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Juan, el profeta Jn 1,6-8.19-28 (ADVB3-20)

 “El Espíritu del Señor, Dios, está sobre mí, porque el Señor me ha ungido”. El texto del libro de Isaías (Is 61,1-2.10-11) anuncia a un profeta que recibe el espíritu de Dios y lo difunde. Consuela a los que sufren, venda las heridas de los desgarrados, libera a los cautivos y prisioneros y, sobre todo, inaugura un año jubilar: el año de gracia de parte del Señor.

Además, el profeta proclama un anuncio de alegría universal: “El Señor hará brotar la justicia y los himnos ante todos los pueblos”. Este tercer domingo del Adviento se hace notar por su invitación a la alegría.  

El salmo responsorial, tomado del canto de María, recoge ese tono de alegría: “Me alegro con mi Dios” (Lc 1,46). También la invitación que san Pablo dirige a los fieles de Tesalónica refleja este espíritu: “Estad siempre alegres. Sed constantes en orar. Dad gracias en toda ocasión… No apaguéis el espíritu… Guardaos de toda clase de mal” (1 Tes 5,16).

TRES VECES “NO” Y UNA VEZ “SÍ”

En el evangelio de hoy se nos presenta a un extraño profeta  (Jn 1,6-8.19-28). Parece que el texto lo define por lo que no es. Por lo que no pretende ser. Esto es lo que el evangelista dice de él: “No era él la luz, sino testigo de la luz”.

Pero nos interesa saber cómo se ve él mismo. Ante los emisarios de los sacerdotes y levitas de Jerusalén, Juan responde con verdad y humildad. Por tres veces repite un “no” tajante a los que le preguntan.

• No es Elías, aquel gran defensor de la majestad de Dios y de la dignidad del pobre.

• No es el gran profeta que el Señor anunciaba a Moisés, según el Deuteronomio.

• Y no es el Mesías, que había sido esperado por su pueblo a lo largo de los siglos.

Sin embargo, nadie puede identificarse solo por lo que no es. Hay que definirse por un “sí”. Es preciso reconocer lo que uno es y lo que está dispuesto a dar. Para identificarse, Juan se presenta como la voz que clama en el desierto, exhortando a todos a allanar los caminos. Juan hace suyas las palabras del libro de Isaías que anunciaban la liberación a los deportados.

 PALABRA Y TESTIMONIO

Es verdad que Juan se niega a presentarse como el esperado por su pueblo. Pero no puede negarse a  anunciar su llegada y su presencia entre las gentes:

• “En medio de vosotros hay uno que no conocéis”. Muchos consideran al Mesías como un extraño. Algunos hasta llegan a dudar de su existencia histórica. Pero los creyentes sabemos que él está entre nosotros. Juan nos invita a descifrar los signos que lo anuncian.

• “Él viene detrás de mí y existía antes que yo”. Algunos consideran a Jesús solamente como un personaje del pasado. Juan nos ayuda a comprender su puesto en la historia de la salvación. El Señor nos precede en el tiempo y, a la vez,  está viniendo a nosotros cada día.

• “Yo no soy digno de desatar la correa de sus sandalias”. Muchos otros lo han despreciado como hicieron Herodes y Pilato. Juan nos dice que Jesús es el Señor. Nosotros somos unos siervos a los que Él ha elegido como discípulos y ha considerado como amigos. 

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