En un delicioso libro titulado “Mensajeros de Dios”, el teólogo judío Elías Wiesel escribe que Abrahán puede ser considerado el padre de las tres grandes religiones monoteístas, precisamente por su hospitalidad. En el encinar de Mambré acogió a tres peregrinos que llegaron hasta su tienda. Sin darse cuenta, en ellos acogió al mismo Dios.
La primera lectura de la misa de hoy (Gén 18,1-10ª) nos sitúa en ese escenario, tan bellamente representado por el icono de Rublev. El texto subraya la súplica que Abrahán dirige a sus huéspedes: “Señor, si he alcanzado tu favor, no pases de largo junto a tu siervo”. Es una petición que refleja el carácter hospitalario de los beduinos. Pero es, por otra parte, una buena pauta para la oración de todos los creyentes.
El texto recoge también la última palabra de uno de los mensajeros: “Cuando vuelva a verte, dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo”. Dios no abandona a la humanidad ni desprecia sus anhelos más profundos. Sólo él puede hacer estas promesas. Él hace posible lo imposible. Dios es el Señor de la vida.
ORACIÓN Y TRABAJO
El evangelio nos presenta una escena semejante. Entró Jesús en una aldea y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Su hermana María, sentada a los pies de Jesús, escuchaba su palabra, mientras Marta se afanaba en el servicio. Ante las protestas de Marta, Jesús replicó que María había escogido la mejor parte (Lc 10,38-42).
A lo largo de la vida, ¡cuántas veces nos han repetido que María había elegido la mejor parte! Algunos parecían disfrutar en dejar en ridículo a su hermana Marta. Por eso resulta asombroso el comentario que deja caer Santa Teresa de Jesús en las Séptimas Moradas. Aun alabando la contemplación, Teresa nos dice que Marta y María han de andar juntas para hospedar al Señor y tenerle siempre consigo y no darle mal hospedaje. “¿Cómo se lo diera María, sentada siempre a los pies, si su hermana no le ayudara?”
“Ora et labora”. El lema benedictino ha resonado en la Iglesia a lo largo de muchos siglos. Se puede pecar por la flojera y el abandono de cualquiera de los dos aspectos de una misma vocación. Orar sin trabajar y trabajar sin orar son tentaciones contra la misma virtud de la esperanza. Todo en la vida es don de Dios. Pero el don divino requiere una respuesta humana, laboriosa, responsable y comprometida.
ACTIVIDAD Y PIEDAD
De todas formas, queda flotando en nuestra memoria la frase de Jesús que ha inspirado a tantos creyentes que nos han precedido por los caminos de la historia cristiana:
• “Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas: solo una es necesaria”. Es esta una observación importante para la Iglesia, tantas veces empeñada en multiplicar su actividad. Pero es igualmente interpelante para una sociedad que se ve arrastrada por las ocupaciones y preocupaciones terrenas y olvida pensar en el sentido de las mismas.
• “María ha escogido la mejor parte, y no le será arrebatada”. También esta profecía interpela a la Iglesia, llamada a escuchar con atención la palabra de su Señor. Y es una provocación para una sociedad que desprecia la religiosidad y piedad de los creyentes, y se burla de ella tanto en las leyes como en los medios de comunicación.
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