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Los confines del mundo Mt 28,16-20 (PAA7-17) Ascensión
“Seréis
mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines de la
tierra”. He aquí el último mensaje de Jesús antes de ser elevado a la gloria de
Dios, según se narra en la primera lectura de esta fiesta (Hch 1,1-11).
Sus
apóstoles lo han visto siempre como un mesías nacional. Jesús les habla
del Reino de Dios, pero ellos solo piensan en el reino de Israel. Siguen
soñando en los puestos de poder que su Maestro puede confiarles. Pero él abre
ante sus ojos un horizonte universal. Ellos mismos reciben el encargo de
anunciar ese Reino de Dios “hasta los confines de la tierra”.
En
la segunda lectura se nos recuerda que al Cristo resucitado Dios lo ha
constituido como cabeza suprema de la Iglesia, que es su cuerpo. ¿Qué nos queda
a nosotros? Pedimos confiadamente que Dios ilumine los ojos de nuestro corazón
para que descubramos la esperanza a la que hemos sido llamados (Ez 1,
17-23).
ENVÍO Y LLAMADA
En
el relato evangélico que se proclama en esta solemnidad de la Ascensión del
Señor (Mt 28,12-20) podemos encontrar algunos detalles que se refieren a
Jesús, a sus discípulos y también a nosotros mismos.
•
En primer lugar, a Jesús se le ha dado autoridad plena sobre el cielo y sobre
la tierra. Como sabemos, el demonio se había atribuido el poder y la posesión
de todos los bienes de la tierra (Lc 4,6). Pero mentía. Sólo Jesús es el Señor
del universo y de la historia.
•
Los discípulos habían sido llamados un día allá en la Galilea de los gentiles.
Es cierto que allí habían dudado de Jesús, pero precisamente ahí terminan
adorándolo. Y desde ahí son enviados a hacer discípulos a todos los pueblos de
la tierra.
•
Y, por nuestra parte, nosotros agradecemos que el Señor haya pensado en
nosotros y nos haya llamado a escuchar atentamente su evangelio, a
recibir gozosamente el bautismo y a insertarnos finalmente en la
realidad misma de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
EL GRAN MENSAJE
Muchas
veces hemos meditado las últimas palabras de Jesús, tal como se recogen al
final del Evangelio de Mateo: “Sabed que yo estoy con vosotros todos los días
hasta el final de este mundo”. Ese es el gran mensaje que resuena en la
fiesta de su Ascensión a la gloria de Dios.
•
“Yo estoy con vosotros”. El evangelio de Mateo comenzaba aplicando a
Jesús el nombre de Emmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”. Y termina
precisamente recogiendo su promesa de estar siempre con nosotros. Aquel nombre
era el resumen y la clave de su misión.
•
“Todos los días”. Jesús había enseñado a sus discípulos a pedir a Dios el pan
de cada día (Mt 6,11; Lc 11,3). Pero bien sabemos que Jesús es el verdadero pan
del cielo. Él será un guía permanente para sus seguidores. Él será su pan en el
desierto un día tras otro.
•
“Hasta el final del mundo”. Los discípulos soñaban un reino circunscrito
a los límites de su pueblo. Pero ahora Jesús los envía a ensanchar los
horizontes de la misión. Su palabra habrá de ser semilla de esperanza sembrada
en todo el mundo.
Triple relación Jn 14,15-21 (PAA6-17)
“Les
imponían las manos y recibían el Espíritu Santo” (Hch 8,17). Esas palabras del
libro de los Hechos de los Apóstoles cierran la primera lectura que se proclama
en la celebración de la misa del sexto domingo de Pascua. Es sorprendente ver
que el anuncio de Cristo en Samaría, por obra de Felipe, produce efectos
admirables: la liberación del mal, la curación de las enfermedades y la
difusión de la alegría.
A
la vista de esos prodigios, la comunidad de Jerusalén envía allá a Pedro y a
Juan. Su presencia garantiza la autenticidad de aquella misión. Y finalmente la
completa con la imposición de las manos sobre los bautizados, que aún no han
recibido el Espíritu Santo.
El
salmo responsorial (Sal 97) nos sugiere que también hoy la comunidad
cristiana ha de alabar al Señor de forma que todos los pueblos reconozcan su
grandeza y su santidad.
Pero
la alabanza verdadera es inseparable del ejercicio del amor mutuo, que es la
auténtica revelación de ese Dios que es amor (1 Jn 4,7-10).
VER Y VIVIR
Al
igual que el evangelio del 5º domingo de Pascua, también el que hoy se proclama
recuerda las solemnes palabras de Jesús después de la última cena. Muchas
ideas se agolpan en tan pocas líneas.
•
Jesús dirige a sus discípulos una gran promesa. Pedirá al Padre que envíe sobre
ellos “otro” Paráclito, es decir, otro Consolador o Abogado. Jesús
manifiesta que esa tarea formaba parte de su misma misión. Tarea que ha de ser completada
por el Espíritu de la verdad.
•
Además Jesús establece una distinción entre sus discípulos y el mundo en el que
viven. El mundo no conoce ni puede reconocer al Espíritu. Pero los discípulos
lo conocen porque viven en sintonía y mutua habitación con el Espíritu. Por esa
señal se caracterizan.
•
Aún hay más. Jesús promete también a sus discípulos que nunca los dejará
huérfanos. A pesar de las dificultades, ellos podrán verlo y en esa visión
consistirá precisamente la vida de la comunidad. Los creyentes vivirán ya en el
que vive para siempre.
EL CÍRCULO DEL AMOR
Todavía
podemos escuchar y meditar otra promesa de Jesús: “El que acepta mis
mandamientos y los guarda, ese me ama; y el que me ama será amado por mi Padre,
y yo también lo amaré y me manifestaré a él” (Jn 14, 21). Meditemos esas
palabras del Señor.
•
“El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama”. En las
relaciones humanas la sintonía en los valores y los propósitos es signo de
amor. De modo semejante, la prueba del discipulado no está en repetir las
palabras del Maestro, sino en aceptar y cumplir sus mandatos.
•
“El que me ama será amado por mi Padre”. En las relaciones humanas hay un
lazo que une a las generaciones entre sí. También Jesús nos enseña que quien le
ama de verdad será amado por el Padre, que nos ha entregado a su Hijo amado.
•
“Yo también lo amaré y me manifestaré a él”. En las relaciones humanas, el amor
no puede concebirse en una sola dirección. Quien ama espera ser correspondido.
Pues bien, Jesús promete amar a aquellos que le han manifestado su amor
cumpliendo sus mandatos.
Educar en libertad y respeto
El pasado jueves, el principal diario de mi ciudad, León, publicaba en su Tribuna un "manifiesto" laicista en el que invitaba a los padres, especialmente a los creyentes, a no matricular a sus hijos en religión bajo el epígrafe "No me matricules en religión".
Hoy, día 17 de mayo el Diario de León, acoge el artículo que he elaborado bajo el título de este post, comparto con vosotros el mismo. Los contenidos bien pueden servir a muchos profesionales de la educación para defender la importancia y la presencia tanto del área de Religión como del de Valores en el sistema educativo (enlace del Diario de León):
Una problemática creada artificialmente en
torno a la educación pública es la definición de las connotaciones adjetivas
que deben orientarla. Siempre hemos oído disparidad de posturas pero sorprende la
ligereza con que algunas opiniones retuercen el concepto de lo público para
presentar a los ciudadanos de hoy una realidad presuntamente respetuosa con los
ideales y las creencias de todos, sin dejar de ser, en sus raíces,
interpretaciones sectarias que buscan disfrazarse como planteamientos
auténticamente democráticos y positivos.
Asentar como dogma una educación inclusiva
basada en el principio del laicismo desde la laicidad de las instituciones
públicas resulta paradójico por cuanto ambos términos se contradicen entre sí.
El primero se opone a todo aquello que no sea estrictamente laico o que
entienda que cuestiona sus planteamientos desde la razón teórica y práctica. La
laicidad busca el reconocimiento diferenciado de lo civil y lo religioso
promoviendo cauces de entendimiento, encuentro y conocimiento mutuos. Por
desgracia, lo laico y la laicidad han sido deformados sistemáticamente por
grupos que promueven el laicismo activo desvirtuando así sus verdaderos sentidos.
El socialista Gregorio Peces Barba, uno de los
padres de la constitución española, ya advertía hace una década sobre la
naturaleza del laicismo como un movimiento que reflejaba una actitud enfrentada
y beligerante. Esta óptica nada sospechosa para los grupos de ideología de
izquierda, supongo, dejaba al descubierto que las posturas e ideales defendidos
desde el laicismo ni buscan el respeto por lo diferente ni promueven la
libertad de todos los que forman parte de una sociedad democrática.
No se puede abanderar una educación inclusiva
defendiendo de antemano la exclusión de un determinado conocimiento por el mero
hecho de que no coincida con los pensamientos propios o no los valore con
suficiencia. Por mucha publicidad que se haga de sus postulados, ningún grupo o
asociación puede usurpar el derecho legítimo y democrático que les asiste a los
padres para educar a sus hijos según sus convicciones. Las leyes y los espacios
educativos deben articular medidas que lo hagan posible y habilitar fórmulas
que lo desarrollen. La actual ley educativa dio un paso importantísimo para
posibilitar la educación de aquellos alumnos cuyas familias no deseaban unos
conocimientos culturales y religiosos para sus hijos: el área de Valores Sociales
y Cívicos, en Primaria, o Valores éticos, en Secundaria. Antes, recordemos, la
alternativa al área de Religión Católica, era ninguna materia, ninguna oferta
educativa, una situación claramente discriminatoria.
El área de Religión Católica está orientado al
acercamiento a la cultura religiosa predominante en nuestro territorio que
permite descubrir, comprender e interpretar la sociedad que se ha modelado en
los últimos dos milenios de historia. Por ello, los alumnos de religión no son
exclusivamente creyentes. Hay familias ateas, agnósticas e incluso de otras
confesiones que valoran la importancia de conocer las raíces, las tradiciones,
la cultura y las creencias del país en el que viven. Conocer no practicar. He
aquí otra manida trampa de los defensores de la ignorancia cultural religiosa.
Confundir o colaborar a no distinguir la clase de Religión de la Catequesis es
simplemente un adoctrinamiento laicista interesado o, lo que es peor, un
ejercicio de desconocimiento conceptual y práctico supino. No es lo mismo
conocer en qué creen los cristianos, cómo lo celebran, qué moral respetan, cómo
se relacionan con Dios (ámbito escolar) que vivirlo como cristiano integrante
de la familia de los hijos de Dios en cuyo seno cultiva progresivamente su fe
(ámbito de la comunidad parroquial). El profesor de Religión busca que se
conozcan los pilares fundamentales del cristianismo mientras que el catequista
persigue la adhesión vivencial al mensaje de Cristo.
Otra falsedad maliciosa reside en argumentar la
presencia del área de Religión en la escuela como lastre de unos Acuerdos
Internacionales entre el gobierno español y la Santa Sede. Invito al lector a
consultar en internet el mapa de la situación académica de la asignatura de
religión dentro de la Unión Europea, realizado por su Comisión de Educación,
organismo comunitario oficial ajeno a las Iglesias. El área de religión está
integrado en los sistemas educativos de todos los países miembros con la única
excepción de Francia, aunque en los departamentos galos de Lorena y Alsacia ya
se haya habilitado un espacio educativo. Más aún. En el ámbito comunitario, es
obligatoria en la mayoría de los países del centro y norte, de mayoría
protestante, y es materia optativa en los países del este y sur, de mayoría
católica, con posibilidad de alguna exención como en el caso de Gran Bretaña. La
auténtica democracia reside, pues, en facilitar el ejercicio de los derechos
que son propios de los padres, no en usurparlos en base a la conveniencia
ideológica y partidista de intereses oportunistas alarmantemente
discriminatorios.
El espacio escolar debe ofrecer los
conocimientos de todo aquello que favorezca la educación integral de los
alumnos y les presente las claves del mundo y de la vida desde diversas
concepciones para que pueda configurar su personalidad de manera libre y abierta,
no amputada por modas o dogmas sociales muy discutibles, escondidos detrás de
un lenguaje despreciativo que impulsa un adoctrinamiento intransigente hacia el
diferente. Si hemos aprendido algo, custodiaremos entre algodones valores como el
conocimiento, la convivencia pacífica, la libertad de elección, el respeto al
otro, la sinceridad y los derechos humanos de todos, sí, de TODOS. Por eso creo
que los padres y los jóvenes deben gozar del derecho a elegir libremente entre
Religión y Valores. Si esta opción se diluyera, constataríamos tristemente que
el peor peligro contemporáneo, residente en el fanatismo ideológico, habría
triunfado. Y me huele que, entonces, no sería el fanatismo religioso el que
debería preocuparnos en España.
Juan Carlos García
Caballero
(profesor de Religión
Católica de la Diócesis de León)
El Señor es mi pastor Jn 10,1-10 (PAA4-17)
“¿Qué
tenemos que hacer, hermanos?” (Hch 2,37). Es el día de Pentecostés. Lleno de la
fuerza del Espíritu, Simón Pedro dirige su palabra a la multitud. Anuncia a
todos los oyentes que Dios ha glorificado a Jesús, al que ellos habían
conducido a la muerte. Y esta es la pregunta que los oyentes dirigen a Pedro y
a los demás apóstoles.
El
texto resume en pocas palabras el itinerario de la iniciación cristiana:
anuncio de la buena noticia sobre Cristo, atención a las preguntas de los que
acogen la Palabra, exhortación a la conversión y celebración de los
sacramentos. Sin olvidar una advertencia para escapar de esta generación
perversa y para abrirse al don del Espíritu. ¡Todo un programa de vida!
El
salmo 22 (ó 23 del texto hebreo) nos prepara a la escucha del evangelio,
al proclamar la alegría de contar con el Señor como nuestro pastor.
La
primera carta de Pedro, que nos instruye en estos domingos pascuales, nos
recuerda que Jesús nos ha redimido subiendo al leño de la cruz: “Andabais
descarriados como ovejas, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de
vuestras vidas” (1Pe 2,25).
EL PASTOR
El
domingo 4º de Pascua nos invita cada año a ver a Jesús como nuestro buen
Pastor. En el texto que se proclama este año (Jn 10,1-10), sobresale la alusión
al seguimiento:
•
El pastor llama por su nombre a las ovejas y las saca fuera del redil. La
imagen es muy sugerente. Los pastores de antes solían conocer a cada una de sus
ovejas y hasta les daban un nombre propio. Con esa imagen del pastor se
representa Jesús a sí mismo. Él conoce personalmente a los suyos y los saca
para llevarlos a buenos pastos.
•
El texto supone que, al llegar la noche, las ovejas de diversos rebaños se
recogen en un redil común. Por eso el pastor llama precisamente a las suyas,
las rescata de la indiferencia y sale al campo delante de ellas. Cuando ha
sacado todas las suyas, el pastor camina delante de ellas y las ovejas lo
siguen. Hay una relación especial entre Jesús y los suyos.
•
Las ovejas siguen al pastor porque conocen su voz, pero no seguirían a un
extraño. El texto sugiere que no es posible seguir al Señor si no se conoce su
voz, y recuerda el afecto que él guarda para cada uno de nosotros. Los extraños
no serán seguidos por las ovejas. Pero si alguien no sigue al Señor que le llama,
¿no será que no conoce su voz y le resulta extraño?
LA PUERTA
De
todas formas, en este año, el texto evangélico subraya también la imagen de la
puerta del redil donde se recogen las ovejas. También con ella se identifica
Jesús:
•
“Yo soy la puerta de las ovejas”. Él nos garantiza seguridad y abrigo en las
noches de turbación y de tormenta. Él nos libra del miedo y de los enemigos.
•
“Yo soy la puerta de las ovejas”. Él se abre cada mañana para que podamos
“salir” de nuestros refugios. Él desea que podamos gozar de la luz.
•
“Yo soy la puerta de las ovejas”. Él nos ofrece la salvación, la verdadera
libertad y los buenos alimentos que sostienen nuestra vida.
•
“Yo soy la puerta de las ovejas”. Él nos advierte para que no escuchemos a
quienes no vienen por él hacia nosotros. Él nos recuerda que son ladrones y
bandidos.
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