Con
frecuencia andamos como cadáveres ambulantes. Con razón dice el Papa Francisco
que la primera de nuestras tentaciones es la acedia o pereza espiritual. No
podemos pasar la vida como aletargados. Necesitamos despertar de nuestro sueño.
El texto del
profeta Ezequiel que hoy se lee en la misa se refiere a la restauración
social, política y religiosa del pueblo
de Israel (Ez 37, 12-14). Pero las imágenes que emplea el profeta, preanuncian
ya la fe en la resurrección: “Pueblo mío, voy a abrir vuestras tumbas… Pondré
en vosotros mi aliento de vida, y reviviréis”.
Entre
nosotros suele estar poco atendido el ministerio del duelo. Al escuchar los
lamentos de las hermanas de Lázaro nos preguntamos: ¿Qué podemos hacer para
acercarnos, como persona y como comunidad, a quienes han visto morir a un ser
querido?
EL AMOR AL
AMIGO
El evangelio
nos recuerda la resurrección de Lázaro, el amigo de Jesús (Jn 11). Él ha venido
para dar la vida a los muertos. La vida del espíritu a los que han muerto por
el pecado. Y la vida sin fronteras ni final, para los que le confían esta vida
caduca y quebradiza.
Hoy nos
acercamos mentalmente a Betania. Contemplamos a Jesús en pie ante la tumba
de Lázaro y escuchamos su oración: “Padre, te doy gracias porque me has
escuchado”. Como los presentes, también nosotros podemos contemplar las
lágrimas que bajan por sus mejillas. También nosotros podemos reconocer su amor
al amigo.
Entre los
presentes surgen dos posturas contrapuestas. Unos creen en este profeta que da
la vida. Otros deciden darle muerte tan sólo por haber librado de la muerte a
su amigo. ¿En qué grupo nos situamos nosotros?
Jesús
devuelve la vida a su amigo Lázaro. Pero ese “signo” le costará a él mismo la
vida. En nuestra vida hay algo muerto. Pero junto a nosotros pasa el que es la
vida. Y el que desea que vivamos ya en plenitud. En vísperas de su Pascua,
pidámosle sinceramente que se acerque a nuestros sepulcros y nos llame a la
vida.
EL MENSAJE DE
LA VIDA
No podemos
olvidar las palabras que Jesús dirige a Marta, la hermana de su amigo Lázaro:
• “Yo soy la resurrección y la vida”. Jesús participa
del poder del Padre. Él es el manantial de la vida humana y la fuente de su
íntimo sentido. Él aporta su rescate definitivo cuando ha sido secuestrada por
el pecado y por la muerte.
• “El que
cree en mi aunque haya muerto vivirá”. Cuando las esperanzas se agotan, tan
sólo en Él se recobran. La muerte física no es el final del camino humano, si
ha estado marcado por el amor de Él y por la fe en Él.
• “El que está vivo y cree en mí no morirá para siempre”. A la vida
física es preciso que se añada la fe en el Mesías Jesús. Sólo así será vencida
la muerte.
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