“¡Ahora
reconozco que eres un hombre de Dios y que la palabra del Señor en tu boca es
verdad!”. Con esta palabra se dirige una pobre viuda al profeta Elías. Ella le
había ofrecido hospitalidad y él devuelve la vida al hijo de aquella extranjera
de las tierras de Sarepta (1 Re 17.24).
•
El relato es muy interesante por varios conceptos. En primer lugar nos dice que
la voz de Dios es eficaz en todas partes, que él se muestra misericordioso
también con los paganos y que el gran signo de Dios es la promoción y la
defensa de la vida humana.
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Por otra parte, la viuda de Sarepta tiene una concepción equivocada de Dios y
su justicia, puesto que atribuye la muerte de su hijo a sus propios pecados.
Pero el profeta no trata de adoctrinarla con discursos o lecciones. Son los
gestos de misericordia los que mueven el corazón a confesar la fe.
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Finalmente, esta mujer pagana no está atada a los estereotipos habituales.
Tiene la grandeza de ánimo suficiente para reconocer en su huésped a un
profeta. Y en el profeta acepta al Dios del profeta. En medio de un mundo de
paganos se nos sugiere que ella no se avergüenza de su fe.
EL
DUELO Y LA MISERICORDIA
En
la segunda lectura de la misa de este domingo 10º del tiempo ordinario, Pablo
da cuenta de su propia mision a los cristianos de Galacia. Es una misión que no
nace de su voluntad, sino de la gracia de Dios, que le envía a anunciar el
Evangelio. Un Evangelio que no es aprendido de los hombres, sino revelado por
Jesucristo (Gal 1, 11-19).
• En el evangelio de hoy, Jesús se nos
muestra lleno de compasión y de misericordia hacia una mujer viuda que ha
perdido a su hijo (Lc 7, 11-17). Comenta Juan de Maldonado que “no hemos de
esperar a que los pobres y afligidos nos pidan ayuda a voces”.
•
Jesús se limita a decirle a la mujer “No llores”. El mismo Maldonado comenta
que otras muchas personas le habrían dirigido palabras semejantes. Pero Jesús
“le deja entrever de alguna manera la esperanza de que su hijo resucitaría”.
•
Jesús tocó el féretro, con lo cual quedaba legalmente impuro según declaraba la
Ley (Lev 21,1). Pero para él es más importante el ejercicio de la misericordia
que la preservación de la pureza legal. Él es el Señor de la ley porque es el
Señor del amor.
LA PALABRA DE VIDA
Jesús
devuelve la vida al joven muerto en el pueblecito de Naim. Pero no se la devuelve por el simple tacto
del féretro, que solo tiene por finalidad detener el cortejo, sino por la
palabra de vida que sale de sus labios.
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“Joven, a tí te lo digo, levántate”. Jesús invita a nuestros jóvenes a
levantarse para vivir una fe valiente y
gozosa, aun a contracorriente de las opiniones e imposiciones.
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“Joven, a tí te lo digo, levántate”. Jesús invita a hombres y mujeres,
creyentes o no, a levantarse para vivir una esperanza generosa y activa,
buscando la fraternidad y la justicia.
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“Joven, a tí te lo digo, levántate”. Jesús nos invita a todos, especialmente a
los cristianos, a levantarnos para vivir en el amor y para dar testimonio de la
misericordia.
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