“Al acostarme pienso: ¿cuándo me
levantaré? Se alarga la noche y me harto de dar vueltas hasta el alba”. Esas
palabras que se leen hoy en el libro de Job (Job 7, 1-7) han sido repetidas
miles de veces a lo largo de los tiempos. Todos los enfermos y todos los que
sufren por cualquier causa se verán reflejados en ellas.
Job representa muy al vivo la
desgracia de todos los que se ven acosados por el dolor y la desgracia, por la
enfermedad y la muerte. Sus protestas son legítimas y más que comprensibles. El
mal es el mal por muchos adornos que tratemos de colocarle. Y la enfermedad es
un fallo de la salud. Es el fracaso de
la aventura humana.
Los amigos de Job pretenden convencerle de que su mal
se debe a algún pecado oculto. Como solía hacer la tradición, vinculan el mal
físico al mal moral. Es verdad que en algunas ocasiones un mal comportamiento
puede deteriorar la salud de la persona. Pero Dios no juega a castigar a los
malos con la enfermedad.
EL TERAPEUTA
En el evangelio se recuerda el primer día de la vida
pública de Jesús. Aquel primer sábado, en la sinagoga de Cafarnaúm se había
encontrado ya con un enfermo que a gritos lo reconocía como el Santo de Dios.
Después, al llegar a casa de Pedro y Andrés, encontraría en cama a la suegra de
Pedro, aquejada por la fiebre (Mc 1,
29-39).
Con tres verbos, el relato evangélico nos acerca a un
momento importante: “Jesús se acercó, la tomó de la mano y la levantó”. Se
podría decir que esas tres acciones resumen la misión de Jesús como terapeuta,
tal como lo recordarán las comunidades primitivas. Jesús nos trae de parte de
Dios la salud y la salvación.
En efecto, gracias a la presencia de Jesús, la
enferma se levanta y se pone a servir a su familia y al huésped. Él es el
liberador. Libera “de” la esclavitud del mal y libera “para” la realización del
bien. Los seguidores del Maestro entenderán que su acción capacita a la persona
para el servicio a los demás.
El evangelio recuerda que aquel día curó a muchos
enfermos. El texto es sin duda un sumario que resume la futura actividad de
Jesús. Pero también su libertad, que no se deja anular ni seducir por las
demandas de la multitud. Por eso sabe retirarse a orar en la soledad. En la
oración encuentra su fuerza y el sentido de su misión.
EL BUSCADO
El que ha hablado durante el día con autoridad y en
la tarde ha curado con sincera compasión a los enfermos es capaz de retirarse
en silencio a la aparente inacción de la plegaria. “Todo el mundo te busca”. Eso le dicen sus
discípulos al encontrarlo de madrugada después de que él se retirara a orar
• “Todo el mundo te busca”. La
frase recordaba la tradición de Israel. Los hebreos fieles a la Ley de Moisés
eran calificados como “los buscadores de Dios”. Ahora las gentes buscaban a
Jesús. En esa búsqueda se manifestaba la fe de los creyentes, pero también la
dignidad divina del Maestro.
• “Todo el mundo te busca”. La
frase también evoca la sed de la humanidad que, insatisfecha con sus logros,
anhela la salvación. Son muchos los que buscan un sentido para su vida. Sin
saberlo, tratan de vivir de acuerdo con unos valores que se encuentran
reflejados en la vida y el mensaje de Jesucristo.
• “Todo el mundo te busca”.
Finalmente, la frase de los discípulos interpela también hoy a todos los
cristianos. No nos salvarán ni el saber ni la técnica. No nos salvan las
ideologías ni la política. No podemos salvarnos a nosotros mismos. Sólo nos
salvará Jesús, el Mesías de Dios. Buscarle a Él es ponerse en el buen camino.
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