“Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y
recibiera el espíritu del Señor”. Según el líbro bíblico de los Números, con
estas palabras responde Moisés al celo con el que Josué le denuncia a dos israelitas.
Se llamaban Eldad y Medad y estaban en la lista de los setenta ancianos sobre
los que había de posarse el espíritu de Dios.
Por lo que fuera, estaban fuera del campamento y no
acudieron a la tienda a la que los había convocado Moisés. Sin embargo, he aquí
que profetizaban, al igual que los demás ancianos que habían sido elegidos y
estaban presentes en la “ceremonia” (Núm 11,25-29).
El relato nos habla de un Dios vivo, que quiere
comunicarse con su pueblo por la boca de sus elegidos. Nos habla también de la
ancianidad, como la edad de la escucha de la palabra de Dios y de la verdadera
sabiduría. Nos habla de Moisés, que está dispuesto a compartir con los demás el
don del espíritu que le ha sido concedido.
Y al presentarnos a Josué, el fiel seguidor de Moisés,
nos habla también de nosotros, de nuestros celos, de nuestro ritualismo, de
nuestros temores, y de los límites que
pretendemos imponer al Espíritu de Dios. Pero ese Espíritu es incontrolable
como el viento.
EL
SEGUIMIENTO
Evidentemente
el texto ha sido elegido como un anticipo del relato evangélico que hoy se proclama (Mc 9,38-45). También en él
escuchamos una denuncia formulada por Juan, uno de los discípulos predilectos
de Jesús: “Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y se lo
hemos querido impedir, porque no es de los nuestros”.
•
Según el mismo Evangelio, los discípulos tuvieron que reconocer que ellos
habían sido incapaces de expulsar un demonio, es decir de curar a un muchacho
epiléptico (Mc 9,28). Ahora parece que les molesta que otro, que no pertenece a
su grupo, consiga lo que ellos no han podido hacer.
•
Cuando los discípulos preguntaron a Jesús por qué no habían podido expulsar
ellos al demonio de aquel joven, Jesús les respondió con claridad: “Esta clase
no puede ser arrojada más que con la oración”. Pero el discípulo no siempre
aprende la lección del Maestro. De hecho, Juan pretende sustituir la fuerza de
la oración por la fuerza de la prohibición.
•
Además, según el texto original, las palabras de Juan eran todavía más
tajantes: “Se lo hemos prohibido, porque
no nos sigue a nosotros”. El discípulo de Jesús sabe que ha sido llamado a
seguir fielmente a su Maestro. Pero hay discípulos que se empeñan en que los
demás los sigan precisamente a ellos.
LA
ARROGANCIA
La respuesta de Jesús a los celos de su
discípulo no se limita a la corrección, sino que propone un ideal y un estilo
nuevo para la comunidad.
•
“No se lo impidáis”. Una advertencia importante para todos los seguidores del
Señor. Una advertencia que puede aplicarse a los diversos ministerios que
sirven al Evangelio y a todos los que en este tiempo tratan de salvar a la
persona y a la familia.
•
“Uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí”. El nombre
del Señor resume su misión de amor. Esa es la clave de la autenticidad de lo
que proyectamos y lo que hacemos. Y también de lo que hacen los que no parecen
conocer al Señor.
•
“El que no está contra nosotros está a favor nuestro”. El Señor no ignora que
la Iglesia suscitará enemistades y posturas “en contra”. Pero eso no permite a
sus seguidores que se fabriquen enemigos por su cuenta.
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