AGOSTO: píldoras veraniegas, propuestas de lecturas, humor, imagen-viñeta para reflexionar, fichas, manualidades, actividades, juegos, cómics, videoclips, música... ***Si bien los materiales propios del blog están protegidos, su utilización ES LIBRE (aunque en ningún caso con fines lucrativos o comerciales) siempre que se conserve el diseño integral de las fichas o de las actividades así como la autoría o autorías compartidas expresadas en las mismas.
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Dios nos espera para salvarnos Lc 13,22-30 (TOC21-25)
1. El evangelio puede sonar un poco desconcertante, dependiendo en gran parte del dicho aislado “esforzaros de entrar por la puerta estrecha”. El pasaje se sitúa en el camino que Jesús emprende hacia Jerusalén y el seguimiento que ello implica, es una catequesis lucana del verdadero discipulado. Pero ¿para qué es necesario ser discípulo de Jesús? ¿para salvarse, para salvarnos? ¿Esa era la mentalidad del tiempo de Jesús heredada en ciertos círculos cristianos rigoristas? ¿Son pocos los que se salvan? Conociendo el mensaje de Jesús y su confianza en Dios, tendríamos que afirmar que Jesús no respondía a preguntas que se resolvieran desde el punto de vista legal.
2. En realidad la lectura a fondo de este evangelio plantea cuestiones muy importantes desde el punto de vista de la actitud cristiana. Jesús no responde directamente a la pregunta del número, porque no es eso algo que pueda responderse. Lo de la puerta estrecha es un símil popular y no debe producir escándalo, porque los caminos de Dios no son lo mismo que los caminos de los hombres: esto es evidente. Esta es una llamada a la “radicalidad” en todo caso, que pudiéramos transcribir así: quien quiera salvarse debe vivir según la voluntad de Dios. Eso lo dice todo, aunque para algunos no resuelve la cuestión. Por ello deberíamos decir que esa preocupación numérica fue más de los discípulos que trasmitieron estas palabras de Jesús (el Evangelio Q para algunos especialistas), que estaban más o menos obsesionados con un cierto legalismo apocalíptico y no bebían los vientos del talante profético de Jesús.
3. Siempre se ha dicho que Jesús lo que busca son los corazones y la actitudes de los que le siguen. Les pone una parábola de contraste, la del dueño de la casa que cierra la puerta. La mentalidad legalista es la de esforzarse por entrar por la puerta estrecha. En la parábola se adivina un mundo nuevo, un patrón, Dios en definitiva, que no entiende las cosas como nosotros, por números, por sacrificios, por esfuerzos personales de lo que se ha llamado “do ut des” (te doy para que me des). Muchos pensarán que han sido cristianos de toda la vida, que han cumplido los mandamientos de Dios y de la Iglesia de toda la vida (si es que eso se puede decir), que han sido muy clericales… pero el “dueño” no los conoce. ¿No es desesperante la conclusión? El contraste es que podemos estar convencidos que estamos con Dios, con Jesús, con el evangelio, con la Iglesia, pero en realidad no hemos estado más que interesados en nosotros mismos y en nuestra salvación. Eso es lo que la parábola de contraste pone de manifiesto.
4. ¿Las cosas deberían ser de otra manera? ¡Sin duda! Debemos aprender a recibir la salvación como una gracia de Dios, como un regalo, y a estar dispuestos a compartir este don con todos los hombres de cualquier clase y religión. Eso es lo que aparece al final de esta respuesta de Jesús. Los que quieren “asegurarse” previamente la salvación mediante unas reglas fijas de comportamiento no han entendido nada de la forma en la que Dios actúa. Por eso no reconoce a los que se presentan con señas de identidad legalistas, que ocultan un cierto egoísmo. No es una cuestión de número, sino de generosidad. En la mentalidad legalista y estrecha del judaísmo, que también ha heredado en muchos aspectos el cristianismo, la salvación se quiere garantizar previamente como se tratara de un salvoconducto inmutable e intransferible. No se trata de desprestigiar una moral, una conducta o una institución, como si el evangelio convocara a la amoralidad y el desenfreno para poder salvarse. Esta conclusión de moralismo barato (la “gracia barata” le llamaba Bonhoeffer) no es lo que piden las palabras de Jesús. Pero sí debemos afirmar rotundamente: si la salvación no sabemos recibirla como una “gracia”, como un don, no entenderemos nada del evangelio.
El fuego del amor que trasforma el mundo Lc 12,49-53
1. Y en este ámbito de radicalidades que la lecturas de este domingo ponen de manifiesto, aparece el texto del evangelio de Lucas (12,49-53) con todas sus contradicciones semíticas, con su lenguaje de símbolos, de contrastes orientales: paz-guerra, amor-odio. Jesús profetiza prendiendo fuego al mundo; trayendo una guerra, un combate, mejor, al que invita a participar. Estas palabras de Jesús nos hablan de la radicalidad de su mensaje evangélico. Este es radical porque busca la raíz de las cosas. En todo caso no debemos evitar la pregunta en lo que respecta al qué hacer para llevar a la práctica el seguimiento de Jesús y, en consecuencia, la radicalidad por la que hay que optar. Sabemos que estas palabras se trasmiten en el ámbito de un grupo apocalíptico, radicales itinerantes cristianos de primera hora, al menos en una primera fase, que muestra lo en serio que se tomaron el evangelio de Jesús.
2. Consideramos que el espíritu de la radicalidad de estas palabras de Jesús permanece y debe mantener su vigor en medio del realismo que sin duda nos apremia. La radicalidad obedece a una mentalidad, a unas circunstancias, que no pueden ser las mismas para el s. XXI. Jesús era un hombre de su tiempo que usaba también el lenguaje de su tiempo. Él hablaba sirviéndose de metáforas, imágenes y comparaciones entendidas en aquella época. Porque ¿a dónde nos llevaría una interpretación literal del evangelio de hoy, o un dicho como "si alguno viene a mi y no odia a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, no puede ser discípulo mío" (Lc 14,26), cuando él mandó amar a todos, incluso a los enemigos? No se puede pedir amar a los enemigos y “odiar” a los padres o hermanos, ¡sería absurdo! Pero el espíritu de lo que Jesús quería expresar permanece: frente a este mundo, el evangelio es un signo de contradicción. Hay que amar, no odiar; pero el amor, frente a este mundo injusto y de desamor, es una guerra. Lo será siempre. En realidad es una guerra en la que no caben medias distintas y en la que los lazos familiares pueden saltar por los aires.
3. No es posible olvidar que estamos hablando desde la analogía, del contraste y el simbolismo. Los profetas itinerantes, casi como unos filósofos cínicos para algunos, se expresaban así: ¿los míos o Jesús? ¿yo o el evangelio? Son palabras proféticas que siempre mantendrán su vigencia, sin que las rebajemos a lo inútil. Algunos han hablado del “terrorismo” o el “fundamentalismo” de la ética cristiana. Es posible que los conceptos de actualidad puedan resultar explicativos… pero no es ni terrorismo ni fundamentalismo, sino que cuando el evangelio se vive con radicalidad nuestra vida no puede ser como siempre, como se ha aprendido de los “nuestros”, porque los “nuestros” pueden estar lejos del proyecto profético de Jesús. Lo que se ha mamado en nuestro ámbito no siempre es lo mejor. Los “nuestros” son más nuestros cuando vivimos la radicalidad del amor y eso trae fuego a la tierra. A los nuestros los amamos, pero sin renunciar a lo que Dios desea. Eso lo vivió Jesús como experiencia liberadora que quiso trasmitir a los suyos, para cambiar una religión “nuestra” que no tenía vida. Y si “los nuestros” no nos aceptan en esta guerra de amor, desde el evangelio y con el evangelio, seguirán siendo los nuestros, pero no haremos lo que ellos quieren. Los nuestros, a veces, piden odio o venganza: ahí está la guerra, el fuego del evangelio. Esa fue la experiencia del profeta de Galilea.
Las mujeres del Antiguo Testamento: de los relatos a las imágenes
Biblia y arte son los ejes conductores de esta obra, que analiza la representación iconográfica de los personajes femeninos del Antiguo Testamento. Las autoras se han preguntado cómo han sido leídos e interpretados los relatos bíblicos a lo largo del tiempo, de qué forma se han transformado en imágenes y qué valores se han transmitido con ellas. Las respuestas que ofrece este libro parten de distintos ámbitos del conocimiento, como la teología, la historia del arte o la filología, mostrando una aproximación transversal, plural y enriquecedora que aporta claves para comprender la historia de la transmisión y recepción del texto bíblico en general y de las mujeres del Antiguo Testamento en particular.
Autoras: Amparo Alba Cecilia, Carmen Yebra Rovira, Guadalupe Seihas de la Ríos-Zarzosa y Mónica Ann Walker Vadillo
Editorial Verbo Divino
200 páginas
ISBN 978-84-9073-093-5
Precio 23,70 euros (papel) 14,99 euros (digital)
La sabiduría de la vigilancia Lc 12,32-48 (TOC19-25)
1. El evangelio de Lucas nos ofrece aquí una serie de elementos que están en el Sermón de la Montaña, en Mateo, y un conjunto de parábolas (los criados que esperan a que su amo vuelva de unas bodas, el amo que vigila su casa por si llega un ladrón, y el administrador fiel al que se le ha confiado repartir el trigo) sobre la vigilancia y la fidelidad al Señor. La exhortación primera, que concluye con el dicho “donde está vuestro tesoro, allí está vuestro corazón”, es toda una llamada a la comunidad sobre el comportamiento en este mundo con respecto a las riquezas. Lucas es un evangelista que cuida, más que ningún otro, este aspecto tan determinante de la vida social y económica, porque escribía en una ciudad (Éfeso o Corinto) donde los cristianos debían tomar postura frente a la injusticia y la división de clases.
2. El dicho del tesoro y el corazón es un dicho popular que encierra mucha sabiduría de siglos. Pero es propio de estos dichos (el llamado “Evangelio Q” como algunos lo llaman actualmente) poner de manifiesto la radicalidad sapiencial y escatológica que se vivió en aquellos momentos. Si bien es verdad que el rigor apocalíptico ya no es determinante, sí lo es el sentido que mantienen estas palabras. Vigilar, ahora, ya no es estar preocupados por el fin del mundo, sino estar preocupados por no poner nuestro corazón en los poderes y las riquezas. Son dichos para comprometerse en nuestro mundo, aunque sin perder la perspectiva del mundo futuro.
3. Lucas sitúa esto en el programa de buscar el Reino de Dios, pidiendo y exigiendo al cristiano no desear las mismas cosas que desean y tienen los poderosos de este mundo. El Reino exige otros comportamientos. Así, pues, las parábolas sobre la vigilancia y la fidelidad vienen a ser como el comentario a esa actitud. Es una llamada a la responsabilidad en todos los órdenes, pero especialmente la responsabilidad de saberse en la línea de que la vida tiene una dimensión espiritual, trascendente, sabiendo que hay que ponerse en las manos de Dios. Eso no es una huida de lo que hay que hacer en este mundo; pero, por otra parte, tampoco ignorando que nos espera Alguien que un día se ceñirá para servirnos si le hemos sido fieles. Ése de quien habla Jesús en la parábola, es Dios. Nosotros, mientras, administramos, trabajamos, ayudamos a los más pobres y necesitados, como una responsabilidad muy importante que se nos ha otorgado.
Pon límites, no pantallas
Nuestro cerebro está preparado para pensar de forma consciente en una sola cosa. Pero, al tener constantemente un objeto de pantalla en nuestras manos, le sobrecargamos, con lo que, la atención decrece y el aprendizaje y rendimiento, se ralentizan.
El cerebro necesita recogimiento, orden, esfuerzo y perseverancia para no distraerse. Hay suficiente evidencia empírica que muestra los efectos negativos y problemas de dependencia del uso del móvil a edades tempranas. Los datos apuntan que muchos jóvenes pasan de media 5 o 6 horas diarias con el móvil y los fines de semana, algo más.
Cuando quitas el móvil a una persona tras usarlo un elevado número de horas al día, tendrá dificultades para conciliar el sueño, picoteará más, tendrá pensamientos impulsivos, no sabrá qué hacer con el aburrimiento o tendrá ansiedad… Tendrá síndrome de abstinencia. Tenemos que conseguir que nuestros menores (y nosotros mismos), vuelvan a mirar a los ojos, a ser conscientes de lo hacen, a prestar atención a su entorno.
Autora Dra. Carmen López Suárez
Roca Editorial
288 Páginas
ISBN 9788410274228
Precio 20,80 euros
La verdad de la vida Lc 12,13-21 (TOC18-25)
“Vaciedad sin sentido, todo es vaciedad” (Ecl 1,2). Es muy conocido este texto del libro del Eclesiastés. Más adelante, ofrece una reflexión sobre el trabajo: “Hay quien trabaja con destreza, con habilidad y acierto, y tiene que legarle su porción a quien no ha trabajado. También esto es vaciedad y gran desgracia” (Ecl 2,21-23).
Generalmente tendemos a olvidar que no vamos a vivir siempre. Por larga que nos parezca, la vida es muy breve. ¿Para qué tratar de acumular unos bienes que tendremos que dejar muy pronto?
En el salmo responsorial, reconocemos ante Dios la fugacidad de esta vida tan frágil y escurridiza: “Mil años en tu presencia son un ayer, que pasó, una vela nocturna” (Sal 89).
San Pablo nos recuerda que hemos resucitado con Cristo. Por eso, nos exhorta a aspirar a los bienes de arriba, no a los de la tierra (Col 3,1-2).
LA HERENCIA Y LA COSECHA
El evangelio según san Lucas menciona con frecuencia a los pobres y a los ricos. El texto que se proclama en la misa de este domingo (Lc 12,13-21) se refiere al vicio de la codicia.
• En primer lugar uno de los que le escuchan ruega a Jesús que haga de mediador en una discusión sobre la herencia familiar: “Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia” (Lc 12,13). No nos extraña. También hoy son muchos los que desean que intervenga el Señor para solucionar sus conflictos y disputas.
• En segundo lugar, Jesús habla de un hombre rico que está muy satisfecho por la abundante cosecha que ha recogido. Piensa que tendrá que construir unos almacenes más amplios para recogerla. Pero del cielo le llega un mensaje inesperado: “Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de quién será lo que has preparado?” (Lc 12,20).
La parábola evoca la caducidad de la existencia y subraya la arrogancia y el engaño en el que vivimos al no aceptar la verdad de la vida. La abundancia de los bienes no nos garantiza una larga vida. Es la misma lección que se desprende del inicio del libro del Eclesiastés.
DIOS Y LOS DEMÁS
Es interesante descubrir que la parábola contrapone a la palabra del rico la palabra de Dios. El rico espera disfrutar de su cosecha durante muchos años. Pero Dios le anuncia que su vida ha llegado a su término.
• “Necio, esta noche te van a exigir la vida”. La sabiduría refleja la armonía del hombre con Dios, pero la necedad revela el orgullo de la persona. Por eso la Biblia califica el pecado como una necedad. Nadie es dueño de su futuro. Quien decide la duración de la vida humana no es el hombre sino Dios.
• “Lo que has acumulado ¿de quién será?” Además de escuchar la voz de Dios, el hombre siempre ha de prestar atención a sus hermanos. El rico ha logrado una buena cosecha, pero hará bien en recordar a las personas que lo rodean. Nada nos pertenece para siempre. Nuestros bienes siempre los heredarán “otros”.
Acumular riquezas: ¡el anti-evangelio! Lc 12,13-21 (TOC18-25)
1. El relato del evangelio de Lucas es como la respuesta a los planteamientos de Qohélet. Efectivamente, Lucas es un evangelista que ha marcado la diferencia en el Nuevo Testamento como juicio de la riqueza y sus peligros para la verdadera vida cristiana. Lucas es defensor de los pobres, aunque no de la pobreza. Jesús, el profeta, no ha venido para ser juez de causas familiares, o empresariales, o sociales, ya que esas leyes de herencia, de impuestos, de salarios justos, se establecen a niveles distintos. Y no quiere ello decir que en las exigencias del Reino de Dios se excluya la justicia, especialmente para los pobres y oprimidos.
2. La parábola del rico que acumula la gran cosecha y engrandece sus graneros, en vez de distribuirlo entre los que no tienen para comer, es toda una lección de cómo Jesús ve las cosas de esta vida, aunque él persiga objetivos más grandes. El que acumula riquezas, pues, no entiende nada de lo que Jesús propone al mundo. Los que siguen a Jesús, pues, tienen que sacar, según Lucas, las conclusiones de este seguimiento. Si no se desprenden de las riquezas, si se preocupan de amasarlas constantemente, además de cometer injusticia con los que no tienen, se encontrarán, al final, con las manos vacías ante Dios, porque todo su corazón estará puesto en tener un tesoro en la tierra. No tendrán tiempo para vivir, para ser sabios… para entregarse a los demás como se entregan a las producción de riquezas. Este criterio de sabiduría va más allá de lo que propone el mismo Qohélet.3. Con referencia a la actitud de Qohélet, Jesús nos dice que quien se afana por las cosas de este mundo y no por lo que Dios quiere, al final, ¿cómo podrá llenar su vida? ¿cómo se presentará ante Dios? La acumulación de riquezas, pues, es una injusticia y la injusticia es contraria al Reino de Dios. Por lo tanto, este evangelio es una llamada clara a la solidaridad con los pobres y despreciados del mundo; una llamada a compartir con los que no tienen.