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Llamada y seguimiento Lc 9, 51-62 (TOC13-16)

“Déjame decir adiós a mis padres; luego vuelvo y te sigo.”  Con esas palabras responde Eliseo a la llamada que le dirige el profeta Elías. Efectivamente, Elías le concede ese permiso, Eliseo ofrece un convite a su gente y vuelve para seguir al maestro que lo ha llamado. Así se nos cuenta en el texto que se lee en la primera lectura de este domingo (1 Re 19,16b.19-21).
El profeta Elías había sido llamado por Dios para defender la fe de su pueblo. Una fe que se veía amenazada por el culto a Baal, que había introducido la reina Jezabel. Después de un tiempo pasado en el silencio, a orillas del torrente, aquel profeta, tan austero como celoso, había cumplido con fidelidad la misión que le había sido encomendada.
Pero ahora llegaba la hora de su partida. Y el Señor que lo había llamado, le ordenaba que ungiera a Eliseo como profeta y sucesor suyo. El mensaje había de sobrevivir al mensajero. Si Elías había defendido la majestad de Dios, Eliseo había de manifestar su misericordia. Ambos profetas obedecían al impulso del Espíritu de Dios. 

ACOGIDA Y SEGUIMIENTO

Al Espíritu se refiere también san Pablo cuando exhorta a los Gálatas a no dejarse guiar por los deseos y los instintos inmediatos: “Andad según el Espíritu y no realicéis los deseos de la carne; pues la carne desea contra el espíritu y el espíritu contra la carne… Si os guía el Espíritu, no estáis bajo el dominio de la ley” (Gál 5,13-18).  
El instinto de la ira domina aún en Santiago y Juan. Desearían castigar a las gentes de aquel poblado de Samaría que se negó a acoger a Jesús y a sus discípulos cuando se dirigían a Jerusalén. Las diferencias culturales y religiosas, los recelos y  los prejuicios no permitían  a los unos la hospitalidad mientras que sugerían a los otros el desquite (Lc 9,51-62).
Pero el evangelio de hoy no se refiere solamente a estos dos discípulos que todavía no han asimilado el espíritu de su Maestro. El texto presenta a otros tres que podrían haber seguido el camino del discipulado. Al primero, Jesús le revela su propia pobreza. No tiene donde reclinar la cabeza. Al segundo le recuerda la primacía del anuncio del reino de Dios.

SEGUIMIENTO Y GENEROSIDAD

 El relato  evangélico que hoy se proclama trata de presentar algunas formas de vocación que debieron de repetirse una y otra vez en las primitivas comunidades cristianas. De hecho, se concluye con el diálogo entre un tercer candidato y el mismo Jesús:
• “Te seguiré Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia”. Con esta frase el texto evangélico nos recuerda el gesto filial de Eliseo. En la comunidad de Israel era muy importante el respeto a los padres y la vinculación con la familia de origen. Este candidato quiere seguir a Jesús, pero no quiere ignorar  a su gente.

• “El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios”. La respuesta de Jesús se diferencia de la respuesta del profeta Elías. Jesús no condena las atenciones de una persona a su familia. Pero ayuda al candidato a comprender la radicalidad de la vocación al seguimiento del Mesías.

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