“Déjame
decir adiós a mis padres; luego vuelvo y te sigo.” Con esas palabras responde Eliseo a la
llamada que le dirige el profeta Elías. Efectivamente, Elías le concede ese
permiso, Eliseo ofrece un convite a su gente y vuelve para seguir al maestro
que lo ha llamado. Así se nos cuenta en el texto que se lee en la primera
lectura de este domingo (1 Re 19,16b.19-21).
El
profeta Elías había sido llamado por Dios para defender la fe de su pueblo. Una
fe que se veía amenazada por el culto a Baal, que había introducido la reina
Jezabel. Después de un tiempo pasado en el silencio, a orillas del torrente,
aquel profeta, tan austero como celoso, había cumplido con fidelidad la misión
que le había sido encomendada.
Pero
ahora llegaba la hora de su partida. Y el Señor que lo había llamado, le
ordenaba que ungiera a Eliseo como profeta y sucesor suyo. El mensaje había de
sobrevivir al mensajero. Si Elías había defendido la majestad de Dios, Eliseo
había de manifestar su misericordia. Ambos profetas obedecían al impulso del
Espíritu de Dios.
ACOGIDA Y SEGUIMIENTO
Al
Espíritu se refiere también san Pablo cuando exhorta a los Gálatas a no dejarse
guiar por los deseos y los instintos inmediatos: “Andad según el Espíritu y no
realicéis los deseos de la carne; pues la carne desea contra el espíritu y el
espíritu contra la carne… Si os guía el Espíritu, no estáis bajo el dominio de
la ley” (Gál 5,13-18).
El
instinto de la ira domina aún en Santiago y Juan. Desearían castigar a las
gentes de aquel poblado de Samaría que se negó a acoger a Jesús y a sus
discípulos cuando se dirigían a Jerusalén. Las diferencias culturales y
religiosas, los recelos y los prejuicios
no permitían a los unos la hospitalidad
mientras que sugerían a los otros el desquite (Lc 9,51-62).
Pero
el evangelio de hoy no se refiere solamente a estos dos discípulos que todavía
no han asimilado el espíritu de su Maestro. El texto presenta a otros tres que
podrían haber seguido el camino del discipulado. Al primero, Jesús le revela su
propia pobreza. No tiene donde reclinar la cabeza. Al segundo le recuerda la
primacía del anuncio del reino de Dios.
SEGUIMIENTO Y GENEROSIDAD
El relato
evangélico que hoy se proclama trata de presentar algunas formas de
vocación que debieron de repetirse una y otra vez en las primitivas comunidades
cristianas. De hecho, se concluye con el diálogo entre un tercer candidato y el
mismo Jesús:
•
“Te seguiré Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia”. Con esta
frase el texto evangélico nos recuerda el gesto filial de Eliseo. En la
comunidad de Israel era muy importante el respeto a los padres y la vinculación
con la familia de origen. Este candidato quiere seguir a Jesús, pero no quiere
ignorar a su gente.
•
“El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de
Dios”. La respuesta de Jesús se diferencia de la respuesta del profeta Elías.
Jesús no condena las atenciones de una persona a su familia. Pero ayuda al
candidato a comprender la radicalidad de la vocación al seguimiento del Mesías.
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