En un momento
de crisis y de miedo ante las invasiones enemigas, el profeta Isaías anunciaba
al rey el nacimiento de un niño que llevaría por nombre Emmanuel, es decir
“Dios con nosotros”. Una promesa que puede parecer inútil y hasta molesta a
todos los que han decidido prescindir de Dios.
En las
vísperas de la Navidad la liturgia nos repite una y otra vez que “el mundo
espera un Salvador”. En realidad hay muchos que no esperan nada ni esperan a
nadie. Algunos, porque todo les empuja a la desesperanza. Y otros, porque
viven muy cómodos en el presente y no miran al futuro.
En realidad,
estos últimos se preguntan, de qué podrían ser salvados ellos, que se sienten
tan realizados y satisfechos con lo que tienen. Que la celebración de hoy nos ayude a todos a recobrar el don y
la tarea de la esperanza, para recibir al Deseado de los pueblos, como lo
invoca hoy la antífona del “Magnificat”.
SALVADOR
DEFINITIVO
El evangelio
según san Mateo que hoy se proclama (Mt 1,18-24) recobra aquella promesa del
profeta Isaías y la ve actualizada en la “anunciación” a José: “José,
descendiente de David, no tengas miedo de tomar a María por esposa, porque el
hijo que espera es obra del Espíritu Santo. María tendrá un hijo y tú le
pondrás por nombre Jesús. Se llamará así porque salvará a su pueblo de sus
pecados”.
Jesús es el
Salvador definitivo, enviado por Dios al final de los tiempos. Él nos salva de
la triple tiranía del tener, del poder y del placer.
- Nos libra
de la desconfianza que experimentamos ante los demás, cuando sólo los
consideramos como desalmados competidores, en lugar de verlos como nuestros
hermanos.
- Nos libra
de una concepción de Dios, que nos llevaba a verlo como un tirano, como el
mayor enemigo de nuestra felicidad.
- Y
finalmente, nos salva de lo peor de nosotros mismos. Nos libera de nuestra
mentira y de nuestra vaciedad, de nuestro egoísmo y nuestras cobardías, de
nuestra vileza y nuestro miedo.
EL NOMBRE QUE
NOS SALVA
El nombre de
Jesús significa “Dios salva”. Creemos y confesamos que por Él nos ha ofrecido
Dios la salvación. En él se nos hace visible cada día nuestra dignidad de hijos
amados por Dios. Con Él, por Él y en Él damos gloria y alabanza a Dios.
• Ese nombre
de Jesús nos revela ya que la causa humana no está abocada al fracaso. Hay una
salvación para quien aspira a vivir con dignidad en el mundo.
• Ese nombre
nos recuerda que, por terribles que parezcan, las fuerzas del mal no pueden
sobreponerse a la sencilla majestad del bien.
• Ese nombre
proclama que la salvación no nace de la fuerza o del ingenio del hombre, sino
que es siempre un don gratuito de Dios. Pero veamos si podemos colaborar de
algún modo concreto en la obra salvadora de Jesucristo.
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