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La viña y los hijos Mt 21,28-32 (TOA26-20)
“Cuando el inocente se aparta de su inocencia, comete la maldad y muere… Y cuando el malvado se convierte de la maldad que cometió y practica el derecho y la justicia, salva su propia vida” (Ez 18,26-27). En este texto el profeta Ezequiel transmite un oráculo que completa la doctrina habitual de los dos caminos. La opción primera por el bien o por el mal puede ser corregida con el tiempo. De esa corrección depende el perder la vida o salvarla.
Nosotros solemos encasillar a las personas y deseamos mantenerlas en esa casilla para siempre. Sin embargo, todos pueden y podemos cambiar. Dios conoce las intenciones. Pero nuestros vecinos observan las acciones en las que se manifiestan esas intenciones.
San Pablo sabe bien por su propia experiencia lo que significan los cambios en las actitudes de una persona. Por eso escribe a los Filipenses que se mantengan unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir. Y los exhorta a asumir los sentimientos de Cristo Jesús (Flp 2,1-11).
DOS HIJOS Y DOS ACTITUDES
En el evangelio de este domingo Jesús expone a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo otra parábola en la que se menciona el trabajo en las viñas (Mt 21,28-32). Un propietario pide a sus dos hijos que vayan a trabajar a la viña. El padre es el mismo y el trabajo es idéntico, pero la respuesta de los hijos es diferente.
Según el papa Francisco, el primer hijo es un perezoso y el segundo es un hipócrita. Seguramente, las primeras comunidades cristianas veían en el primero la imagen de mundo pagano que parece rechazar el evangelio pero puede llegar a aceptarlo. El segundo hijo les recordaba al pueblo judío, que parecía escuchar la Ley, pero no la cumplía.
Sin embargo, aquellos dos modos de conducta se daban también en el seno de las mismas comunidades. Algunos hermanos parecían bruscos, pero trabajaban por el evangelio. Otros parecían muy obedientes, pero no colaboraban en la misión.
Un tercer paso nos recuerda nuestra propia situación. Hay personas que parecen vivir en una apostasía teórica, pero en realidad cumplen la voluntad de Dios. Y hay otras personas que conocen la Biblia y las enseñanzas de la Iglesia, pero no las llevan a la práctica. Con todo, ambos deberían reconocer que Dios es su Padre y que la viña les pertenece.
ESCUCHA Y CONVERSIÓN
Después de exponer la parábola, Jesús mismo interpela a los rsponsables del pueblo con una conclusión inquietante para ellos: “Los publicanos y las prostitusas van por delante en el reino de Dios”. La sola mención de esos dos grupos de personas es escandalosa.
• Los publicanos no solo eran considerados como avarientos y explotadores del pueblo. Eran despreciados por colaborar con el imperio romano. Eran vistos como pecadores y así se consideraban algunos a sí mismos.
• Las prostitutas eran despreciadas por todos. En Israel la prostitución era desde antiguo considerada como la imagen más significativa de la idolatría del pueblo, que ignoraba su alianza con Dios y se entregaba a los dioses falsos.
• Sin embargo, estas personas que parecían encarnar el pecado, escucharon la predicación de Juan Bautista y se convirtieron. Pero los sacerdotes y los principales del pueblo, que decían conocer y seguir la Santa Ley, no se prestaron a la escucha y a la conversión.
Para Dios, lo que cuenta es "volver" Mt 21,28-32 (TOA26-20)
1. El evangelio de Mateo (21,28-32), con la parábola del padre y los dos hijos, es provocativo, pero sigue en la misma tónica de los últimos domingos. Se quiere poner de manifiesto que el Reino de Dios acontece en el ámbito de la misericordia, por eso los pecadores pueden preceder a los beatos formalistas de siempre en lo que se refiere a la salvación. Una parábola nos pone en la pista de esta afirmación tan determinada, la de los dos hijos: uno dice que sí y después no va a trabajar a la viña; el otro dice que no, pero después recapacita sobre las palabras de su padre y va a trabajar.
2. Lo que cuenta, podríamos decir, son las obras, el compromiso, recordando aquello de no basta decir ¡Señor, Señor!. El acento, pues, se pone sobre el arrepentimiento, e incluso si la parábola se hubiera contado de otra manera, en la que el primero hubiera dicho que sí y hubiera ido a lo que el padre le pedía, no cambiarían mucho las cosas, ya que lo importante para Jesús es llevar a cabo lo que se nos ha pedido. Sabemos, no obstante, que los dos hijos corresponden a dos categorías de personas: las que siempre están hablando de lo religioso, de Dios, de la fe y en el fondo su corazón no cambia, no se inmutan, no se abren a la gracia. Probablemente tienen religión, pero no auténtica fe. Por eso, por ley de contrastes, la parábola está contada con toda intencionalidad y va dirigida, muy especialmente, contra los primeros.
3. El acento está, justamente, en aquellos que habiéndose negado a la fe primeramente, se dejan llenar al final por la gracia de Dios, aunque esto sirve para desenmascarar a los que son como el hijo que dice que sí y después hace su propia voluntad, no la del padre. Los verdaderos creyentes y religiosos, aunque sean publicanos y prostitutas, son los que tienen la iniciativa en el Reino de la salvación, porque están más abiertos a la gracia. El evangelio ha escogido dos oficios denigrados y denigrantes (recaudadores de impuestos y prostitutas); pero no olvidemos que el marco de los oyentes también es explícito: los sacerdotes y ancianos, que dirigían al pueblo. Pero para Dios no cuentan los oficios, ni lo que los otros piensen; lo que cuenta es que son capaces de volver, de convertirse.
Fray Miguel de Burgos Núñez
Fuente: https://www.dominicos.org/predicacion/homilia/27-9-2020/comentario-biblico/miguel-de-burgos-nunez/
La Salvación, misterio "contracultural" del Amor Mt 20,1-16a (TOA25-20)
1.El evangelio de Mateo nos ofrece la parábola de los obreros de la viña, una de las más significativas en el ámbito de la exposición que Jesús hacía para exponer el misterio del Reino de Dios, cómo debía hacerse presente, cómo participaba Dios mismo en este acontecimiento que afecta a la historia y a cada una de las personas que acogen su mensaje. Es una parábola que recuerda, en su resultado final, algunos aspectos a la conocida en Lc 15 como la del hijo pródigo. En realidad, se quiere hablar de la misma persona, de Dios, bien como un padre que espera a su hijo y le ofrece misericordia, bien como patrón de una viña que busca obreros durante todo el día. Los elementos intermedios, las horas, no deben distraernos del momento culminante en el que se quiere poner de manifiesto que, precisamente en el Reino de Dios, lo decisivo, como es la salvación de los hombres, no funciona con los criterios de este mundo. La narración comienza con un gár (pues, en griego), que sin duda pretende enlazar con el dicho de Jesús de Mt 19,30: “muchos primeros serán últimos y muchos últimos, primeros”. Es un dicho de gran alcance y la parábola de nuestra narración viene a ilustrar eso que es tan desproporcionado o tan “contracultural” como hoy gusta decir en círculos exegéticos sobre cómo era y como pensaba Jesús de Nazaret.
2.Habría que tener en cuenta las palabras de Is 55 «mis caminos no son vuestros caminos...». No sería lógico que contrastáramos la justicia estricta que usa con los llamados a la primera hora y la misericordia o la generosidad que aplica con los últimos, pero es ahí donde está el centro del escándalo, de lo contracultural: así no se pensaba en tiempos de Jesús, ni ahora tampoco. Se piensa que es una parábola que se pronuncia a causa de las críticas de los fariseos, religiosos de toda la vida, que al final reciben lo mismo que los otros. Podría pensarse que un gran agricultor, en tiempos de cosecha, tenía necesidad de jornaleros hasta última hora para dar salida a la uva y paga bien. Pero no es eso lo que cuenta; lo que se impone es que el dueño de la viña también es generoso con los últimos que ha podido contratar. En realidad no parece que la narración exija contratar hasta última hora; es un plus que se permite el dueño de la viña, y ahí es donde se cargan las tintas. Así funciona el Reino, no el mundo, y así se hace justicia de una forma absolutamente distinta a la de cualquier otra institución. Por ello, cuando echamos mano de esta parábola para iluminar teológicamente la justicia social y la productividad, no cometemos un error, pero tampoco es lo más acertado en la lectura e interpretación de la misma.
3. Para entender mejor la parábola, hay que tener en cuenta que el trabajo “de sol a sol” eran doce horas, que se dividían habitualmente de tres en tres. Supongamos que de 6 de la mañana a 6 de la tarde. Los primeros jornaleros fueron contratados a las 6 de la mañana, y los últimos, a las 5 de la tarde, la undécima hora. Por eso a ellos les dice el dueño de la viña: “¿Por qué estáis aquí todo el día parados?”. Podemos imaginarnos el contexto histórico de esta parábola de Jesús en su actitud de recibir y acoger a los pecadores contra la mentalidad legalista y puritana de los controladores de las leyes de pureza y santidad. Y de la misma manera podemos suponer un contexto eclesial de la comunidad de Mateo, quien quiere explicar a algunos judeo-cristianos, que la llamada de los paganos y su respuesta generosa les ha situado en el mismo plano de la salvación que a ellos. Todo en la parábola es desconcertante y a la vez original. El gran maestro en la interpretación de las parábolas, J. Jeremías, pone de manifiesto el contraste que existe entre ésta de Jesús y una que se nos trasmite en el Talmud de Jerusalén sobre Rabí Bun bar Hiyya, quien murió joven, y el que hizo su elogio fúnebre, lo alabó porque en pocos años había hecho lo que otros en 100 años. Pero no es este el caso de la parábola de los obreros de la viña que son llamados a última hora: de éstos no se dice nada de su eficacia y dedicación.
4. La parábola quiere enseñar una única cosa, decisiva: «Así es Dios con respecto a la salvación». Todo lo demás no sobra, sino que viene a servir a esta idea que es verdaderamente escandalosa. Este es el Dios de Jesús; este es el mensaje radical del evangelio del reino de los cielos. En la parábola rabínica que se conoce del Talmud, el obrero es uno sólo, que llega a última hora, ha trabajado tanto como los otros que han estado más tiempo empeñados en su quehacer; en la parábola evangélica, los obreros, en plural, que han llegado a última hora, no tienen mérito alguno, pero se les ha dado lo que sin duda necesitaban para su familia y para sus vidas. Es muy posible que no merecieran ese jornal, desde el punto de vista de la justicia simple o productiva, pero desde la bondad de Dios han recibido "gratuitamente" lo que necesitaban. Así es el Dios de Jesús, así es el Dios de la salvación, así es el Dios de«mis planes no son vuestros planes, mis caminos no son vuestros caminos». Todos los jornaleros pudieron llevar a sus casas el pan de cada día, unos por justicia y otros por generosidad. Pero eso no acontece más que en el Reino de Dios, de la vida, de la salvación, del perdón, de la misericordia, de la solidaridad. He aquí lo contracultural del Dios de Jesús.
Fray Miguel de Burgos Núñez
https://www.dominicos.org/predicacion/homilia/20-9-2020/comentario-biblico/miguel-de-burgos-nunez/
Autor: Juan Sauto Coelho
Editorial PPC
ISBN 9788428831130
216páginas
Precio: 17 euros (papel)