“No soy profeta ni hijo de profeta, sino
pastor y cultivador de higos”. Nos conmueve la simplicidad con que el pastor
Amós responde al sacerdote Amasías, según se lee en el texto que hoy se
proclama (Am 7,12-15). Evidentemente el profeta molesta a la institución. Pero
hoy son muchos los que se proclaman profetas. Los que pregonan haber recibido
ese carisma.
Pues, bien, el verdadero profeta no se
atreverá nunca a apropiarse ese título. El verdadero profeta no lo es por
profesión. Se podría decir que lo es siempre a regañadientes. La iniciativa no
viene de él sino de Dios. Es Dios quien lo saca de su vida habitual y pone en
sus labios unas palabras que ni él mismo habría nunca imaginado.
La verdadera vocación profética no
reporta nunca beneficios inmediatos. Por eso, nunca puede brotar en el campo
del egoísmo y de los propios intereses. Se ha dicho con razón que la vocación
puede ser representada como una lucha con Dios, en la que el llamado es siempre
vencido por el que le llama. Bien lo sabía Amós, acostumbrado a guiar sus
rebaños por el campo.
EL ESTILO DE LA MISIÓN
Si la primera lectura nos recuerda la
vocación de Amós, el evangelio nos da cuenta de la vocación de los discípulos
de Jesús. Tampoco ahora la iniciativa viene de ellos mismos. Es el Señor quien
los elige, quien los llama y quien los envía con una triple misión: predicar la
conversión, echar los demonios y curar a los enfermos (Mc 6,7-13).
•
Ahora bien, Jesús los envía de dos en dos. Sus discípulos no son
francotiradores. Viajar, caminar y actuar siempre “de dos en dos” es ya un
requisito para que puedan ser creídos como pregoneros y testigos de la verdad.
• Pero es que, aun antes de actuar y de
hablar, han de ser convincentes por su misma forma de vivir en comunión y
fraternidad. La buena noticia del amor no será creíble si los que la
proclaman no se aman como hermanos
• Además, los discípulos del Señor son
enviados con un encargo muy concreto de vivir en austeridad y pobreza. Ha de
faltarles no solo lo superfluo, sino
también lo necesario. El mensaje dirigido a los pobres no será creíble si lo
anuncian los que nadan en las riquezas.
SENCILLEZ Y LIMPIEZA
El texto evangélico recoge un par de
advertencias de Jesús que pueden resultar extrañas en la cultura de nuestro
tiempo:
• “Quedaos en la casa donde entréis,
hasta que os vayáis de aquel sitio”.
Jesús quiere y espera que sus discípulos no sean presuntuosos, ni
escogidos. La verdad del mensaje ha de apoyarse en la sencillez del mensajero. Abandonar
una casa por exigencias de mayor comodidad no haría muy creíble el evangelio.
•
“Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el
polvo de los pies, para probar su
culpa”. Jesús es muy realista. Sabe que quienes rechazan el mensaje, rechazarán
también al mensajero. Pero hay que vivir siempre con rectitud y limpieza. Para
que sea evidente que el rechazo es inmotivado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario