“Hemos decidido el Espiritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables”. Así se puede leer en el pasaje de los Hechos de los Apóstoles que hoy se proclama en la celebración de la misa (Hech 15,1-2.22-29).
Habían llegado a Antioquía, algunos hermanos procedentes de Judea que pretendían imponer la circuncisión a los miembros de la comunidad, pertenecientes a la cultura griega. Pero, durante su primer viaje misional, Pablo y Bernabé habían ya comprendido que el mensaje de Jesús había de ser predicado también a los “gentiles”.
Se entabló una acalorada discusión entre unos y otros. No se trataba de algo superficial. Así que la cuestión fue llevada a Jerusalén. Los apóstoles y presbíteros de aquella comunidad decidieron que los gentiles no habían de circuncidarse para ser discípulos del Señor.
En cada momento de la historia cristiana habría que recordar aquella decisión. Es preciso mantener la fidelidad al mensaje de Jesús. Pero siempre será necesaria una generosa flexibilidad para que su espíritu impregne las diferentes culturas de este mundo.
LA PALABRA DEL SEÑOR Y EL AMOR
El evangelio que se proclama en este sexto domingo de Pascua (Jn 14,23-29) se sitúa en el marco de la última cena de Jesús con sus discípulos. Las palabras del Maestro suenan con la seriedad de un testamento. Y con la solemnidad de una dramática alternativa:
• “El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él”. Jesús había sembrado su palabra abundante y generosamente. A ese don gratuito sus discípulos habían de responder, acogiéndola con respeto y gratitud y tratando de vivir fielmente su mensaje.
• “El que no me ama no guardará mis palabras”. Esa es la prueba que desenmascara la sinceridad de nuestro amor o la mentira en la que nos refugiamos. Aunque nuestras declaraciones de fe parezcan muy solemnes, no siempre son creíbles. Nuestro amor al Señor se demuestra si escuchamos su palabra y tratamos de llevarla a la práctica de nuestra vida.
La fidelidad con la que escuchamos y cumplimos la palabra del Señor es la prueba del amor que le profesamos y la prenda de la presencia del Padre celestial entre nosotros.
EL TEMBLOR DEL CORAZÓN
Ademas, en el evangelio que hoy se proclama se recoge otra frase, con la que Jesús nos invita a recorrer en serenidad el camino de nuestra vida.
* “Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde”. Estas palabras de Jesús podían referirse al temor que muy pronto se apoderaría de sus discípulos. Uno iba a traicionarlo, otro lo negaria y los demás iban a abandonarlo. No deberían escandalizarse por ello.
* “Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde”. Estas palaras Jesús eran ya un aviso para su Iglesia. A lo largo de los siglos sufriría las persecuciones por parte de los extraños y la apostasía de sus propios miembros. Pero deberá permanecer fiel.
* “Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde”. Estas palabras Jesús han de suscitar en todos nosotros el deseo de mantenernos fieles a su mensaje, y la voluntad de anunciarlo con valor y con alegría. Es dicil, pero todo lo podemos con su gracia.
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