Enlaces a recursos sobre el AÑO LITÚRGICO en educarconjesus

Semana Santa en los colegios de Cervantes y Cuadros

Maite es maestra de religión católica en mi diócesis y me ha enviado unas fotografías de cómo ha trabajado el tema de la Semana Santa en sus centros. En concreto las imágenes pertenecen al CEIP Cervantes de la ciudad de León y a la escuela de Cuadros (del CRA Lorenzana) a unos kilómetros de León. Enhorabuena a ti y a tus alumnos por el buen trabajo realizado (qué papones más originales de plastilina).

La Gloria de la Pascua (PAC1)

“¿Qué has visto de camino, María, en la mañana?”  Esa es la pregunta que la comunidad de los cristianos dirige en este día de Pascua a María Magdalena. Nosotros somos los que creen si haber visto. Por eso nos atrevemos a preguntar a los testigos de la primera hora qué es lo que han visto. En la mañana del aquel primer día de la semana. En la mañana de nuestra fe.
“¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!”. En ese grito gozoso de María Magdalena se concentra la fuerza de los versos de la secuencia que se proclama en la liturgia de hoy. El amor es más fuerte que la muerte y la esperanza verdadera no sucumbe cuando se agotan las ilusiones inmediatas. El Resucitado es la fuente de la vida. Y el sentido para la vida.
El himno pone todavía en boca de Magdalena una invitación que se dirige a todos los discípulos del Maestro: “Venid  a Galilea, allí el Señor aguarda; allí veréis los suyos la gloria de la Pascua”. El ministerio de Jesús comenzó en Galilea. Y allí fue llamando a sus discípulos. Dispersados por el miedo, han de volver a los orígenes. Y recobrar el aliento de la llamada.
 
VER Y CREER
 
El amanecer del primer día de la semana  es evocado también en el evangelio que hoy se proclama (Jn 20, 1-9). En la experiencia del amor, siempre se recuerdan con gozo los momentos iniciales del encuentro. En la experiencia de la fe pascual, los cristianos volvemos con gratitud a aquel amanecer que siguió a la condena, a la muerte y a la sepultura de Jesús.
El texto subraya la importancia de “ver”. Al llegar al sepulcro de Jesús, María Magdalena se espantó. Vio la losa del sepulcro del Señor. Pero en el primer momento no pudo ver al Señor que habían depositado en el sepulcro. De pronto sintió que le faltaba la referencia última al Señor al que había seguido por los caminos. El creer y el ver se unían en su recuerdo.
A falta del punto de apoyo que había encontrado en el Maestro de los discípulos, fue a buscarlo en los discípulos del Maestro. Si ella corrió a llamarlos, corriendo fueron ellos al sepulcro. Al llegar al sepulcro vacío, Pedro “vio” las vendas y el sudario con que había envuelto el cuerpo y la cabeza de Jesús, pero no se dice que creyera.
El discípulo amado entró también al sepulcro. Vio lo mismo que Pedro y comenzó a creer. Pedro no había hecho todavía su profesión de amor a su Maestro. Magdalena y el otro discípulo son recordados por su amor. Así pues, para creer en la resurrección no basta ver con los ojos. Es preciso que el amor nos acerque al misterio del Señor.
 
LA MUERTE EN TI NO MANDA
 
El relato evangélico termina con una observación importante: “Hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos”.
• Jesús había explicado a sus seguidores que tenía que ser condenado y que le darían muerte. Pero los discípulos guardaban en el corazón sus propias expectativas. Sus intereses personales no les permitían descubrir el misterio de su Maestro. Para que la fe surja en nuestra vida no basta con escuchar la palabra del Señor.
• Jesús había preguntado con frecuencia a sus discípulos si entendían su mensaje. Ellos solían responder afirmativamente. Pero el relato pascual nos revela que no es lo mismo entender las palabras del Maestro que aceptar  su entrega. El proceso de la fe pasa por hacer nuestra la vida y la suerte del Señor.
• Jesús había anunciado una y otra vez que, a los tres días de su muerte, había de resucitar de entre los muertos. Pero los suyos se preguntaban qué significaba eso de resucitar. Ni antes ni después estaban preparados para ellos. La culminación de la fe no se logra por las razones humanas. Es siempre un don de Dios y una sorpresa.

Lecturas para el Triduo Pascual

 JUEVES SANTO
Antonio Pavía "Los amó hasta el extemo"
El texto del evangelio de san Juan sobre el lavatorio de los pies ha sido objeto de múltiples interpretaciones. Algunos resaltan la actitud de humildad y rebajamiento de Jesús, que se señala como uno de los signos distintivos de la comunidad cristiana. el autor, va más allá del gesto de Jesús de hacerse el último ante los suyos y explora en este libro el sentido catequético de la regeneración del hombre, visibilizada en los pies lavados y limpios de sus discípulos
Editorial San Pablo. 200 páginas. 10,50 euros.



VIERNES SANTO
Educardo de la Era "El Árbol de la cruz"
Reflexiones, evocaciones, pensamientos y plegarias sobre la cruz y el crucificado para el tiempo de Cuaresma. Este libro recoge 150 reflexiones breves sobre un tema que a muchos cristianos todavía les cuesta asumir y comprender en profundidad: la cruz. Con sencillez y ejemplos prácticos tomados de la literatura o de la vida cotidiana, su autor reflexiona sobre aspectos fundamentales de la theologia crucis (el sentido del dolor, la cruz como redención y como servicio, la cruz en las diferentes etapas de nuestra vida) y nos invita a descubrir el verdadero significado de la cruz: la liberación de los pecados y la promesa de la resurrección. 
Editorial San Pablo. 544 páginas. 16 euros

SÁBADO SANTO. Para meditar
Ana María Canopi "Las siete palabras de Jesús en la cruz"
 Jesús, antes de morir en la cruz, quiso dejarnos, como perlas preciosísimas de sabiduría, siete palabras recogidas por los evangelistas, en las que se concentra su mensaje, su testamento de amor. Meditar estas palabras junto con María a los pies de la cruz es como z ambullirnos en el gran misterio de la Redención. Esta reflexión nos pe rmitirá dar testimonio de Jesús ante los hombres de nuestro tiempo, qu e con tanta facilidad pasan distraídamente ante la Cruz, absortos en o tras palabras que nos dejan vacío el corazón.
 Editorial San Pablo. 36 páginas. 2,70euros.


DOMINGO DE RESURRECCIÓN
Cardenal Martini "Creo en la vida eterna"
El cardenal Martini reflexiona en esta obra sobre la vida después de la muerte, el juicio y la resurrección, temas fundamentales de la fe y de la esperanza cristiana. Para ello se apoya en el último artículo del Credo apostólico: "Creo en la vida eterna", convencido de que "la muerte y la consiguiente separación de las personas que queremos no es la última palabra". Su reflexión parte del miedo a la muerte, que reconoce como un instinto inextirpable pero que es posible superar cuando el ser humano, imitando a Jesús y a María, se pone en brazos del Padre y encuentra la fuerza necesaria para mirar con confianza su destino.
Editorial San Pablo. 160 páginas. 15 euros
 

Libros para niños. Historias de Jesús y relatos

La editorial PPC cuenta con dos obras que pueden resultar muy interesantes para los más pequeños de la casa.

La primera es "HISTORIA DE JESÚS CONTADA A LOS NIÑOS" que en la práctica es un estuche que contiene cuatro libros:
1. Jesús tambièn fue niño
2. Jesús vivió enseñándonos a hacer el bien
3. Jesús hablaba y la gente le escuchaba
4. Jesús murió y resucitó.
 Su presentación es es estuche grande (unos 50 euros) o en estuche pequeño (unos 22 euros). También se ofrecen por separado cada libro con un coste de unos 6 euros cada uno.

El segundo libro nos lo presenta Pedro Sánchez Trujillo bajo el titulo "RELATOS PARA EL DESPERTAR RELIGIOSO". En sus 160 páginas se presentan 32 relatos originales que siguen el contenido presentado en Los primeros pasos en la fe.
Los relatos están pensados para que los adultos de la familia y los catequistas de las comunidades cristianas sean más eficaces en su tarea de iniciar en la fe a los más pequeños (niños y niñas hasta los siete años) mediante una catequesis narrativa y viva que les ayude a dar los primeros pasos en su desperta. En cada capítulo se ofrece un dibujo que concreta el contenido esencial, un breve texto con las claves del tema, el relato original, una pequeña reflexión para resaltar el mensaje central y una breve oración que servirá de ejemplo y sugerencia para iniciar a los niños en la oración. Su precio unos 10 euros.


Semana Santa en el cole de Cembranos

En Cembranos, uno de los colegios donde trabaja mi mujer, tres compañeros de primaria (Charo, Fernando y Manuel) han montado una exposición sobre Semana Santa muy lograda y trabajada tanto por ellos como por sus alumnos. Bucear en la cultura religiosa de la Semana Santa es conocer nuestras tradiciones e historia. Muchas felicidades.

Jesús vence a la muerte (PAC1)


23-03-2013. El encuentro de dos Papas. Un día histórico

El encuentro de ayer en Castel Gandolfo entre el papa Francisco y el papa emérito Benedicto XVI es un hecho histórico. Cuando pasen las décadas y los siglos este momento será recordado como un hito importante de la historia de la Iglesia. De la cercanía y la objetividad de los hechos hablan estas instantáneas.


La entrada en Jerusalén

Como tantos otros viajeros, guardo todavía en los ojos y en el alma el precioso recuerdo de un domingo de Ramos vivido en la ciudad de Jerusalén. Colocado, junto a mi grupo de peregrinos, en una pequeña altura junto a la Puerta de los Leones, podía ver el gozoso serpentear de la procesión que bajaba de Betfagé por la ladera del Monte de los Olivos.
Aquella multitud de cristianos, llegados de toda la Tierra Santa, y de muchos países del mundo, cantaba en lenguas diversas la gloria del Señor. Cruzado el vallecito del Cedrón y pasada ya la puerta, la procesión iba a terminar en la iglesia cruzada de Santa Ana, dentro ya de los muros de la vieja ciudad.
Una celebración muy semejante fue descrita ya en el siglo IV por la virgen Egeria, probablemente procedente de las tierras del Bierzo. Aquella procesión recuerda la entrada de Jesús en Jerusalén, el entusiasmo de los  discípulos que le seguían, pero también el rechazo de la ciudad a la que él venía a traer la paz.
 
ENTUSIASMO Y RECHAZO
 
Recordamos al ciego Bartimeo, que pedía limosna a la vera del camino de Jericó. Enterado de que pasaba Jesús hacia Jerusalén, comenzó a llamarlo a gritos: “Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí” (Lc 18, 38). Gracias a Jesús recobró la vista y, unido a la peregrinación, “le seguía glorificando a Dios”.
Es interesante el comentario de Benedicto XVI a este pasaje: “De repente, el tema ‘David’, con su intrínseca esperanza mesiánica, se apoderó de la muchedumbre: este Jesús con el que iban de camino, ¿no será acaso verdaderamente el nuevo David? Con su entrada en la Ciudad Santa, ¿no habrá llegado la hora en que Él restablezca el reino de David?”
El evangelio de Lucas recoge las aclamaciones de los peregrinos a las que añade el eco del mensaje de los ángeles a los pastores: “¡Bendito el Rey que viene en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en las alturas” (Lc 19,38). Aquella entrada de Jesús suscitaba los mejores recuerdos de las gentes y enardecía las esperanzas de los peregrinos.
Pero al mismo tiempo, aquellos gritos de entusiasmo no dejaron de alarmar a los habitantes de la ciudad de Jerusalén, que se preguntaban alborotados: “¿Quién es éste?” Una pregunta que encontró una respuesta gozosa en las gentes que llegaban con él: “Es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea” (Mt 21,10s).
 
EL SILENCIO Y EL MENSAJE
Dos actitudes: el entusiasmo de los que peregrinan con Jesús y el escándalo de los habitantes de Jerusalén. Dos actitudes que se repiten a lo largo de los tiempos. Algunos fariseos de entre la gente, inquietados por aquellos gritos, pidieron a Jesús que reprendiera a sus discípulos. La respuesta de Jesús nos interpela también en nuestros días.
• “Os digo que, si estos callan, gritarán las piedras”. Esas palabras del Maestro son una advertencia para una sociedad que, en diversas partes del mundo, trata de silenciar por todos los medios el mensaje de Jesús y de rechazar al Mensajero.
• “Os digo que, si estos callan, gritarán las piedras”. Pero esa promesa de Jesús es también un aviso para la Iglesia. Ella ha de saber que, muerto el cantor, no muere el cantar. Son muchas las voces que le recuerdan cada día las palabras y los gestos de Jesús.
• “Os digo que, si estos callan, gritarán las piedras”. Esa profecía  del Señor interpela a cada uno de los cristianos. Hemos sido llamados a confesar a Jesucristo, como ha dicho el nuevo Papa Francisco en la misa con los cardenales. Si nosotros callamos, el Señor buscará otros mensajeros que sean más fieles a su vocación.

¿Cómo era Jerusalén en tiempos de Jesús?

Este artículo de la web de la Universidad Pontificia de Comillas (Madrid) nos ayuda a entender y conocer mejor la ciudad de Jerusalén en la época de Jesús (Leer más)

Papa Francisco. Caminar, edificar, confesar.

En estas tres lecturas veo que hay algo en común: es el movimiento. En la primera lectura, el movimiento en el camino; en la segunda lectura, el movimiento en la edificación de la Iglesia; en la tercera, en el Evangelio, el movimiento en la confesión. Caminar, edificar, confesar.


Caminar. «Casa de Jacob, venid; caminemos a la luz del Señor» (Is 2,5). Ésta es la primera cosa que Dios ha dicho a Abrahán: Camina en mi presencia y sé irreprochable. Caminar: nuestra vida es un camino y cuando nos paramos, algo no funciona. Caminar siempre, en presencia del Señor, a la luz del Señor, intentando vivir con aquella honradez que Dios pedía a Abrahán, en su promesa.

Edificar. Edificar la Iglesia. Se habla de piedras: las piedras son consistentes; pero piedras vivas, piedras ungidas por el Espíritu Santo. Edificar la Iglesia, la Esposa de Cristo, sobre la piedra angular que es el mismo Señor. He aquí otro movimiento de nuestra vida: edificar.

Tercero, confesar. Podemos caminar cuanto queramos, podemos edificar muchas cosas, pero si no confesamos a Jesucristo, algo no funciona. Acabaremos siendo una ONG asistencial, pero no la Iglesia, Esposa del Señor. Cuando no se camina, se está parado. ¿Qué ocurre cuando no se edifica sobre piedras? Sucede lo que ocurre a los niños en la playa cuando construyen castillos de arena. Todo se viene abajo. No es consistente. Cuando no se confiesa a Jesucristo, me viene a la memoria la frase de Léon Bloy: «Quien no reza al Señor, reza al diablo». Cuando no se confiesa a Jesucristo, se confiesa la mundanidad del diablo, la mundanidad del demonio.

Caminar, edificar, construir, confesar. Pero la cosa no es tan fácil, porque en el caminar, en el construir, en el confesar, a veces hay temblores, existen movimientos que no son precisamente movimientos del camino: son movimientos que nos hacen retroceder.

Este Evangelio prosigue con una situación especial. El mismo Pedro que ha confesado a Jesucristo, le dice: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Te sigo, pero no hablemos de cruz. Esto no tiene nada que ver. Te sigo de otra manera, sin la cruz. Cuando caminamos sin la cruz, cuando edificamos sin la cruz y cuando confesamos un Cristo sin cruz, no somos discípulos del Señor: somos mundanos, somos obispos, sacerdotes, cardenales, papas, pero no discípulos del Señor.

Quisiera que todos, después de estos días de gracia, tengamos el valor, precisamente el valor, de caminar en presencia del Señor, con la cruz del Señor; de edificar la Iglesia sobre la sangre del Señor, derramada en la cruz; y de confesar la única gloria: Cristo crucificado. Y así la Iglesia avanzará.

Deseo que el Espíritu Santo, por la plegaria de la Virgen, nuestra Madre, nos conceda a todos nosotros esta gracia: caminar, edificar, confesar a Jesucristo crucificado. Que así sea.

(Homilía -sin papeles- que el nuevo Papa dirigió a los cardenales en la misa que presidió en la Capilla Sixtina)

Anda, y no peques más (CUC5)


Memoria y esperanza (CUC5)

“No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo, mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?” Es hermoso y siempre actual este oráculo del Señor, recogido por el profeta Isaías (Is 43, 16-21).

En él no se invita al pueblo de Israel a ignorar el largo camino que sus antepasados recorrieron por el desierto. Dios los había liberado de la esclavitud que habían sufrido en Egipto. Los había guiado por la estepa. Y los había conducido a la patria de la libertad.

Nadie podía olvidar aquella epopeya. Pero con ella no se había agotado la providencia de Dios, ni su poder ni su compasión. Ahora había llegado la hora de mirar al futuro. Y de prestar atención a la nueva liberación. Dios podía liberar a su pueblo de los sufrimientos padecidos durante la deportación a Babilonia.

Entonces como ahora, al tiempo de la memoria ha de suceder el tiempo de la esperanza. Re-cordar el pasado es un aprendizaje para reunirnos como hermanos y a-cordar el itinerario que hemos de seguir en el futuro.

UN ESCRITO EN EL SUELO

Una idéntica llamada a la esperanza resuena en el evangelio que hoy se proclama (Jn 8, 1-11). Una mujer, sorprendida en adulterio, es llevada ante Jesús. Todos observan la actitud del Maestro. Si no la condena, contraviene el mandato de la Ley de Moisés. Si la condena, se manifiesta como un falso profeta sin capacidad de compasión.

• Nos encontramos ante un relato que parece una parábola en acción. De hecho, hay en él muchos detalles que nos sorprenden. En primer lugar, se acusa a la mujer, pero no se menciona al cómplice de su adulterio. ¿Es que el pecado es más pecado en ella que en el varón? ¿O es que al pretender juzgar a la mujer, interesa más bien juzgar a Jesús?

• En segundo lugar, el texto contrapone el pecado manifiesto de la mujer con los pecados secretos de sus acusadores. ¿Es que el pecado se determina por su publicidad o por su resonancia social? ¿No será que con la acusación que lanzamos contra los pecadores públicos tratamos de esconder nuestros pecados secretos?

• En tercer lugar llama la atención que Jesús se incline por dos veces para escribir algo en el suelo. ¿Es que pretendía distraer la atención de los presentes o ganar tiempo para responderles como se merecían? ¿Escribía en la arena los pecados ocultos de los acusadores? ¿O trataba de evocar que también la ley de Moisés había sido escrita dos veces por el dedo de Dios?

PECADO Y PERDÓN

El relato se nos presenta como el evangelio de la misericordia de Dios que se manifiesta en Jesús. A los gestos corresponden sus palabras. En dos frases se revela quién es él y cuál es su misión.

• “El que esté sin pecado que le tire la primera piedra”. Estas palabras de Jesús suenan como una provocación y un desafío. En realidad, revelan la conciencia manchada de los que presumen de cumplir la letra de la Ley cuando no han asumido su espíritu. Pero, sobre todo nos revelan la grandeza del mismo Jesús. Él es el único que está sin pecado. El único que podría juzgar y no juzga.

• “Tampoco yo te condeno. Anda y en adelante no peques más”. Una vez quebrantada la le Ley, entra en juego la misericordia. Jesús es el único que podría condenar y no condena. La sociedad niega la seriedad del pecado, pero aplasta al pecador. No lo ve como persona, sino como ladrón, adúltero o asesino. Jesús no trivializa el mal. No niega la gravedad del pecado ni la seriedad de la culpa. Pero ofrece el perdón. No mira tanto al pasado como al futuro.

Especial Papa Francisco

Especial de 44 páginas que publica hoy el periódico español LA RAZÓN dedicado al nuevo vicario del Señor.

HABEMUS PAPAM. PAPA FRANCISCO

El cardenal Jorge Mario Bergoglio, S.I., arzobispo de Buenos Aires (Argentina), Ordinario para la Fe de Rito Oriental de los residentes en Argentina y desprovisto de Ordinario del mismo rito, nació en Buenos Aires el 17 de diciembre de 1936. Estudió y se diplomó como Técnico Quimico, para después escoger el camino del sacerdocio y entrar en el seminario de Villa Devoto.

El 11 de marzo de 1958 ha ingresado en el noviciado de la Compañía de Jesús, ha realizado estudios humanísticos en Chile, y en 1963, de regreso a Buenos Aires, se ha licenciado en Filosofía en la Facultad de Filosofía del Colegio «San José» de San Miguel.

De 1964 a 1965 fue profesor de Literatura y Psicología en el Colegio de la Inmaculada de Santa Fe, y en 1966 enseñó la misma materia en el colegio de El Salvador de Buenos Aires.

De 1967 a 1970 estudió Teología en la Facultad de Teología del Colegio «San José», en San Miguel, donde se licenció.

El 13 de diciembre de 1969 fue ordenado sacerdote.

En el curso 1979-71, superó la tercera probación en Alcalá de Henares (España) y el 22 de abril hizo la profesión perpetua.

Fue maestro de novicios en Villa Barilari, en San Miguel (1972-1973), profesor de la Facultad de Teología, Consultor de la Provincia y Rector del Colegio Massimo. El 31 de julio de 1973 fue elegido Provincial de Argentina, cargo que ejerció durante seis años.

Entre 1980 y 1986, fue rector del Colegio Massimo y de la Facultad de Filosofía y Teología de la misma casa y párroco de la parroquia del Patriarca San José, en la diócesis de San Miguel.

En marzo de 1986, se trasladó a Alemania para concluir su tesis doctoral, y sus superiores lo destinaron al colegio de El Salvador, y después a la iglesia de la Compañía de Jesús, en la ciudad de Cordoba, como director espiritual y confesor.

El 20 de mayo de 1992, Juan Pablo II lo nombró obispo titular de Auca y auxiliar de Buenos Aires. El 27 de junio del mismo año recibió en la catedral de Buenos Aires la ordenación episcopal de manos del cardenal Antonio Quarracino, del Nuncio Apostólico Monseñor Ubaldo Calabresi y del obispo de Mercedes-Luján, monseñor Emilio Ogñénovich.

El 13 de junio de 1997 fue nombrado arzobispo coauditor de Buenos Aires, y el 28 de febrero de 1998, arzobispo de Buenos Aires por sucesión, a la muerte del cardinal Quarracino.

Papa Francisco. Primeras palabras

Hermanos y hermanas, buenas tardes.

Sabéis que el deber del cónclave era dar un Obispo a Roma. Parece que mis hermanos Cardenales han ido a buscarlo casi al fin del mundo..., pero aquí estamos. Os agradezco la acogida. La comunidad diocesana de Roma tiene a su Obispo. Gracias. Y ante todo, quisiera rezar por nuestro Obispo emérito, Benedicto XVI. Oremos todos juntos por él, para que el Señor lo bendiga y la Virgen lo proteja.

(Padre nuestro. Ave María. Gloria al Padre).

Y ahora, comenzamos este camino: Obispo y pueblo. Este camino de la Iglesia de Roma, que es la que preside en la caridad a todas las Iglesias. Un camino de fraternidad, de amor, de confianza entre nosotros. Recemos siempre por nosotros: el uno por el otro. Recemos por todo el mundo, para que haya una gran fraternidad. Deseo que este camino de Iglesia, que hoy comenzamos y en el cual me ayudará mi Cardenal Vicario, aquí presente, sea fructífero para la evangelización de esta ciudad tan hermosa. Y ahora quisiera dar la Bendición, pero antes, antes, os pido un favor: antes que el Obispo bendiga al pueblo, os pido que vosotros recéis para el que Señor me bendiga: la oración del pueblo, pidiendo la Bendición para su Obispo. Hagamos en silencio esta oración de vosotros por mí....

Ahora daré la Bendición a vosotros y a todo el mundo, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.

(Bendición).

Hermanos y hermanas, os dejo. Muchas gracias por vuestra acogida. Rezad por mí y hasta pronto. Nos veremos pronto. Mañana quisiera ir a rezar a la Virgen, para que proteja a toda Roma. Buenas noches y que descanséis.

Hazme instrumento de tu paz

El Padre y los Hijos (CUC4)

Generalmente pensamos que es difícil aprender a amar. Reconocer la dignidad única del otro. Descubrir que si es verdad que necesitamos del otro, también el otro nos necesita. Aprender a entregarnos totalmente. En libertad y gratuidad. Con generosidad y definitividad.

Pero también es difícil aprender a ser amado y dejarse amar. Siempre queda en nosotros un último reducto de altanería. Pensamos que al entregarnos nos perdemos. En el fondo no confiamos totalmente en la bondad del otro. No esperamos que los brazos del otro se nos abran gratuitamente.

Según el libro bíblico de Josué, Dios mismo tiene que recordar a su pueblo que lo ha liberado sin condiciones de la esclavitud. El texto describe a grandes rasgos el final del peregrinaje de Israel por el desierto. Al acercarse a la tierra que Dios les había prometido pudieron disfrutar de los frutos esperados.

El pueblo que había vivido como esclavo puede al fin empezar a vivir como un hijo. Su Padre lo ha guiado por el camino, lo ha alimentado en el desierto y le ha preparado los frutos con los que ha de celebrar su libertad.
DOS HIJOS Y UNO MÁS

Según la parábola evangélica, hay dos hijos que parecen incapaces de reconocer y aceptar el amor de su padre. El hijo pequeño se siente oprimido en el hogar y decide ir a gozar de una libertad que no encuentra. Lejos de su padre, se ve obligado a servir a un amo que lo emplea como a un esclavo.

Es verdad que un día decide regresar a la casa paterna. Pero desea integrarse en ella como un empleado más. Quiere trabajar por un salario. Desea que sea reconocido el valor de su dedicación. Esa es la última demostración de su error. El Padre no está dispuesto a recobrarlo como un empleado, sino como un hijo.

El hijo mayor permanece en el hogar, pero no ha descubierto la libertad que le proporciona el amor de su padre. Al regresar el hermano perdido, no sólo proyecta sobre él la suciedad de su propio corazón, sino que juzga y critica la misericordia con que el padre lo recibe.

En la misa de los niños dije una vez que en la parábola falta un tercer hijo. Un hijo que no abandone el hogar. Un hijo que, al regreso de su hermano se adelante a organizar un recibimiento festivo. Un niño de la parroquia levantó la voz para decir que ese tercer hijo existe ya. Es el que cuenta la parábola. Jesús.
LA ALEGRÍA DEL HALLAZGO

Es interesante descubrir que a las palabras del hijo menor, el padre no responde con un discurso, sino con los gestos de la fiesta y la alegría. El hijo mayor sí que necesita una interpelación.

• “Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo”. Esa palabra se dirige hoy a todos nosotros. Aun cuando no seamos conscientes de estar con Dios, nuestro Padre está siempre con nosotros.

• “Deberías alegrarte porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido”. Esa invitación a la alegría, pronunciada en medio de la cuaresma, da el tono de nuestra fe. Y de esa fraternidad que nos une.

• “Estaba perdido y lo hemos encontrado”. Esa alusión a la pérdida y al hallazgo nos recuerda a todo hombre que, como Adán, se pierde en elecciones equivocadas. Pero subraya que la pérdida del hombre no es irreparable.

Repasar la Parábola del Padre Bueno (Lc 15,11-32)

(3º Ed. Primaria)
Coloca en orden cronológico las frases siguientes1) El padre estrecha contento en sus brazos a hijo menor
2) El hijo menor quería comer el almuerzo de los cerdos
3) El hijo mayor pide explicaciones al padre por la fiesta que da a su hermano
4) El padre despide muy triste a su hijo menor
Y ahora elabora con cada frase un dibujo y construirás tu propio cómic

Subraya las afirmaciones correctas y transforma en verdaderas las falsas:
- Cuando hacemos el bien nos sentimos tristes
- Podemos elegir entre hacer el bien o hacer el mal porque somos libres
- Cuando elegimos el mal, los demás confían en nosotros
- Los amigos han de tener los mismos gustos
- Durante la Cuaresma los cristianos se preparan para celebrar la Navidad
- Durante la Cuaresma los cristianos reflexionan sobre sus actitudes

El Padre bueno perdona SIEMPRE (CUC4)

http://elrincondelasmelli.blogspot.com.es/

Jesús, el AGUA VIVA

Conversión y compasión (CUC3-13)

El domingo tercero de cuaresma ofrece muchos puntos para nuestra meditación: el diálogo entre Dios y Moisés, el recuerdo de la infidelidad de Israel en el desierto y los acontecimientos dramáticos en tiempos de Jesús. La clave que los une se encuentra en el salmo responsorial, que nos invita a proclamar: “El Señor es compasivo y misericordioso”.

Efectivamente, Moisés había pretendido liberar a su pueblo. Pero la violencia no era el modo adecuado. Huido en el desierto, trata de olvidar a su agente y su propio arrebato. Pero Dios no ignora el dolor y la opresión que sufren los esclavos. Dios se acuerda de ellos. Dios ha visto a su pueblo y ha oído su lamento. Su palabra es promesa de salvación.

La compasión y misericordia de Dios con relación a los hebreos marcan el camino que ha de seguir Moisés. La escucha de la fe, exige el compromiso concreto a favor de los humillados. Moisés ha de abandonar su tranquilidad y volver cerca de su gente, como un enviado por el Dios de la liberación y de la esperanza (Éx 3, 1-15).
PEREGRINOS Y OBREROS

El evangelio de Lucas nos presenta en este domingo tercero de Cuaresma unos hechos que solemos olvidar con frecuencia. Unos peregrinos galileos fueron masacrados en Jerusalén por orden de Pilato. Y, por el mismo tiempo, unos obreros murieron aplastados por el derrumbe de una torre junto al estanque de Siloé (Lc 13, 1-9).

Las gentes debieron de juzgar aquellos sucesos de acuerdo con la interpretación habitual que considera que los males físicos corresponden a la maldad moral de las personas. Nosotros seguimos pensando del mismo modo. Cuando sucede una catástrofe, solemos preguntarnos: “¿Qué mal habían hecho éstos para morir de ese modo?”

Pero Jesús desconecta esa presunta relación de causa a efecto. Según él, las desgracias no siempre atrapan a los más culpables. Si fuera así, muchos de sus oyentes habrían sido alcanzados por el derrumbe de la torre. Jesús no se fija ni en las apariencias ni en los prejuicios. Sabe que todos somos pecadores y a todos nos exhorta a la conversión.

LA HIGUERA Y EL PERDÓN

Pero junto a las noticias de crónica diaria, Jesús añade una pequeña parábola: la de la higuera estéril. El dueño ha decidido arrancarla, pero el viñador intercede por ella. Si las noticias nos acusan como pecadores, la parábola nos ofrece la esperanza del perdón.

• “Señor, déjala todavía este año”. Nuestro pecado comporta siempre la esterilidad de la vida. Éste es el tiempo para el reconocimiento humilde de nuestros pecados. Este es el tiempo para la esperanza.

• “Yo cavaré alrededor…a ver si da fruto”. La esperanza no es una virtud ociosa. No puede llevarnos a la evasión ni a la pereza. Exige de nosotros un esfuerzo. La conversión requiere el trabajo del cultivo.

• “Si no, el año que viene la cortarás”. De todas formas, la esperanza del perdón tampoco puede llevarnos a la irresponsabilidad. El fracaso no es una fatalidad, pero es siempre una posibilidad pendiente.

Sí, también somos pecadores