“Hasta aquí llegarás y no pasarás, aquí se romperá la arrogancia de tus olas”. Dios recuerda a Job que él y solo él pudo dar esas órdenes al mar (Job 38,11). Job no entiende por qué le han sobrevenido tantas desgracias, siendo un hombre justo como es. Según la concepción de su pueblo, Dios debería premiar su bondad y librarle de las desgracias.
Puesto que los amigos que acuden a consolarle no son capaces de darle una razón convincente, Job apela al mismo Dios. Y Dios se le muestra como el único que puede poner límites tanto a las olas del mar como a los ataques del mal.
Con el salmo 106, nosotros proclamamos no solo la grandeza de Dios sino también su cercanía y su compasión: “¡Porque es eterna su misericordia!”
Según san Pablo, gracias a la muerte y resurrección de Cristo, Dios nos ha concedido el don de ser una criatura nueva. Una criatura renacida (2 Cor 5,14-17).
LAS DUDAS
El mar aparece también en el evangelio que se proclama en este domingo 12º del Tiempo Ordinario. Una tormenta repentina levanta en el lago unas olas tan grandes que inundan la barca en la que navegan los discípulos, llevando a Jesús a bordo (Mc 4,35-40). No es extraño que surjan en ellos algunas dudas.
• Jesús les ha pedido que se alejen de la costa y se hagan a la mar, pasando a la otra orilla del lago. Lo asombroso es que Jesús no haya previsto la tormenta que les iba a sorprender durante la travesía. Los discípulos parecen dudar de la sabiduría de su Maestro.
• Además, pueden dudar también de su bondad y su justicia. Él les ha dado una orden y ellos han obedecido. Pero la obediencia los ha puesto en una situación de peligro. Tal vez empiezan a pensar que, si sobreviven a este peligro, procurarán actuar por cuenta propia.
• Por otra parte, Jesús siempre se ha mostrado atento a las necesidades de las personas que lo buscan y le siguen. ¿Cómo es que en esta ocasión se ha dejado vencer por el cansancio y duerme despreocupado de sus amigos?
• Finalmente, los discípulos se sienten dominados por el miedo. El Maestro siempre ha mostrado su poder sobre los demonios. ¿No será capaz de vencer a la tempestad y poner freno a las fuerzas del mar embravecido?
DOS PREGUNTAS
Este relato evangélico presenta a nuestra consideración dos preguntas que brotan espontáneas de la boca de los discípulos de Jesús:
• “Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?” Esta primera pregunta refleja en realidad la desconfianza que a veces paraliza también hoy a los seguidores de Jesús. Pero a Jesús le importa la suerte de sus discípulos. No le han elegido ellos. Él los ha elegido libremente y presta atención a sus dificultades.
• “¿Quién es éste a quien el viento y las aguas obedecen?” Esta segunda pregunta revela el camino que ha de conducir a los creyentes de hoy. También en las dificultades actuales hemos de aceptar a Jesús como Señor y anunciar su presencia en el mundo. En Jesús se manifiesta la fuerza de Dios, que ha puesto límites al mar.
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