DICIEMBRE: ADVIENTO y NAVIDAD. Calendarios, fiestas, actividades, juegos, propuestas de lecturas, humor, imagen-viñeta para reflexionar, fichas, manualidades, cómics... ***Si bien los materiales propios del blog están protegidos, su utilización ES LIBRE (aunque en ningún caso con fines lucrativos o comerciales) siempre que se conserve el diseño integral de las fichas o de las actividades así como la autoría o autorías compartidas expresadas en las mismas.
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El rico y el pobre Lc 16,19-31 TOC26-25
“Os acostáis en lechos de marfil; tumbados sobre los divanes, coméis los carneros del rebaño y las terneras del establo”. Amós era un pastor allá en las tierras de Técoa, en el reino de Judá. Un día subió a Samaría, en el reino de Israel. Al percibir el lujo de que alardeaban algunas personas, no pudo evitar denunciarlas con su lenguaje de pastor (Am 6,1.4-7).
Junto a los ricos, vió la miseria de los pobres, la indiferencia de los que los marginaban y la corrupción de los jueces que se vendían por un par de sandalias. Es verdad que no se creía un profeta, pero sabía que nadie puede ignorar el bramido de una fiera. Según él, cuando Dios habla, nadie puede quedar en silencio, sin transmitir su mensaje.
El salmo responsorial subraya esa experiencia, al confesar la justicia e imparcialidad de Dios: “Él mantiene su fidelidad perpetuamente, hace justicia a los oprimidos, da pan a los hambrientos. El Señor liberta a los cautivos” (Sal 145,7).
Por su parte, san Pablo exhorta a su discípulo Timoteo a practicar la justicia, la religión, la fe, el amor, la paciencia y la delicadeza (1 Tim 6,11).
EL NOMBRE DEL POBRE
El evangelio de este domingo nos presenta a un hombre rico que se viste con ropajes de lujo y cada día organiza un banquete escandaloso. Y, al mismo tiempo, recuerda a un mendigo que espera satisfacer algo de su hambre con las migajas que caen de la mesa del rico, mientras deja ver unas llagas que lamen de vez en cuando los perros callejeros (Lc 16,19-31).
Es interesante observar que el relato evangélico no da el nombre del rico, mientras que recuerda el nombre del pobre. Se llama Lázaro, que significa “Dios ayuda”. Cabe preguntarse si Jesús conocía a un pobre con ese nombre o se lo atribuye con toda intención.
Ahora bien, esas diferencias que los marcaban en la vida quedaron invertidas más allá de la muerte. El pobre participa ahora de la mesa y de las bendiciones de Abrahán, el amigo de Dios. Pero el rico es arrojado a un infierno, que se describe como un horno de fuego.
Es más, el rico que durante su vida no había compartido con el pobre su comida y su bebida, pide ahora que ese mismo pobre se acerque a él con una gota de agua para refrescar un poco sus labios abrasados.
LA CLAVE DEL JUICIO
Es asombroso oír que el rico conoce el nombre del pobre. Y ruega a Abrahán que lo envíe a sus hermanos para que cambien de conducta y no vayan a terminar en el fuego que él padece. Las dos respuestas de Abrahán son un aviso para las gentes de todos los tiempos.
• “Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen”. No es fácil escuchar a los profetas que Dios nos envía. Su misión es anunciar el bien y la verdad y denunciar el mal y la mentira. Pero es fácil descalificar a los mensajeros para no aceptar el mensaje.
• “Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto”. Todos esperamos una revelación extraordinaria. Pero Dios no nos envía muertos resucitados para que nos adviertan. Nos envía testigos de la fe que viven junto a nosotros.
La fe, reto de la “confianza” en Dios Lc 6,19-31 TOC26-25
1. El evangelio de este domingo se toma de Lucas: un conjunto literario con dos partes: 1) el diálogo sobre la petición de los apóstoles para que aumente la fe de los mismos y la comparación con un pequeño grano de mostaza; 2) la parábola del siervo inútil. Lo primero que debemos considerar en este aspecto es que la fe no es una experiencia que se pueda medir en cantidad, en todo caso en calidad. La fe es el misterio por el que nos fiamos de Dios como Padre, ahí está la calidad de la fe; ponemos nuestra vida en sus manos sencillamente porque su palabra, revelada en Jesús y en su evangelio, llena el corazón. Por eso, la fe se la compara aquí con un grano de mostaza, pequeño, muy pequeño, porque en esa pequeñez hay mucha calidad en la que puede encerrarse, sin duda, el fiarse verdaderamente de Dios. Puede que objetivamente no se presenten razones evidentes para ello. No es que la fe sea ilógica, o simplemente ciega, es una opción inquebrantable de confianza. Es como el que ama, que no puede explicarse muchas veces por qué se ama a alguien. Por tanto, existe una razón secreta que nos impulsa a amar, como a creer.
2. La fe que mueve montañas debe cambiar muchas cosas. La comparación del que, por la fe, arranca una morera o un sicómoro y lo planta en el mar, da que pensar. ¿Qué sentido puede tener? Un sicómoro no puede crecer en el mar. En realidad es un símbolo de Israel y este no es un pueblo del mar; no hay tradición de ello. La frondosidad que tiene, como la de la higuera que protege con su sombra, es como un reto: son árboles de secano, de estío, protectores… pero no pueden estar en el mar, se pudrirían. Es un imposible, como un “imposible” es el misterio de la fe, de la confianza en Dios. Cuando todo está perdido, cuando lo imposible nos avasalla, “confiar en Dios” pone en entredicho una religiosidad de oropel, de cosas, de ritos, de ceremonias, de purificación. La fe es algo del corazón, donde está la sede de lo mejor y de lo peor en la Biblia. Por ello, tener fe, confianza (emunah), y pensar que una morera puede ser trasladada al mar y crecer allí es poner en entredicho la religión vacía. Sin la fe, la religión no lleva a ninguna parte. Y muy frecuentemente sucede que se tiene “una religión”, pero en ella no habita la fe.
3. La parábola conocida como del “siervo inútil” no es una narración absurda. No es propiamente la parábola del siervo inútil, porque no es ese su sentido, sino del que acepta simplemente en su vida que es un siervo y no pretende otra cosa. El amo que llega cansado del trabajo es servido por su criado; el criado tiene la conciencia de haber cumplido su oficio; esas eran las reglas de contratación social. ¿Qué sentido puede tener esto en el planteamiento de la fe y la recompensa? No podemos aplicar aquí la lógica reivindicativamente social de que el patrón y el siervo no pueden relacionarse tal como se propone en esta lectura. El juicio moral sobre la servitud o la misma esclavitud de aquellos tiempos, está demás a la hora de la interpretación. Se parte de la costumbre de aquella época para mostrar que el siervo, lo que tenía que hacer era servir (se usa el verbo diakoneô), porque era su oficio, y el amo ser servido.
4. Jesús quería partir de esta experiencia cotidiana para mostrar al final algo inusual: por ello, la vida cristiana no se puede plantear con afán de recompensa; no podemos servir a Dios y seguir a Jesús por lo que podamos conseguir, sino que debemos hacernos un planteamiento de gracia. El buen discípulo se fía de Jesús y de su Dios. Cuando se da esa razón secreta para seguir a Jesús, no se vive pendiente de recompensas; se hace lo que se debe hacer y entonces se es feliz en ello. Existe, sin duda, la secreta esperanza e incluso la promesa de que Dios nos sentará a su mesa (símbolo de compartir sus dones), pero sin que tengamos que presentar méritos; sin que sea un salario que se nos paga, sino por pura gracia, por puro amor. Así es como Lucas ha entendido este conjunto en que pone en conexión el diálogo sobre la fe con la parábola del siervo (que no es inútil). Con Dios no vale do ut des, sino lo que cuenta es abrirse a Él como lo que somos y con lo que somos… y se nos invita, por gracia, a sentarnos a su mesa, lo que no ocurre precisamente en las relaciones sociales de este mundo de clases.
El Nuevo Testamento desde las Ciencias Sociales
Este libro de carácter introductorio parte de dos convicciones ampliamente compartidas entre los biblistas contemporáneos. La primera es que un lector actual del Nuevo Testamento no puede entender el significado, uso e impacto originales de sus textos sin un conocimiento suficiente de la sociedad y la cultura donde surgió. La segunda, que las ciencias sociales, correctamente utilizadas, pueden contribuir de modo eficaz a la obtención de este conocimiento.El objetivo de la autora es, también doble. Por una parte, introducir al lector al uso de las ciencias sociales en la exégesis bíblica. Por otra, describir, con la ayuda de estas ciencias, los principales rasgos del mundo social y cultural que los escritos del Nuevo Testamento presuponen.
Editorial Verbo Divino
288 páginas
ISBN 978-84-9945-170-1
Precio 17,10 euros
Los fraudes y la responsabilidad Lc 16,1-13 (TOC25-25)
“Escuchad esto los que exprimís al pobre, despojáis a los miserables, diciendo: ¿Cuándo pasará la luna nueva para vender el trigo y el sábado para ofrecer el grano?” (Am 8,4). Amós, un pastor llegado de Técoa a Samaría muy pronto descubrió y denunció las injusticias y los atropellos que allí se cometían contra los pobres.
Cuando comenzaron a rechazarlo como profeta, respondió que nadie puede dejar de temblar cuando el león ruge en la selva. Sería un pecado guardar silencio frente a los los fraudes y los abusos contra los más indefensos de aquella sociedad que presumía de próspera al tiempo que se gloriaba de observar el descanso del día del sábado.
El salmo responsorial de este domingo nos exhorta a proclamar que el Señor “levanta del polvo al desvalido y alza de la basura al pobre” (Sal 112,7).
Por otra parte leemos una confesión de fe que san Pablo escribe a Timoteo: “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim 2,4). No olvidemos que esa voluntad de Dios se refiere tanto al oprimido como al opresor.
LO REALMENTE IMPORTANTE
El evangelio nos presenta hoy una parábola que refleja una actitud que se ha repetido con frecuencia. Un administrador ha defraudado a su amo y va a ser despedido por ello. Pero con el fin de ganarse unos amigos, falsifica los documentos para disminuir la cantidad que todavía deben a su amo. Con ello, espera que lo ayuden cuando se encuentre sin trabajo (Lc 16,1-13).
Contra lo que cabría imaginar, el amo felicita a ese administrador infiel, no por su corrupción, sino por la astucia que demuestra. Jesús concluye su parábola con una afirmación que podría aplicarse a muchas situaciones actuales: “Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz”.
Es evidente la frecuencia con la que aparecen los dineros en el evangelio de Lucas. Por eso, algunos piensan que tal vez el dueño ha llegado a comprender lo que es realmente importante. No merece la pena perder la paz por la pérdida de unos beneficios económicos.
NUESTRA VOCACIÓN CRISTIANA
Según el texto evangélico, la parábola lleva a Jesús dirigir a sus discípulos algunas reflexiones de tipo sapiencial. Es verdad que en ellas refleja algunas actitudes humanas, pero sobre todo subraya una vez más la grandeza de Dios.
• “El que es de fiar en lo menudo también en lo importante es de fiar”. Todo ser humano ha de ser honrado en los pequeños compromisos de cada día. Eso lo prepara para ser responsable en su tarea y para aceptar el proyecto de Dios.
• “Ningún siervo puede servir a dos amos”. Cuando el corazón está dividido no puede tener paz, ni en el trabajo ni en la vida familiar. Pero la división de nuestro servicio llega a ser dramática si queremos ser fieles a las voces del mundo y olvidamos la voz de Dios.
• “No podéis servir a Dios y al dinero”. Siempre tendemos a elegir, a votar y a servir a los que nos ofrecen seguridades inmediatas. Pero solo Dios es Dios. Solo quien adora solamente a Dios, puede encontrar la libertad y reivindicar su verdadera dignidad.
¡Con el dinero no se juega! Lc 16,1-13 (TOC25-25)
2. Al final de la parábola del administrador sagaz, el v.8 plantea el interrogante de cómo ha podido ser alabado un hombre que ha actuado de forma y manera que la fortuna del "hombre rico" va a quedar reducida, ya que los dos casos que se nos presentan solamente sirven de modelo paradigmático de todos los deudores - "y llamando a cada uno de los deudores de su señor" v.5, es decir a “todos”. La parábola, muy probablemente, ha sido transformada desde una historia singular de un administrador de un hombre rico, a una narración en la que indirectamente está presente Dios como "señor", quien ha puesto las riquezas de la creación al servicio de los hombres, y nosotros solamente somos administradores que un día debemos dar cuentas de nuestra actuación. Todo lo que sea acumular riquezas es una injusticia, una falsedad. Esa es la razón por la cual es alabado el ad¬ministrador tras haber sido informado "el señor" de su proceder. Porque este Señor de la parábola no es un vulgar terrateniente, que acumula riquezas injustamente, sino el dueño del mundo. La acusación o difamación que se había hecho de este ecónomo, se va a volver en contra de los mismos difamadores. Este hombre es el que ha entendido de verdad la forma en que deben tratarse y usarse las riquezas en este mundo: con equidad. Por eso, el hombre rico de esta parábola ha pasado a ser el Señor, el juez de todos los hombres ricos de este mundo, que en vez de ser administradores "que actúan sagazmente", se han quedado en ser ricos, acumulando riquezas, endeudando a los pobres cada vez más y exigiéndoles más de lo que pueden dar.
3. El administrador, por el contrario, es un ejemplo. Él ha podido enriquecerse sin medida y, sin embargo, a la hora de entregar las cuentas de su administración, se encuentra con las manos vacías. En lo único en que puede confiar es en haber actuado con prudencia, con sagacidad, con sabiduría y equidad con los deudores. La aplicación del v.9 : "y yo os digo: haceos amigos con el Mammona (dinero) de la injusticia, para que cuando venga a faltar os reciban en las moradas eternas", es lo mismo que ha hecho el administrador de la parábola, según la reflexión que él mismo se hace en el v. 4. El v. 9, siempre ha planteado problemas de traducción: pero lo que llanamente se quiere decir es que en vez de hacerse con las riquezas, que son engañosas, lo que debemos es preocuparnos de hacer amigos, es decir, hacer el bien con ellas, cuando se poseen o se administran. Con las riquezas, lo que uno debe pretender es hacerse amigos, haciendo el bien, en vez de acumular poder. Esto es, en verdad lo más práctico (phrónimos), lo más justo y lo más positivo que los cristianos deben hacer con los bienes que Dios nos ha encomendado en este mundo. No se puede hacer amigos, si no es compartiendo con ellos los bienes; es la mejor manera de usar las riquezas. Lo contrario, además de ser un escándalo en la perspectiva del Reino, nos cierra el futuro que está en las manos de Dios.
4. Podemos entender ahora que “el señor” –que claramente en la parábola no puede ser más que Dios-, haya felicitado al gerente, porque ha sabido actuar de manera que las riquezas no vengan a ser injustas o engañosas. Casi todos consideran las riquezas en este mundo como el futuro más seguro, y debe ser verdad, si no fuera porque un día debemos enfrentarnos con la realidad de que tenemos que desprendernos de todo y dar cuentas al Señor. Se hace mención de Mammona, que es un juego de palabras; en su raíz aramea expresa esa seguridad, y de ahí su injusticia, porque ellas roban toda la armonía, la equidad y la sabiduría humana. Un día hay que dejarlo todo; por eso, lo verdaderamente inteligente es hacer lo que hizo el administrador, quien, al contrario de los criterios de los que sirven a dos señores, a Dios y a la seguridad del dinero, ha preferido servir a su señor, usando las riquezas que se le han encomendado para hacerse amigo de los hombres, en vez de contribuir a acumular riquezas engañosas para él o para el señor.
5. Se dice que la imagen de la comunidad lucana es un reflejo del objetivo social concreto que afecta a toda su obra: el equilibrio económico intracomunitario. Ello no significa, sin embargo, que tuviera "in mente" un programa de tipo socio-político para toda la sociedad. Los intereses profundos que mueven a Lucas se reducen a planteamientos de una ética que se implica en el seguimiento, en el discipulado cristiano; tratando, por otra parte, de dar respuesta a problemas concretos de las relaciones entre ricos y pobres, y de las opciones que debía tomar su comunidad respecto de las riquezas para vivir de acuerdo con los criterios del Reino de Dios. Lucas lo tiene claro: no se puede servir a Dios y al dinero.
El recuerdo de la cruz (Jn 3,13-17) Fiesta 14 de septiembre
“Moisés hizo una serpiente de bronce y la colocó en un estandarte. Cuando una serpiente mordía a alguien, este miraba la serpiente de bronce y salvaba su vida” (Núm 21,9).
Como para evitar la tentación de acudir a la magia para lograr la curación, el libro de la Sabiduría explica que aquel era un signo de salvación. “El que lo miraba se curaba, no por lo que contemplaba, sino por ti, salvador de todos” (Sab 16,7).
Recordando cómo los hebreos se olvidaban del Dios que los había liberado de la esclavitud padecida en Egipto, el salmo responsorial nos recuerda que “él, en cambio, sentía lástima, perdonaba la culpa y no los destruía: una y otra vez reprimió su cólera, y no despertaba todo su furor” (Sal 77,38).
San Pablo, por su parte, recoge un conocido himno, en el que se afirma que Jesús, “siendo de condición divina, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz” (Flp 2,6-11).
CRUZ Y EL ANCLA
En su diálogo con Nicodemo Jesús se comparó a sí mismo con la antigua serpiente del desierto: “Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna” (Jn 3,14-15).
Jesús habría de ser elevado en la cruz para ofrecer la salvación a todos los que volvieran a él sus ojos y su confianza. Es claro que nuestra salvación no brota de la madera de la cruz, sino del crucificado en el madero, es decir de su entrega a Dios por nosotros.
Al venerar a un crucificado, los cristianos somos una auténtica provocación social. En un mundo que solo aspira a la comodidad y el disfrute, al triunfo y la fama, aceptar la cruz parece una locura. La cruz molesta en todas partes. Y proclamar que la cruz es el camino para la salvación suena como un agresivo desafío.
Sin embargo, no podemos olvidar que, en el logo elegido para este año jubilar, la cruz que abrazan los peregrinos se presenta como un ancla de salvación.
GRATITUD Y COHERENCIA
El signo y el misterio de la cruz se expresan en palabras de entrega. El evangelio de Juan coloca en labios de Jesús el mejor comentario a esta certeza (Jn 3,13-17).
• “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único”. Dios no es enemigo de su creación. La vida y la muerte de Jesús son el gran signo del amor de Dios al mundo. Y la entrega de Jesús a su Padre refleja el acto por el que el Padre nos ha entregado a su Hijo.
• “Para que no perezca ninguno de los que creen en él”. El fin de la entrega de Jesús es presentado como un rescate. Si aceptamos su vida y su doctrina, seremos liberados de la frustración humana y del riesgo del fracaso de nuestra existencia.
• “Para que tengan vida eterna”. La entrega de Jesús da sentido a nuestra vida. Su vida se ha distinguido por su donación a los pequeños, a los humildes y a los pobres. Esa es la vida que pervive hasta más allá de la muerte y nos une para siempre al Dios viviente.
El amor crucificado es glorificado Jn 3,13-17 (Fiesta de la Exaltación de la Cruz)
El diálogo con Nicodemo es una de las estampas más significativas del evangelio de Juan. Nicodemo, desde "su noche", viene -según el evangelista- a encontrarse con Jesús ¿por qué? Habría que pensar en el trasfondo de la comunidad joánica, así como en el acercamiento de algunos judíos a los cristianos, para poder entender esta escena. Hubo enfrentamientos muy fuertes entre judíos y cristianos, y esto se refleja en este evangelio. Pero también hubo judíos que con toda su carga religiosa y su tradición querían buscar la verdad, la luz, el agua viva, el nuevo maná. Los israelitas en el desierto protestaban contra el maná y vinieron serpientes. Estos conceptos teológicos son muy propios del evangelio de Juan.
En concreto, los vv. 13-17 corresponden a una reflexión teológica, sobre palabras de Jesús, que tienen una carga soteriológica de envergadura. Aquí se ha querido ir más allá de lo que el mismo Jesús pudo decir en su vida histórica. Porque no podemos olvidar que este evangelio se construye con una ideología soteriológica que se pone de manifiesto desde la misma presencia de Jesús en la "encarnación". Jesús es el "revelador" de la salvación y quien se encuentra con él y cree en él, se encuentra con la vida. El texto, además, intenta superar la escena religioso-culturalista de la primera lectura (Núm 21,8). Ahora los hombres no tienen que mirar a una serpiente en su "abrasador" (saraf: cf Is 30,6), sino al trono de la cruz, donde ha sido elevado el Hijo del hombre. Ahora la salvación no queda en mirar a un animal venenoso, por mucho simbolismo que tuviera en la antigüedad y en la Biblia.En la cruz está el "hijo del Hombre". El "abrasador" es una cruz que los hombres han levantado para quien revelaba a Dios de una forma nueva e inaudita. Y esto lo explica la teología joánica como "amor" de Padre al mundo. Es, probablemente, la afirmación soteriológica más decisiva de estas palabras del evangelio. El Hijo de Dios ha venido entregado por el Padre "para salvar" al mundo. El mundo en San Juan son los hombres que no aceptan el proyecto salvífico de Dios. Bien, pues ese Dios no odia al mundo, sino que lo ama y así lo muestra en el misterio de la entrega del Hijo. Podríamos atrevemos a decir que el texto evangélico de hoy es una "versión" joánica del himno de la carta a los Filipenses, ni más, ni menos. Con un trasfondo distinto, pero que viene a misma verdad.
Se ha dicho que este es también un texto de profundo calado escatológico, muy propio de la teología joánica. ¡Es verdad! El juicio de nuestra salvación futura no es una decisión jurídica y enrevesada de última hora ante un ficticio tribunal divino. Esa es una imagen apocalíptica poco feliz. Es en el presente donde se está decidiendo nuestro porvenir salvífico. Ello es posible al aceptar por la fe al que ha sido "elevado a lo alto", en la cruz, donde se inicia su gloria. En la teología del cuarto evangelio la elevación en la cruz es la glorificación; por eso se permite proclamar: "y yo cuando sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí, Decía esto para significar de qué muerte iba a morir." (Jn 12,32-33). Toda una garantía que teológicamente es irrenunciable: el Dios de nuestra salvación es un Dios que ama al mundo que lo rechaza. No un dios perverso o rencoroso. Es un Dios que quiere ser aceptado, que quiere ser amado, desde el amor que Él mismo ha mostrado en su Hijo entregado hasta la muerte en la cruz. Esa es su gloria esa es nuestra garantía.

































