“Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero… Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen”. Esta es la respuesta de Pedro al sumo sacerdote que prohíbe a los apóstoles enseñar en el nombre de Jesús (Hch 5,27-41).
Su palabra es realmente profética. Anuncia la resurrección de Cristo. Y denuncia la injusticia de quienes lo condenaron a muerte. Y eso, con la plena conciencia de que ese ministerio profético les ha de costar persecuciones y castigos. Pero la fidelidad a la llamada de Dios está por encima de las normas y las prohibiciones de los hombres.
Pero en las palabras de Pedro hay además otro punto importante. Él y sus compañeros se consideran testigos del misterio y de la misión de Jesucristo. Y para serlo de verdad, el testigo ha de estar ahí y ser diferente. La valentía es una nota distintiva del testigo. Con razón se canta en el salmo: “Te ensalzaré, Señor, porque me has librado” (Sal 29,2).
CUATRO PASOS
El evangelio que se proclama en este domingo tercero de Pascua (Jn 21,1-19) consta de cuatro partes: la crisis de siete discípulos de Jesús que se retiran al lago, el encuentro con el Señor, las preguntas a Pedro y el encargo que le confía Jesús, y finalmente la pregunta por la suerte del discípulo amado. En muchas celebraciones se leerán solo las dos primeras.
• El relato evoca y presenta el paso que va de la noche al amanecer, de las tinieblas a la luz, de la soledad de los discípulos al encuentro con un personaje que aparece en la mañana a la orilla del lago (vv.3-4).
• Hay otro paso importante que va de la ignorancia al conocimiento. En un principio no saben que ese personaje que los espera en la costa es Jesús (v.4). Pero uno de ellos reconoce que es el Señor y se lo comunica a Pedro (v.7). Al fin todos saben que es el Señor (v.12).
• Un tercer paso va de la esterilidad y del fracaso de esos discípulos que, a pesar de su experiencia, no logran pescar nada en toda la noche (v.3), a la satisfacción ante una pesca más abundante de lo que habrían podido soñar (v. 6.8).
• Y hay finalmente un cuarto paso que lleva a los discípulos de la carestía y el hambre, puesto que no tienen nada que comer (v. 5), al disfrute del almuerzo que Jesús ha preparado para ellos (vv. 9-12).
LA PRESENCIA DEL MAESTRO
Son siete los discípulos que se vuelven al lago de Galilea. Ese es el lugar en el que se desarrolla la escena del encuentro con Jesús. Allí pescaba Simón en otros tiempos. Y allí regresa, como si tratase de olvidar el tiempo vivido junto a Jesús.
• Esta huida de Pedro puede ser más dramática que la cobardía con la que afirmó no conocer a su Maestro. Pero Jesús no olvida a quien parece querer ignorar su llamada inicial. Y repetirá el mismo consejo al pescador frustrado.
• Pedro ha de saber que su trabajo puede resultar baldío, aunque lo lleve a cabo en compañía de otros que comparten su desaliento. Solo cuando escucha el consejo del Maestro su pesca se hace asombrosamente abundante.
• Pedro no debe olvidar que algunos abandonaron a Jesús cuando hablaba del pan de la vida. Ahora, como en la última cena, Jesús toma en sus manos el pan y el pescado y se lo da. El Señor repite los signos de su entrega.
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