“¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que habito en medio de un pueblo de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey y Señor de los Ejércitos!” (Is 6,5). Ese lamento de Isaías responde a sus sentimientos más profundos. En el templo ha tenido la experiencia de ver la gloria de Dios.
Ante la grandeza del Dios santo, Isaías descubre su propia pequeñez. Confiesa que es un hombre de labios impuros, que comparte la situación de impureza que caracteriza a su pueblo. Sin embargo, a pesar de ese sentimiento de in-dignidad que lo embarga, Dios lo purifica, lo elige y lo envía como profeta a anunciar la salvación a las gentes.
El salmo responsorial refleja la humildad y la gratitud de quien ha tenido la experiencia de la cercanía y de la compasión de Dios: “Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos” (Sal 137,8). Esa compasión divina es la que da fuerzas a san Pablo: “Por la gracia de Dios soy lo que soy y su gracia no se ha frustrado en mí” (1 Cor 15,10).
UNA PESCA INSOSPECHABLE
Isaías percibió la revelación de Dios que tuvo en el templo. A Simón Pedro se le revela la divinidad de Jesús en la barca en la que sale a pescar al lago de Galilea. Aquí no hay serafines que proclamen la gloria de Dios, sino una gran redada de peces. Y no ve al Dios de los astros del cielo, sino a Jesús de Nazaret. Sin embargo, las palabras de Pedro reflejan la hondura de su experiencia (Lc 5, 1-11):
• “Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos pescado nada; pero, por tu palabra, echaré las redes”. El discípulo tal vez se considera un experto pescador. Sin embargo, tiene que admitir el fracaso de una fatigosa noche de pesca. Al mismo tiempo, manifiesta la confianza que pone en las palabras de un maestro que le ha llamado a la orilla del lago.
• “Apártate de mí, Señor, que soy un pecador”. La confianza en Jesús ha dado un fruto insospechable. Ante la enorme captura de peces, Simón cambia el título con el que se dirige a Jesús. El Maestro es reconocido ahora como Señor. Frente al poder de Jesús, Simón descubre su distancia y su in-dignidad. A pesar de ello, también él será enviado.
UN FUTURO INESPERADO
A pesar de la indignidad de Isaías, el Dios Santo lo elige como su profeta. Y a pesar de la conciencia de pecado de Simón Pedro, Jesús lo elige como su apóstol. En ambos casos, a la llamada gratuita corresponde la generosa disponibilidad del llamado. Merece la pena recordar las dos frases que el Maestro dirige a Simón:
• “Rema mar adentro y echad las redes para pescar”. Como se puede ver, Jesús requiere la colaboración del amigo pescador, suscita en él un dinamismo nuevo e interpela al mismo tiempo sus capacidades y su confianza. El resultado responde más a la iniciativa de Jesús que a la pericia de Simón y de sus compañeros en el oficio de pescadores.
• “No temas: desde ahora serás pescador de hombres”. Además, Jesús sabe bien que el asombro ante el misterio puede provocar el temor, pero tranquiliza al amigo. Lo que ha hecho hasta el presente se convierte en signo profético para su misión en el futuro. Jesús conoce la historia y las aptitudes del amigo. Las valora y les confiere un nuevo destino.
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