“Venid a comer mi pan y a beber mi vino que he mezclado” Esas palabras parecen apropiadas para la publicidad de una posada medieval. El mesonero ofrece a los caminantes su pan y su vino.
En la celebración de este domingo, el mesonero es otro la Sabiduría de Dios personificada. El texto del libro de los Proverbios (Pr 9, 1-6), que hoy se lee, a la invitacion primera añade una exhortacion que explica por que se invita al caminante: “Dejad la inexperiencia y viviréis; seguid el camino de la prudencia”.
En la Biblia, la sabiduría no es simple erudición. Es el discernimiento que ayuda a jerarquizar los valores. Es la sintonía con el proyecto de Dios. Es la Sabiduría divina quien nos alimenta y reconforta. Solo ella marca el camino verdadero y orienta y guía a los caminantes. Sin el pan y el vino de la Sabiduría podemos extraviarnos y perecer agotados.
LA VIDA ETERNA
Tras la multiplicación y reparto de los panes y los peces, Jesús pronuncia un denso discurso en la sinagoga de Cafarnaúm. En él, Jesús se compara con el maná que alimentó a los hebreos en el desierto. Y se presenta a sí mismo como el pan bajado del cielo para dar la vida a los hombres.
En el texto que hoy se proclama (Jn 6, 51-58) Jesús identifica su pan con su propia carne y sangre: “Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida”. Ademas, Jesús explica su pensamiento con dos frases complementarias.
• “Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros”. Esta expresión negativa nos advierte del riesgo de vivir junto a la fuente y morir de sed. En la totalidad reflejada por el cuerpo y la sangre, Jesús se nos entrega como el alimento imprescindible, que no puede ser despreciado.
• “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré en el último día”. Esta expresión afirmativa nos propone el gran don de una vida que supera los límites del tiempo y de la muerte. Jesús es la resurrección y la vida para todo el que se alimenta de su mensaje.
LA INTIMIDAD
Por fin añade el Maestro: “El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él”. La oferta de la vida se completa ahora con la oferta de la intimidad.
• “El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él”. Nos pasamos la vida cambiando de vivienda, y no sólo en el sentido material de la casa. Buscando un lugar espiritual en el que echar raíces. Un espacio que pueda ser nuestra morada. Un corazón en el que descansar. Eso y más es Jesús para el que se alimenta de su vida.
• “El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él”. Jesús dijo una vez que no tenía donde reclinar su cabeza. En el Apocalipsis se dice que Él está a la puerta y llama para compartir nuestra mesa. Quien se alimenta de su cuerpo y de su sangre le ofrece, casa y descanso. Y comparte su intimidad.
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