"Yo soy el camino, la verdad y la vida"
En el evangelio según Juan, Tomás y Felipe recogen muchas de las dudas que cualquiera de nosotros y nosotras siente ante un Jesús que les plantea un futuro, una posibilidad que va más allá de nuestra propia existencia y conocimiento. Jesús les dice que hay un solo camino: Sin embargo, ninguno de los dos discípulos siente que esté señalado y trazado con suficiente claridad. La respuesta de Jesús parece decir que no existen señales, que solo existe Él como recorrido y como modo de ser. Así, frente a las dudas y peticiones de Felipe la réplica es, sencillamente, «permanece».
Esta invitación a la cercanía, a la intimidad, a pasar mucho tiempo con Él es un recorrido que ha de ser transitado a lo largo de toda nuestra vida creyente. Quizá, en este tiempo experimentamos muchos cambios. Nuestras prácticas religiosas se han transformado y han pasado a ser virtuales. Nos preguntamos si esos caminos para mantener el aislamiento social y esas posibilidades espirituales que exploramos nos llevan a experimentar la vida comunitaria de la que brota la eucaristía. Estamos ayunando de pan y de vino, pero aparecen otros senderos que nos están llevando a experimentar y a cuestionar muchas de nuestras verdades religiosas profundas. No se trata tan solo de cambios temporales en las prácticas eclesiales, sino de dudas más profundas acerca de dónde están esos verdaderos caminos para la redención humana. De nuevo a parecen dudas como las de Felipe y Tomás. Como brújula, como norte, disponemos tan solo de la búsqueda de la verdad, y al hacerlo, es posible, que también imitemos y realicemos nosotros buenas obras.
"Piedra de escándalo"
Cada día más, cada persona desde esta nueva situación que estamos viviendo, somo conscientes también de que hay muchas cosas por hacer, mucho dolor que reparar. Innumerables incertidumbres afloran en nuestras sociedades, comunidades predicadoras y en la propia Iglesia. El papa Francisco recurrió a la imagen de «Iglesia, hospital de campaña» para recordarnos cómo debíamos reaccionar ante un mundo enfermo de indiferencia y con periferias en las que habitan cada vez más personas. Ahora, los temores crecen frente a las debilidades sociales, democráticas y eclesiales que presentan estas instituciones. Ante ellas cuestionamos los cimientos sobre los cuales hemos estado construyendo, nos preguntamos cuáles han sido los materiales elegidos y si los planos iniciales estuvieron siempre bien trazados. Según dice la carta de Pedro, formamos parte de la construcción de una casa espiritual y todos y todas somos responsables del sacerdocio santo y de los sacrificios que en ella se realizan. Ahora esta «casa espiritual» es la humanidad entera, la casa común que necesita, como en otros tiempos, ser reparada a fondo, y en medio, las palabras de Pedro nos invitan a buscar, de nuevo, la «piedra angular».
"Piedras vivas"
Quizá hemos sido sordos o hemos dejado que, como sucedía en las primeras comunidades, las lenguas y las formas de entender el seguimiento pudieran llegar a dividirnos. Sin embargo, el libro de los Hechos de los Apóstoles señala que tenían una certeza común y era que las viudas, debían ser atendidas. En eso no parecían tener dudas. Hoy las pobrezas, el dolor y desconsuelo de tantas gentes ha de ser también nuestra certeza común. Estamos experimentando un tiempo atención, de necesaria cercanía que ha aproximado nuestras vidas, y esperanzas de una manera diferente. No sabemos si dentro de unos meses seguiremos viviendo estos modos nuevos de solidaridad y proximidad, pero de lo que tenemos certeza es de que las personas vivimos solo a partir de cuidados, de tiempo regalado, de consuelo, de esperanza. Esta es nuestra fe, ser en el Espíritu, «piedras vivas».
Dña. Montse Escribano
Comunidad El Levantazo - Valencia
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