“Arrepentíos y convertíos para que se borren vuestros pecados”. Esas son las últimas palabras que Simón Pedro dirige a las gentes de Jerusalén (Hch 3,19). Inmediatamente antes había reprochado a sus oyentes tres graves injusticias que habían cometido contra Jesús de Nazaret:
• Habían despreciado a Jesús, al que Pedro proclama como el Santo y el Justo.
• Habían pedido a Pilato que lo condenara a muerte, cuando el quería liberarlo.
• Habían exigido al procurador que indultara a un asesino, en lugar del autor de la vida.
También hoy deberíamos arrepentirnos de ignorar la bondad y glorificar la maldad, de despreciar la vida y legalizar la muerte, de aplastar al inocente y honrar a los asesinos.
Y deberíamos exclamar con el salmo responsorial: “Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor” (Sal 4). Gracias a nuestra fe podemos saber y anunciar que Jesucristo aboga por nosotros ante el Padre (1Jn 2,1-5)
LA NUEVA CREACIÓN
El evangelio que se proclama en este domingo tercero de Pascua (Lc 24,35-48) está lleno de contrastes entre la actitud de los discípulos de Jesús y la realidad de su resurrección y de su mensaje.
• Los discípulos de Jesús confunden a Jesús con un fantasma. Pero el miedo a los fantasmas no les permite descubrir a su Maestro y aceptar la verdad de su vida.
• Los discípulos se mueven entre dudas, pero Jesús les ofrece la paz y la seguridad, los libera del temor y de engañosas ilusiones y les muestra el camino de la esperanza.
• Los discípulos de Jesús no comprenden ni aceptan el sentido de la muerte de Jesús, pero él los exhorta a descubrirlo a través de las Escrituras.
También hoy la celebración de la muerte y de la resurrección de Cristo nos ayuda a descubrir la amanecida de la nueva creación.
MENSAJEROS DEL PERDÓN
No deberíamos olvidar el mensaje que Jesús ha extraído de las Escrituras. En ellas podemos descubrir la misión y la tarea de la Iglesia y de cada uno de los creyentes:
• “Estaba escrito que el Mesías padecerá y resucitará de entre los muertos”. La pasión y muerte de Jesús fue un escándalo para los judíos y un motivo de burla para los paganos. Nosotros somos invitados a mirar confiadamente al Crucificado.
• “En nombre del Mesías se predicará la conversión y el perdón de los pecados”. Él Señor resucitado no se acerca para condenar al mundo. Él encarga a sus discípulos que prediquen la necesidad de la conversión.
• “Vosotros sois testigos de esto”. Con esas palabras se cierra el mensaje del Maestro. Sus discípulos de siempre no son testigos de la cólera, de la venganza o del castigo de Dios. Han de ser los testigos valientes de la misericordia divina.
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