“Buscad
al Señor, vosotros, todos los humildes de la tierra, los que ponéis en práctica
sus decretos” (Sof 2,3). Así comienza el texto del profeta Sofonías que se
proclama en este domingo 4º del Tiempo Ordinario.
Buscar
al Señor equivale a buscar la justicia y la humildad. A esa búsqueda del ser
humano responde un oráculo del Señor: “Yo dejaré en medio de ti a un pueblo
pobre y humilde, que se refugiará en el nombre del Señor” (Sof 3,12).
Seguramente tanto la búsqueda humana como la
respuesta divina resultarán extrañas y hasta escandalosas en un mundo que se
cree autosuficiente. Esta es una sociedad en la que parecen triunfar los que
confían en sí mismos, los que buscan un triunfo fácil y una situación de
privilegio. La pobreza no puede presentarse como un ideal de vida.
Pero
el salmo 145 nos asegura que Dios “hace justicia a los oprimidos y da pan a los
hambrientos”. También san Pablo recuerda a los cristianos de Corinto que Dios
no eligió entre ellos a los sabios y poderosos, sino a los más débiles y
despreciados (1Cor 1,26-31).
EL ESCÁNDALO
Si
estos textos resultan escandalosos para la mentalidad contemporánea, mucho más
lo será el pregón de las bienaventuranzas con el que el evangelio de Mateo abre
el llamado Sermón de la Montaña (Mt 5, 1-12)
•
El anuncio de las bienaventuranzas evangélicas es provocador. No deja
indiferente al cristiano de nuestro tiempo. Estas palabras nos hacen presente
el proyecto de Dios sobre el ser humano. Nos revelan su voluntad amorosa sobre
cada uno de nosotros.
•
Las bienaventuranzas son un don de Dios para que podamos dirigir a Él nuestros
pasos. Si son difíciles para quienes viven de la fe cristiana, resultarán
extrañas a una sociedad que vive en la superficialidad y parece haber perdido
el gusto por las cosas de Dios y del espíritu.
Pero
estas palabras de Jesús no encierran solo un ideal para los cristianos. Revelan
también a toda persona, creyente o no creyente, la más honda verdad del
ser humano y los valores en los que ha
de basarse una sociedad que quiera ser humana y humanizadora.
LOS VALORES
La
admiración de Jesús hacia los pobres, los humildes y los marginados convierte a
las bienaventuranzas en el código fundamental de la ética cristiana.
•
En este mensaje se nos revela lo que somos y lo que en verdad queremos ser. En
él se nos muestra el camino de la felicidad. De la felicidad terrena e
intrahistórica. Y, sobre todo, de la felicidad eterna que nos ha sido
prometida.
•
El texto de las bienaventuranzas evangélicas es una profecía. Incluye el
mensaje de un anuncio y de una denuncia. Un anuncio de los valores que
realmente conducen al ser humano a la felicidad y resumen los ideales de la
convivencia social.
•
Y una denuncia de los antivalores que ponen en peligro la armonía de la persona
y la paz de toda la sociedad. Por eso, las bienaventuranzas exigen de nosotros
una renuncia. Sin la renuncia personal, el anuncio no es creíble y la denuncia
no es respetuosa.
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