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Misión universal Jn 1,29-34 (TOA2-17)

“Te hago luz de la naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra”. Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, en quien me complazco”. Estas palabras se encuentran en el segundo de los cantos del Siervo del Señor (Is 49,6). El elegido es también el enviado.
Pero no es enviado por Dios solamente para reunir a su pueblo, sino para iluminar a todas las naciones. La suya es una misión con dimensiones de universalidad.
A esa misión se muestra dispuesto y obediente el elegido, según lo canta el salmo 39: “Aquí estoy, para hacer tu voluntad. Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas”.
También San Pablo se presenta como un llamado por Dios a ser apóstol. Y también él es consciente de que su misión se extiende a todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo (1Cor 1,1-3).

LA IGNORANCIA DEL MUNDO
De nuevo se nos presenta en el evangelio de este domingo la figura de Juan el Bautista. Al ver a Jesús que viene hacia él, exclama: “Este es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1,29). Esas palabras han sido incorporadas en la liturgia romana para invitarnos a participar en la comunión eucarística.
• No se puede olvidar que este mundo nuestro vive con frecuencia ignorando a Dios y despreciando su voluntad. Ahora bien, afirmar la presencia del pecado en el mundo no puede convertirnos en profetas de calamidades o de condenación. Creemos y sabemos que el pecado ha sido vencido  por Jesús.
• Juan Bautista nos presenta a Jesús como el Cordero del mundo. El Pastor-Cordero nos conoce y nos guía, nos alimenta y nos defiende. Y finalmente se entrega por nosotros. Como el cordero de la pascua judía, Jesucristo se entrega en expiación por el pecado del mundo. Y por nuestro pecado. Sería de necios ignorar también esa entrega. 

LA IGNORANCIA DE JUAN
Pues bien, es interesante ver como en la confesión de Juan el Bautista se contraponen la ignorancia del profeta y la revelación que lo ilumina:
• “Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar…” Juan comprende que el bautismo que él administra es tan solo su humilde contribución para que Jesús se manifieste a Israel.
• “He contemplado al Espíritu… que se posó sobre él”. La ignorancia del profeta encuentra ayuda en la contemplación del Espíritu que guía a Jesús. 
• “Yo no lo conocía, pero el que me envió me dijo…” Juan no conoce a Jesús pero se sabe elegido y enviado por Dios para presentar a Jesús ante el pueblo.

• “Yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios”.  La ignorancia ha dejado paso a la contemplación y esta exige el testimonio. Ese es también nuestro camino.

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