarse conscientemente en la
realidad, dotándola de herramientas cognitivas para sortear los
obstáculos y distorsiones perceptivas, ya sean las propias de la
naturaleza humana o las heredadas socialmente a través de ciertos
estereotipos y esquemas de pensamiento único. El libro, claro,
didáctico, pero con rigor científico, constituye una herramienta básica y
novedosa, que incluye numerosas actividades, para educadores
preocupados por cambiar y mejorar nuestro mundo mediante un capital
humano y cultural mucho más poderoso y sostenible que el capital
económico.
Autor César García-Rincón de Castro
Ediciones Narcea
144 páginas
ISBN 9788427715097
Precio 14,50 euros
Árboles y aves Mc 4,26-34 (TOB11-15)
“Arrancaré una rama del alto cedro y la
plantaré…Y todos los árboles silvestres sabrán que yo soy el Señor, que humilla
los árboles altos y ensalza los árboles humildes, seca los árboles lozanos y
hace florecer los árboles secos”. Con un lenguaje alegórico, este texto del
profeta Ezequiel describe algunos rasgos del proceder de Dios (Ez 17,22-24).
En primer lugar, el profeta subraya la
iniciativa de Dios. Él es quien elige los pueblos, los eleva o los deja de
lado, como hace el labrador con los esquejes de los árboles que decide
trasplantar de un terreno a otro.
En el texto se repite dos veces la
palabra “arrancaré” y tres veces la palabra “plantaré”. Con estas promesas
se deja entrever la voluntad de Dios y
su iniciativa sobre la historia de las personas y de los pueblos
La lección queda aclarada al final: “Yo
soy el Señor… Yo, el Señor, lo he dicho y lo haré”. Evidentemente, no tiene
sentido la altanería humana. Una enfermedad, una catástrofe natural o unas
elecciones políticas pueden cambiar la vida de una persona o la de un pueblo.
LA ESPERANZA EN PARÁBOLAS
Hoy escuchamos dos parábolas que solo se
encuentran en el evangelio de Marcos (Mc 4, 26-34). Con las dos trata Jesús de exponer
el misterio del Reino de Dios. Su lenguaje y las imágenes que emplea podían
llegar perfectamente a la mente de los oyentes del Maestro.
•
En la primera el reino de Dios se compara con un hombre que echa la simiente en
la tierra y se aleja del campo, mientras que la semilla va creciendo por sí
sola, sin que él sepa cómo. Es claro que nuestra evangelización y testimonio
puede llevar el Reino de Dios a un lugar o a una cultura. Pero no depende de
nosotros que eche raíces y prospere.
• En la segunda parábola se menciona la
semilla de la mostaza. Es tan pequeña como la punta de un alfiler. Pero crece
hasta convertirse en un árbol. Así es el Reino de Dios. Los que sólo piensan en
grande, nunca sospecharían que una iniciativa de evangelización, aparentemente
insignificante, puede llegar a dejar un rastro importante en el mundo.
La primera parábola nos invita a vivir
en humildad, porque el Reino de Dios crece aunque nosotros nos quedemos
dormidos. La segunda parábola nos anima a vivir en la esperanza, puesto que el
Reino de Dios tiene una fuerza que no podemos sospechar.
LAS AVES Y SUS NIDOS
Así pues, las dos parábolas contienen
una crítica de las dos tentaciones habituales contra la esperanza: la
presunción de quienes se atribuyen todos los méritos de la evangelización, y la
desesperanza de quienes desconfían de la fuerza del Evangelio. En el fondo,
ambos creen en sí mismos más que en el poder de la Palabra de Dios.
• Pero hay un detalle común que se
encuentra tanto en la profecía de Ezequiel como en la catequesis de Jesús: la
alusión a los pájaros y a los nidos. Las aves del cielo pueden llegar a anidar
tanto entre las altas ramas del cedro como entre las ramas de un árbol más
modesto como es el de la mostaza. Los pájaros viven y cantan en los árboles,
sea el que sea su tamaño.
• Así pues, el resultado de la
evangelización no depende solamente de la vigilancia del sembrador, ni del
tamaño o la aparente importancia de su
iniciativa, ni de la altura o la calificación social del desarrollo que
alcance según la apreciación habitual. Evidentemente, “lo esencial es invisible
para los ojos”. Todo es gracia
Un publicano llamado Zaqueo
El P. Antonio Pavía hace una relectura del episodio de Zaqueo para extraer las enseñanzas que su situación puede ofrecer al discípulo cristiano hoy día. Zaqueo representa al hombre satisfecho, el hombre que se ha propuesto metas y las ha alcanzado, pero que no es ajeno a la fragilidad del ser, a la crisis de ser algo más que su estatus. En este ir y venir de ideas, pensamientos, interrogantes, tantas veces apartados pero nunca resueltos, llega a sus oídos una noticia: Jesús de Nazaret está en la ciudad. Ante la proximidad del Hijo de Dios, el hombre previsor y metódico rompe sus moldes y, sobreponiéndose al ridículo, trepa a un árbol para verle. Este hombre al que no le falta nada es lo suficientemente sabio para sopesar su vida y comprender que le falta el todo: su encuentro con Dios.
Autor Antonio Pavía
Editorial San Pablo
ISBN 9788428546621
200 páginas
Precio 12 euros
La sangre de la Alianza Mc 14,12-16.22-26 (Corpus Christi)
“Esta es la sangre de la alianza que
hace el Señor con vosotros, sobre todos estos mandatos”. Con estas palabras
acompaña Moisés el rito de asperjar a las gentes de su pueblo con la sangre de
los animales degollados como sacrificio de comunión (Ex 24, 8).
Estas palabra están colocadas como
culminación de lo que se suele conocer como el “Códice de la Alianza”. La
experiencia religiosa del Monte Sinaí significa la revelación de Dios al pueblo
de Israel. El Dios que lo ha liberado de la esclavitud sufrida durante tantos
años en las tierras de Egipto. El único de Dios.
Ahora bien, la iniciativa liberadora de
Dios no estaba completa si el pueblo no asumía de forma responsable la tarea de
continuar su liberación. Eso significan las normas contenidas en el Decálogo.
De ahí que la moral de Israel haya que entenderla como la “Moral de la
Alianza”.
La aspersión con la sangre de las
víctimas ofrecidas al Señor es el sello que viene a ratificar esa alianza entre
Dios y su pueblo. Hay un pacto de Sangre entre el libertador y los liberados.
La libertad es un don gratuito, pero es también una tarea responsable
LA ENTREGA DEL PAN
El texto evangélico que hoy se proclama
nos sitúa en el contexto de la última cena que
Jesús celebra con sus discípulos antes de su muerte. Dos de ellos la han
preparada en la casa del hombre del cántaro. Se supone que es la cena pascual.
Los hebreos sacrifican en el templo los corderos y dan gracias por la
liberación que Dios concedió a sus padres.
Mientras están a la mesa, Jesús toma el
pan, pronuncia la bendición, lo parte y se lo da a sus discípulos: diciendo:
“Tomad, esto es mi cuerpo”. La entrega del pan, significa que Jesús ha entregado
su vida por los suyos y ha de entregarla de forma definitiva. Aquel gesto abrazaba los tiempos. A la vez
recordaba esa entrega y la anticipaba.
Pero, al mismo tiempo aquel gesto se
convertía en modélico y normativo. Los discípulos habrían de repetir el signo y
su significado. Celebrarían la eucaristía con fe en su Señor. La repetirían en
la esperanza de su manifestación. Y la convertirían en memorial y signo de su
caridad, es decir de su amor a su Maestro y de su amor recíproco.
EL VINO NUEVO
A continuación Jesús hace lo mismo con
una copa de vino. Pronuncia la acción de gracias a Dios, la pasa a sus
discípulos y todos van bebiendo de ella. Las palabras del Maestro han quedado
grabadas en la memoria de los suyos:
• “Esta es mi
sangre, sangre de la alianza, derramada por todos”. Jesús es el nuevo Cordero
de la Pascua nueva y universal. Con la sangre de Jesús, Dios renueva su
alianza. Pero ahora no la ofrece solamente por los hebreos que peregrinan por
el desierto. La ofrece en señal de redención por todos los hombres.
• “No volveré a beber del fruto de la vid hasta el día
que beba el vino nuevo en el Reino de Dios”. La copa se pasaba de mano en mano
como signo de comunión. Nos impresiona esa certeza de Jesús de que ya no beberá
vino. Pero lo verdaderamente importante está en la segunda parte de la frase.
Jesús anuncia la total novedad de la comunión fraterna en el Reino de Dios.
La Biblia en rostros de mujer
Descubrir el lado o el
rostro femenino de la Biblia es necesario, pero no es fácil hacerlo
equilibradamente. Existen feminismos «reactivos», agresivos y feminismos
«reaccionarios», anclados en el tradicionalismo. Estas páginas
pretenden invitar a releer las historias de mujeres bíblicas,
descubriendo no solo al personaje, sino también el mensaje y el paisaje,
con sus ambigüedades, con sus luces y sus sombras. Mi propósito es
eminentemente catequético. El mensaje bíblico parte de un principio
fundamental: el hombre y la mujer, los dos unidos, y no por separado, encarnan la imagen de Dios (Gén 1,27).
Autor Domingo J. Montero
Editorial CCS
120 páginas
ISBN 978-84-9023-259-0
Precio 11,90 euros
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