“Regocíjate, hija de Sión, grita de gozo, Israel; alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén”. En un tiempo de confusión y de temor es de agradecer escuchar esta invitación a la alegría que nos dirige el profeta Sofonías, en este tercer domingo de Adviento (Sof 3,14).
El texto concluye con otra hermosa exhortación que el profeta dirige a Jerusalén: “El Señor tu Dios, en medio de ti, es un guerrero que salva. Él se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con jubilo como en día de fiesta” (Sof 3,17-18).
A ese mensaje responde el salmo responsorial: “El Señor es mi Dos y salvador, confiaré y no temeré, porque mi fuerza y mi poder es el Señor, el fue mi salvación” (Is 12,2-3).
A la invitación del profeta hace eco la exhortación da san Pablo a los cristianos de la ciudad de Filipos: “Estad siempre alegres en el Señor, os lo repito, estad alegres” (Flp 4,4).
Todo nos hace pensar que la alegría es algo más que la satisfacción. Para un creyente es la forma de mostrar nuestra gratitud al Señor, en el que hemos depositado nuestra confianza.
LA DENUNCIA
El evangelio continúa el relato de Lucas que se leía el domingo pasado. Así que a la vibrante predicación de Juan el Bautista, que invitaba a sus oyentes a la conversión, sigue ahora la pregunta que ellos le dirigen sobre lo que han de hacer (Lc 3,10-16).
• Dirigiéndose a todos, Juan los exhorta a compartir con los pobres sus vestidos y su comida. No era una idea nueva. Aquel hombre del desierto recuerda algunas de las obras que, según un texto incluido en el libro de Isaías, constituyen el verdadero ayuno (Is 58,7).
• Por otra parte, Juan tiene delante a los publicanos o cobradores de tributos, considerados como pecadores, puesto que suelen aumentar en beneficio propio la cuantía de los impuestos. El profeta los exhorta a no exigir a las gentes más de lo establecido.
• Además tiene una palabra para los soldados, que tantas veces abusan de su fuenza ante las gentes más humildes. Juan les pide que no hagan extorsión a nadie, que se contenten con su salario y que no opriman y castiguen a las gentes por causa de falsas denuncias.
EL ANUNCIO
Juan Bautista no solo lamenta las injusticia que se extiende por su tierra. Desciende a la realidad y a todos sus oyentes les dirige exhortaciones muy concretas. Por eso, las gentes se preguntan si Juan no será el Mesías, del que se espera la justicia. Pero Juan, además de denunciar los abusos, proclama el anuncio de alguien que viene detrás de él.
• El que viene es más fuerte que Juan. Pero su fortaleza no se manifestará en otro abuso de fuerza contra los débiles de su pueblo, sino en el servicio a los más necesitados.
• El que viene bautiza con Espíritu Santo y con fuego. Es decir, con el aliento de Dios que da la vida y con el fuego que quema la paja mientras cuece el pan.
• El que viene trae en su mano el bieldo con el que se avienta la paja para separarla del grano. El Mesías enseñará el discernimiento para distinguir el bien del mal.
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