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La ética del amor Mt 22,34-40 (TOA30-23)
1. El evangelio de Mateo de este domingo nos ofrece la disputa sobre el mandamiento más importante. Sabemos que se unen o se juntan dos textos Dt 6,5 y Lv 19,18 que eran citados frecuentemente en discusiones éticas rabínicas, pero la idea de unirlos tan estrechamente a manera de resumen de toda la Ley y los Profetas fue una idea creativa no solamente brillante, sino, de nuevo, profética, como sucede en todas estas disputas concluyentes en Jerusalén. Lo que asombra en el texto evangélico es la seguridad soberana con que afirma que no hay preceptos como estos, porque en ellos se apoya toda la ley y los profetas. El texto dice que el amor al prójimo es "semejante" (homoía) al primero, dando a entender un orden lógico, pero sin disminuir su importancia. Es más, aquí Jesús nos está llevando a la conclusión de que aunque Dios no es el hombre, lo que podemos llamar la experiencia del amor no es distinta, aunque sean distintos los objetos o las personas amadas. Lo que le da gloria a Dios, precisamente, es que amemos al hombre como lo amamos a El; tendríamos que decir que no es posible amar a Dios más que al hombre.
2. Todo lo que no sea eso, evangélicamente hablando, es una falacia. Ya lo veía así el autor de la 1ª Jn 4 donde plantea con una radicalidad teológica inigualable lo que es la identidad cristiana del amor. Si Dios nos ha amado, entonces, entre otras cosas, no se dice que debemos amarlo a El, sino que debemos amarnos los unos a los otros. Es verdad que Dios quiere ser amado, necesita ser amado, como lo necesitamos cada uno de nosotros. Y es desde esa dimensión religiosa desde la que hablaba Jesús, quien con su predicación y con su praxis se empeñó tanto en descubrir a Dios como Abba, porque él y nosotros lo necesitamos así.
3. Por lo tanto, la praxis evangelizadora de Jesús nos descubre un Dios nuevo y a la vez, y por ello mismo, nos descubre un hombre nuevo. Es verdad que Jesús de Nazaret lo descubrió desde Dios. Esto es absolutamente irrefutable. Esta fontalidad nos expresa pues, que evangelizar es humanizar en todos los órdenes y desde todas las perspectivas. Jesús hizo coincidir con su evangelización la gloria de Dios y la del hombre. El hecho, pues, de que hoy se insista tanto en la humanización no depende de que vivimos en el siglo en el que el hombre está enamorado de sí mismo, de lo que ha hecho y de lo que tiene que hacer, sino que la misma esencia de la fe y de la identidad cristiana, en el Nuevo Testamento como totalidad, son todavía mucho más humanizantes y humanizadoras que lo que hoy se nos propone.
Fray Miguel de Burgos Núñez
Fuente: https://www.dominicos.org/predicacion/homilia/29-10-2023/comentario-biblico/miguel-de-burgos-nunez/
La dignidad humana no se compra, es un don Mt 22,15-22 (TOA29-23)
2. La hierocracia y aristocracia de la ciudad santa mandan sus espías para poder deshacerse de este profeta galileo que anuncia el Reino de Dios, pero que no coincide con el reino de Roma, ni con el concepto que tienen del mismo algunos partidarios de la revolución contra Roma, ni específicamente con el reino que ellos quieren manipular en nombre de Dios. Los rebeldes dejaban a las claras que la única soberanía que aceptaban bajo el suelo de Judea es la de Dios (Ex 20,4-5); en ello Jesús podría estar de acuerdo. Pero las trazas, entre uno y otros, son muy distintas. Es verdad que Jesús parecía estar en un callejón sin salida: frente a Poncio Pilato, frente a las autoridades, frente a los revolucionarios nacionalistas, frente a todos. No obstante, él la encontró; la encontró recurriendo a las dignidad humana que Dios ha puesto en el corazón de toda persona como imagen suya. Los espías, con su trampa, van a caer en su propia ignominia, porque llevan en sus manos el “denario” con la efigie de Tiberio… pero Jesús no lleva nada en su zamarra. Solamente tiene su palabra y la fuerza de la sabiduría del reinado de Dios.
3. Cuando es preguntado, intencionadamente pide la moneda del tributo con la efigie del César y responde: la moneda hay que dársela al emperador; ¿por qué? Porque es el dinero, y el dinero es lo más sucio de este mundo. Los que acuñan moneda tienen poder y por el dinero dominan a los hombres. Entonces, ¿hay que someterse a él? ¡Ni hablar! Por eso añade con una intencionalidad manifiesta: «y a Dios lo que es de Dios». El dinero no es de Dios, sino que de Dios somos nosotros mismos, y por lo mismo nosotros solamente debemos estar sometidos a Dios. Ya San Agustín, que afirmaba: “El César busca su imagen, dádsela. Dios busca la suya: devolvédsela. No pierda el César su moneda por vosotros; no pierda Dios la suya en vosotros” (Com. Ps 57,11). La trampa la resuelve Jesús, no solamente con inteligencia, sino con sabiduría, donde salta por los aires la legalidad con la que pretenden acusarlo en su caso. La respuesta de Jesús no es evasiva, sino profética; porque a trampas legales no valen más que respuestas proféticas. El tributo de hacienda es socialmente necesario; el corazón, no obstante, lleva la imagen de Dios donde el hombre recobra toda su dignidad, aunque pierda el “dinero” o la imagen del césar de turno que no valen nada.
4. Aquí Jesús responde con una afirmación liberadora que solamente pueden captar los que no están cegados por el poder, el dinero, el odio y la injusticia. Quizás la mejor ilustración a todo ello la tengamos en San Ireneo, en esa expresión, que es paradigma de muchas radicalidades humanas y divinas: «La gloria de Dios es el hombre viviente; la vida del hombre es la visión de Dios». Todo esto quiere decir que el evangelio de Jesucristo implica, en una simultaneidad inconfundible, que de la misma manera que nos descubre al Dios viviente, nos descubre a la vez, y no por otro camino, al hombre viviente. Podemos usar los bienes de este mundo con eficacia, pero lo que no podemos hacer es vender nuestra vida al mejor postor. Al "césar" de turno podemos darle el dinero, o los impuestos, pero nuestra libertad nadie nos la podrá arrebatar.
Fuente: https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/comentario-biblico/miguel-de-burgos-nunez/
Dibujo: José Carrascosa
El césar y Dios Mt 22,15-22 (TOA29-23)
“Yo soy el Señor y no hay otro; fuera de mí no hay dios”. Un profeta anónimo presenta a Ciro, rey de los persas, como el ungido del Señor (Is 45,5). Dios lo conoce, lo elige y le concede el poder para que lo use con justicia (cf. Is 41,2). Ciro ha sido elegido por Dios para liberar a Israel y a los otros pueblos que habían sido oprimidos por los babilonios.
Ahora bien, los poderosos de este mundo pierden toda legitimidad cuando caen en la tentación de divinizarse a sí mismos. Los grandes y gobernantes de la tierra no pueden atribuirse a sí mismos un poder que solamente se debe a Dios.
Con razón el salmo responsorial proclama que “el Señor es Rey, él gobierna a los pueblos rectamente” (Sal 95,10).
En su primer escrito, san Pablo recuerda a los fieles de la ciudad de Tesalónica que ellos han sido elegidos por Dios y guiados por la fuerza del Espíritu Santo (1Tes 1,1-5).
UN MOTIVO PARA LA DENUNCIA
Según el evangelio, los sacerdotes y los fariseos trataban de detener a Jesús (Mt 21,46). Hoy nos dice que los fariseos se alían con los herodianos para sorprender a Jesús en alguna palabra (Mt 22,15-21). Así que se dirigen a él con un elogio y una pregunta
• “Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad”. El evangelio de Juan pone en boca de otro fariseo llamado Nicodemo ese mismo título y ese mismo elogio (Jn 3,2). En este caso, los fariseos reconocen a Jesús como Maestro. Pero el texto nos advierte que Jesús conoce su “mala voluntad” (Mt 22,18).
• “Dinos qué opinas: Es lícito pagar impuesto al César o no?” Jesús comprende que con esa pregunta solo desean ponerle a prueba. Si dice que hay que pagar el impuesto, se enfrenta con el pueblo, que odia los tributos que le imponen. Si responde que no hay que pagarlo, se enfrenta con los representantes del Imperio Romano.
Los discípulos de los fariseos y los partidarios de Herodes no se interesan demasiado por las gentes. Ni esperan ni pueden ofrecer a su pueblo la libertad frente al Imperio. Les importa poco la verdad. Solamente quieren tener un motivo para denunciar a Jesús.
EL PUESTO DE DIOS
Pues bien, la respuesta que Jesús dirige a quienes se acercan a tentarle contiene una interpelación, una pregunta y una exhortación:
• “Hipócritas, ¿por qué me tentáis?” La interpelación es dura. Los fariseos reconocen que Jesús dice la verdad. Pero Jesús conoce que ellos viven en la mentira. Estas palabras de Jesús nos recuerdan que no importan tanto las palabras como las actitudes que esconden.
• “¿De quién son esta cara y esta inscripción?” La pregunta de Jesús es intencionada. La ley judía prohibía llevar imágenes (Éx 20,4). Pero los que presumen de cumplir la ley la olvidan cuando la utilizan para silenciar al que el pueblo reconoce como profeta.
• “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Ninguna frase evangélica ha sido tan manipulada como esta exhortación. En ella se nos dice que si la fe no tiene que mezclarse en la política, los políticos no deben instalarse en el puesto de Dios.
Corazones ardientes
La campaña del día del Domund de este año 2023 ha escogido un lema muy sugerente: CORAZONES ARDIENTES. Aquí os dejo los enlaces para poder trabajar algunos materiales interesantes:
1- Guión formativo para niños de 8 a 12 años (está encaminado a una catequesis pero si prescindimos de la oración el material es perfectamente adaptable para una clase)
2- Guión formativo para niños TEA (Trastorno del Espectro Autista)
3- Guión formativo para jóvenes (idem que para niños)
4- Vídeo 2023:
4- Lámina para colorear:
Invitados al banquete Mt 22,1-14 (TOA28-23)
“Aquel día preparará el Señor del universo para todos los pueblos, en este monte, un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera; manjares enjundiosos, vinos generosos” (Is 25,6). EL profeta Isaías veía a Jerusalén como el santuario al que un día habría de dirigirse la peregrinación de todos los pueblos.
Para todos los hambrientos, Dios tenía preparado un espléndido banquete. Y no solo eso. El Señor liberaría a los pueblos de su ignorancia, de sus dolores y aun del último mal que es la muerte. Dios invitaba y nos invita a todos al festín de la vida y de la alegría.
A esa promesa respondemos con el salmo 22: “Tú bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término”.
Como escribía san Pablo a los fieles de la comunidad de Filipos, también nosotros podemos exclamar: “Todo lo puedo en aquel que me conforta” (Flp 4,13).
EL DESAIRE Y LA GENEROSIDAD
Tanto el poema del profeta Isaías como el evangelio de Mateo (Mt 8,11-12) comparaban la era mesiánica con un espléndido banquete. Esa imagen reaparece también en el evangelio que se proclama en este domingo (Mt 22,1-14). En él se presenta a un rey que celebra la boda de su hijo y envía mensajeros a dos grupos de invitados.
• “Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas y todo está a punto. Venid a la boda”. El banquete mesiánico ha sido preparado directamente para los hijos del pueblo de Israel. Dios les ha mostrado continuamente su predilección. No los llamó a sufrir como esclavos, sino a participar de la alegría de un banquete de bodas.
• “La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id a los cruces de los caminos y a todos los que encontréis, llamadlos a la boda”. Los hijos de Israel se excusan para no aceptar la invitación. Pero el rey convida a su banquete a todos los pueblos, es decir a los paganos. El desaire de su pueblo no anula la generosidad del rey.
UNA GRATITUD FESTIVA
La parábola evangélica señala que la sala se llenó de comensales. Pero el rey observa que uno de ellos ha llegado sin un traje de fiesta. Y lo interpela con seriedad:
• “Amigo, ¿Cómo has entrado aquí sin el vestido de boda?” Los cristianos llegados del mundo pagano sin duda podían sentirse felices de heredar los bienes preparados para Israel. Pero no debían continuar con los hábitos de su anterior paganismo.
• “Amigo, ¿Cómo has entrado aquí sin el vestido de boda?” También en este tiempo, el Señor nos invita a todos a participar del banquete de la gracia y de los sacramentos. Pero no debemos vivir esa vida nueva con las actitudes y la irresponsabilidad del hombre viejo.
• “Amigo, ¿Cómo has entrado aquí sin el vestido de boda?” No se trata solamente de evitar los antiguos vicios. Si la invitación es una gracia, es preciso responder a ella con una gratitud festiva. Para el banquete al que hemos sido invitados, nos viste de gala la virtud.
Un banquete para la libertad Mt 22,1-14 (TOA28-23)
1. El evangelio del banquete que un rey da por la boda de su hijo es una de las parábolas más sofisticadas del evangelio de Mateo, que marca unas diferencias substanciales con la que nos ofrece Lucas (14,15-24); incluso podríamos hablar de parábolas distintas. Mateo nos habla de un rey, rechazado por los magnates, y tras ser maltratados y asesinados algunos de sus criados, manda atacar y destruir la ciudad. Ahora se debe ir a los cruces de los caminos para instar a los transeúntes a que vengan al banquete. Como es lógico, vinieron toda clase de gentes, buenas y malas. ¿Qué significa, pues, que tras esta invitación tan generosa e informal, el rey venga a la sala del banquete y encuentre a uno que no tiene traje de bodas? Esto cambia el sentido de la interpretación de los vv. 1-10, cuando la sala se llenó de invitados, poniendo de manifiesto que incluso los que no estaban preparados son invitados a un banquete de bodas. Aquí nos encontramos con lo más extraño, quizás lo más importante y original de la parábola de Jesús redactada por Mateo.
2. Los vv. 11-14, sobre el traje de bodas, pues, deben ser un añadido independiente. Estaríamos ante una reconstrucción alegorizante para la comunidad de Mateo, que saca unas consecuencias nuevas para los miembros de esa comunidad cristiana tan particular, con objeto de que sepan responder siempre a la llamada que se les ha hecho. Pensemos en la «justicia» de las buenas obras, del compromiso constante, de la perseverancia, a lo que es muy dada la teología del evangelio de Mateo. En todo caso no debemos perder de vista que la parábola la pronunció Jesús para poner de manifiesto la fiesta de la libertad de Dios que llama a todo el que encuentra. Por lo mismo, el significado del traje de boda, añadido posteriormente (quizás se trataba de una parábola independiente), debe estar supeditado al primero, porque no es lógico que los invitados por los caminos estén preparados para una boda. No obstante deberíamos suponer que en la semiótica del vestido con que se quiere generar el texto, todo el mundo, incluso lo más pobres, siempre encuentran unas ropas más decentes para ir a una boda o a un banquete; de lo contrario no tendrían sentido los vv. 11-14. Por eso pensamos con otros intérpretes que se trata de una parábola sobreañadida a la original de los vv. 1-10, que son los coinciden más con Lc 14.
3. En todo caso, la parábola es escandalosa, y debe seguir siéndolo en cuanto a los motivos de los que rechazan el banquete, como en la actitud del rey que, en vez de suprimir el banquete, invita a todo el mundo que se encuentre por los caminos: hay que buscar a las personas que no están atadas a nada ni a nadie; son libres. El banquete no es un acto burlesco, sino que Jesús piensa en el festín de la salvación; no en una fiesta de compromiso, sino de libertad. En ese supuesto, hasta el hombre que no lleva vestido de boda, independientemente de la teología de Mateo, habría que entenderlo, hoy y ahora, como que no está allí como los demás, libre para la gracia de Dios. Quien no posea esa actitud, “ese vestido”, estará echando por tierra la fiesta de la libertad y de la gracia.
Fray Miguel de Burgos Núñez
Fuente: https://www.dominicos.org/predicacion/homilia/15-10-2023/comentario-biblico/miguel-de-burgos-nunez/
Dios, ha plantado una viña, una comunidad, nueva Mt 21,33-43 (TOA27-23)
1. El evangelio nos propone la parábola de los viñadores homicidas y está en continuidad con los textos del evangelio de Mateo que muestran las polémicas de Jesús con los dirigentes judíos antes de la pasión, viniendo a poner el punto final de una polémica que comenzó en Galilea. Aunque la parábola está tomada de Marcos (12,1-12), el primer evangelio nos propone algunos matices que llevan el texto a una densidad polémica contra el judaísmo, que extraña sobremanera en este evangelio de Mateo, tan propicio a asumir lo mejor de la teología veterotestamentaria y judaica.
2. En la redacción y sentido de esta parábola juega un papel importante la reflexión sobre el Sal 118,22-23. Se identifica claramente a los viñadores con los jefes del pueblo. El "vosotros" del v. 43 indica que los dirigentes religiosos del judaísmo, rechazando a Jesús, han perdido su última oportunidad de dar a Dios lo que correspondía y, de esa forma, han arrastrado a todo el pueblo en su infidelidad como aparecerá claramente en el juicio ante Poncio Pilato (cf Mt 27,20-25). La segunda parte de la sentencia anuncia el traspaso de la viña que no se hará a "otros dirigentes" sino a un nuevo "pueblo que produzca frutos" (v. 43). Esto es importante para entender esta parábola, no solamente porque los cristianos debemos rechazar todo antisemitismo, sino porque es verdad que la decisión final de condenar a Jesús estuvo en manos de "dirigentes" ciegos para ver e imposibilitados para acoger palabras proféticas como las de Jesús sobre Dios y sobre el Reino.
3. Esta parábola, con sus transformaciones en la comunidad cristiana después de la pasión de Jesús, es una puerta abierta siempre a la conversión, a la esperanza. Los hombres que en tiempos de Jesús aguardaban, entonces, que se diera en su generación la irrupción de un mundo nuevo e inaudito, se percataron de que aquella parábola iba por ellos y no quisieron aceptar que el tiempo nuevo había llegado con aquél profeta que hablaba de aquella manera. Quien entiende que esta parábola nos introduce en un mundo donde sólo hay vida cuando no se vive a costa de otras vidas, habrá dado con esa puerta abierta a la esperanza, a la fraternidad, a la paz y a la justicia. Sabemos que la realidad última, para la fe cristiana, es Dios mismo, pero como Dios Padre de todos los hombres. Era el Padre de Jesús, el profeta de Nazaret, y ese Dios, cuando se asesina a cualquier hombre, siente en sus entrañas lo que sintió con la muerte de Jesús. También esta parábola de Jesús es un canto de amor por la vida.
4. Pero no podemos evitar sacar conclusiones muy significativas para ahora y para todos los tiempos. La religión que mata o permite guerras en nombre de Dios, no es exactamente "religión", religación a Dios. Por eso esta es una parábola que debe leerse clara y contundentemente contra los fundamentalismos religiosos que amenazan tan frecuentemente a los pueblos y a las culturas. No hay apologética capaz de defender a "nuestro Dios" con la muerte de los otros, porque en todos esos asesinados, Dios mismo está muriendo. Y si Jesús fue eliminado, creyendo los dirigentes que daban gloria a su Dios, se encontraron con que esa muerte se ha convertido en la "piedra angular" de una religión nueva de amor y de paz. Y los asesinos fundamentalistas, pues, quedarán sin Dios y sin religión.
Fray Miguel de Burgos Núñez
Fuente: https://www.dominicos.org/predicacion/homilia/8-10-2023/comentario-biblico/miguel-de-burgos-nunez/
Froilán y el lobo
Precio: 10 euros