“Te juro por el Señor tu Dios que no tengo ni pan; me queda solo un puñado de harina en la olla y un poco de aceite en la alcuza. Ya ves que estaba recogiendo un poco de leña. Voy a hacer un pan para mí y para mi hijo; nos lo comeremos y luego moriremos” (1 Re 17,12). Así responde la viuda de Sarepta al profeta Elías que le pide algo de comer.
Para empezar, nos asombra descubrir que el enviado por Dios a tierra de paganos no inicia el diálogo mostrando su superioridad moral, sino pidiendo ayuda a una pobre viuda. Evidentemente, la misión profética no puede confundirse con la publicidad ni con el proselitismo. Los pobres son una mediación de salvación y de esperanza.
Por otra parte, al acoger a Elías, la viuda de Sarepta es una imagen de la fe. Vive en una región pagana, pero reconoce al profeta como un enviado del único Dios. Por su hospitalidad es un modelo de humanidad. Parece que su generosidad la llevará a la muerte, pero su obediencia al profeta le asegura la vida y la protección del Señor.
UN VERDADERO PROFETA
Tras llegar a Jerusalén, Jesús actúa como un maestro y enseña en los atrios del templo. De hecho, advierte a sus oyentes sobre los defectos de los escribas. Los estudiosos de la Ley del Señor, solo están interesados en aparentar y sobresalir. No sirven a Dios, sino que se sirven de Dios. Se distinguen por su soberbia, su avidez y su hipocresía (Mc 12,38-44).
Pero el verdadero profeta no solo denuncia el mal que descubre a su alrededor, sino que anuncia el bien, la verdad y la belleza. Jesús observa con atención la realidad. Sentado frente a las arcas de las ofrendas que se entregan al templo, escucha las declaraciones de los ricos, que depositan grandes cantidades de dinero.
Pero observa también a una pobre viuda que entrega dos monedas insignificantes. En razón de su pobreza, podría haberse quedado con una de ellas. Pero, como ha anotado el papa Francisco, la viuda “no quiere ir a la mitad con Dios: se priva de todo”.
Tanto la viuda de Sarepta como la pobre viuda de Jerusalén nos dan un valioso ejemplo de confianza en Dios.
EL VALOR DE LA ENTREGA
En la viuda del templo podemos ver el icono de la Iglesia. A ella han de aplicarse las palabras de Jesús: “Esta que pasa necesidad ha echado todo lo que tenía para vivir”.
• “Esta que pasa necesidad”. Tanto los medios de comunicación como la opinión pública comentan con frecuencia los fabulosos bienes que atribuyen a la Iglesia. Pero la pobreza forma parte de la vocación y la misión de la Iglesia. De hecho, al tullido que pedía limosna a la puerta del templo de Jerusalén, Pedro le dijo: “No tengo plata ni oro; pero lo que tengo te doy: en nombre de Jesucristo Nazareno, ponte a andar” (Hech 3,6).
• “Ha echado todo lo que tenía para vivir”. A veces se piensa que para la evangelización se necesita mucho dinero y extraordinarios medios de difusión. Pero, como la viudad del evangelio, la Iglesia sabe que está llamada a entregar todo lo que tiene para vivir. Creemos que el humilde óbolo de la viuda es observado por el Señor. Bien sabemos que el gesto más humilde de un verdadero creyente es semilla de evangelio.
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