Este óleo sobre tabla (160 x 123 cm) del Martirio de San Esteban es obra de Juan de Juanes, hacia 1555-1562. Se encuentra expuesto en la Sala 051 del Museo del Prado. Formaba parte del Retablo de San Esteban de la iglesia de San Esteban de Valencia, junto a otras escenas de la vida del santo y La Última Cena. De acuerdo con los Hechos de los Apóstoles, san Esteban fue condenado a la lapidación tras enfurecer a los sacerdotes judíos del sanedrín. Mientras el santo, vestido con ropa de diácono, se encomienda a Dios, los expresivos sayones le lapidan con ira. Al fondo aparece Saulo, el futuro san Pablo, contemplando la escena enmarcada en un característico paisaje salpicado de ruinas clásicas, obeliscos y pirámides, según los modelos de Rafael que se repiten en casi toda la obra de Juan de Juanes.
Otra muestra más del martirio del santo está en la fachada plateresca de su convento en Salamanca firmada por el milanés Juan Antonio Ceroni en 1610
Una obra más es este busto relicario romanista del último tercio del siglo XVI de la Parroquia de San Esteban de Arguedas (Navarra) realizado por el escultor guipuzcoano Ambrosio de Bengoechea (discípulo de Juan de Anchieta) y su pintura, dorado y estofado de Juan de Lumbier en 1597. La talla del busto relicario acometida por Ambrosio de Bengoechea, destinado a albergar las santas reliquias de San Esteban, comprende la mitad superior del cuerpo, con la cabeza, torso hasta la cintura y brazos completos, si bien la peana que ejecutó para procesionar la imagen no ha llegado hasta nosotros. La caracterización física del personaje nos permite identificarlo claramente. La cabeza muestra el rostro de un hombre joven e imberbe y de formas volumétricas, dotado de una mirada frontal dirigida al infinito, pero llena de vida, cuya cabellera tallada en mechones muestra la tonsura propia de su grado clerical, a la que posteriormente se le ha añadido una corona en forma de halo. Aparece vestido con la dalmática de diácono, que el escultor reproduce con gran maestría, tallando en la parte posterior las borlas pendientes de cordones, que se añadieron desde el siglo XVI y que con menor tamaño se emplearon durante algún tiempo entre los siglos VIII-XII, y que asimismo podemos apreciar en la dalmática del San Esteban que El Greco pintó con maestría en el excepcional cuadro del Entierro del Conde de Orgaz para la iglesia de Santo Tomé de Toledo.
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