“Voy a acercarme a mirar este espectáculo admirable, a ver cómo es que no se quema la zarza” (Ex 3,3). Moisés está apacentando su rebaño y percibe una zarza que arde sin consumirse. Se acerca y oye una voz que le pide descalzarse, puesto que está ante lo sagrado. Este texto nos remite a tres protagonistas que merecen nuestra atención.
• Dios, que no es indiferente a la suerte de los hombres. Su misericordia tiene en cuenta la miseria de los hebreos que son tratados como eslavos. Dios ha decidido liberarlos de esa esclavitud. Pero ha de suscitar en ellos el anhelo de la liberación.
• Moisés, que ha tenido que salir de Egipto y ha encontrado un refugio tranquilo entre las gentes de Madián. Sin embargo, escucha la voz de Dios que ha decidido contar con él. Su atención nos enseña a ver la intervención de Dios en los acontecimientos de nuestra vida diaria.
• Los hebreos, que ya se han habituado a vivir en la esclavitud. Pero Dios “ha visto” la opresión que sufren los descendientes de Jacob y decide rescatarlos. También a nosotros Dios nos ofrece la libertad y nos restituye la dignidad perdida.
DOS HECHOS IMPRESIONANTES
El evangelio según san Lucas menciona dos hechos impresionantes que debieron de llegar a los oídos de Jesús: una horrible matanza de peregrinos galileos decidida por Pilato y el derrumbe de la torre de Siloé que aplastó a algunos obreros (Lc 13,1-9).
• A Moisés Dios le había hablado mientras se ocupaba tranquilamente de las tareas del pastoreo. El evangelio dice que Dios habla también a través de los sucesos más dramáticos como una pandemia o una invasión militar de un país.
• A la vista de aquellos acontecimientos, la idea habitual sobre la retribución divina llevaba a preguntarse qué mal habían cometido las víctimas. Sn embargo, según Jesús, la desgracia no siempre responde al pecado. Si así fuera, algunos de sus oyentes la merecerían.
• El evangelio nos indica que es ocioso hacerse preguntas sobre la naturaleza del mal y sobre sus causas. La fe nos enseña a tomar una decisión concreta. La voz de Dios nos invita de una forma o de otra a escucharla y a abrir nuestro corazón a la conversión
UNA PARÁBOLA SENCILLA
Por otra parte, en el evangelio que hoy se proclama se recuerda la parábola de la higuera que ha dejado de dar frutos. El texto incluye un breve diálogo entre el dueño de la viña y el viñador encargado de cultivarla.
• “Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?”. Esa es la decisión del dueño de la viña en la que está plantada la higuera. Es una severa advertencia a esa esterilidad nuestra que ya se ha vuelto crónica. No podemos resignarnos. Hemos sido llamados a “dar frutos en la caridad para la vida del mundo”.
• “Señor, déjala todavía este año”. Junto a la tentación de la acedia podemos caer también en la tentación del pesimismo. El viñador quiere dar una nueva oportunidad a la higuera. Estamos llamados a mantener la esperanza y la paciencia con nuestros hermanos. Y a dejar el juicio y la última decisión al Señor, que es el dueño de la viña.
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