Sergio Calleja, profesor de profesor de ética, filosofía, latín, religión y literatura en el colegio marista de Segovia, nos regala esta perla de artículo que nos sirve de reflexión para este inicio de curso (si queréis saber más, administra el blog "callejeando con Calleja" al que podéis acceder desde este ENLACE):
Es curioso que las tres asignaturas más importantes lo son para toda la vida…
Porque vivimos en un cuerpo, porque somos cuerpo y gracias al cuerpo me relaciono y entro en contacto con los demás es evidente que una asignatura fundamental en los planes de estudios es la educación física. No hablo de la “gimnasia”, hablo de una asignatura que educa a los alumnos en la importantísima tarea del respeto y cuidado de su cuerpo y todo lo que se deriva de este cuidado (aquí nos jugamos la dignidad) y que persigue, entre otros, objetivos tan fundamentales como son: fomentar hábitos de vida saludable, apreciar la actividad física para el bienestar, educar en el gusto por el deporte y evitar la competitividad y “obsesiones deportivas” , aprender a superarse, el gusto por jugar en equipo…
Cada vez más, irrumpen con fuerza los estudios en neurología que afirman que la educación física aumenta las habilidades cognitivas en los seres humanos.
No soy yo experto en la materia, desgraciadamente yo nunca tuve clase de educación física sino de “gimnasia”, desde pequeño me dijeron que el deporte no era lo mío por lo que en esta asignatura poco podía brillar. Así fue, en gimnasia no aprendí nada porque jugaba desmotivado y torpemente a los deportes pertinentes de cada trimestre y corría, corría mucho eso sí (el test de cooper se me quedó clavado en el alma). Nunca más volví a correr.
Se hace necesario recuperar la dignidad y seriedad de la educación física porque en el cuidado del cuerpo nos la jugamos. Creo firmemente que el deporte, bien entendido, tiene el poder de cambiar el mundo.
Es curioso que todavía siga siendo una asignatura marginal en los planes de estudios y sin embargo trabaje todas las competencias que la ley marca y que tan importantes considera.
Ahora bien, el ser humano no es sólo cuerpo ni pura exterioridad también es interioridad. Somos alma, mente, somos seres necesitados de sentido y abiertos a la trascendencia. Desde que el hombre es hombre se ha preguntado por el sentido del mundo que le rodea y el sentido de su propia existencia. Todo ser humano experimenta la finitud del cuerpo, el dolor, el límite y sentimos entonces que estamos arrojados a la existencia (Geworfenheit). Aunque pertenecemos a este mundo y a esta realidad, sus interrogantes, su búsqueda de sentido hace que sienta que no sólo es un ser espacio-temporal. Caemos en la cuenta por nosotros mismos de que no somos simple materia. La escuela no puede desatender esta dimensión en la educación de los niños, adolescentes y jóvenes. Aquí también nos la jugamos.
Tenemos la seria responsabilidad de ayudar a nuestros alumnos a plantearse el sentido de su vida, ayudarles a escuchar su interior, a gestionar sus emociones. Se trabaja este aspecto desde la asignatura de religión, entendida la asignatura de este modo y no como la mera transmisión de una doctrina; la religión bien entendida se enseña desde la libertad para que cada uno crea en lo que quiera creer. No olvidemos que la ERE (enseñanza religiosa escolar) no es una catequesis. También se hace (hacía) desde la ética (asignatura desaparecida).
En muchos colegios se están llevando a cabo con éxito varias iniciativas que tratan de educar en esta dimensión: técnicas de relajación, mindfulness, talleres de educación emocional, yoga, ejercicios de respiración y consciencia… toda iniciativa es buena porque educa en la interioridad del alumno, pero es urgente dar a esta dimensión el peso y rigor de una asignatura para no quedarnos sólo en actividades aisladas.
Y porque somos humanos, maravillosamente humanos, tenemos el don de exteriorizar con nuestro cuerpo nuestra interioridad. El ser humano es capaz de materializar la inmaterialidad y esto hay que enseñarlo. Lo hacemos con el arte (no aprendiendo historia del arte, sino creando arte), con la pintura, con la escultura, con la música, con el teatro. Muchas de estas asignaturas no están ni contempladas en las leyes educativas y cuando lo están se encuentran de forma marginal y mal tratadas. Es, en definitiva, educar en la belleza. Es el poder de la creatividad humana, capaz de atrapar y encarnar nuestro interior. Me preocupa mucho cuando en las escuelas matamos la curiosidad y la creatividad del niño y adolescente (de la misma forma que a mí me dijeron que la gimnasia no era lo mío a otros muchos les dijeron que dibujar o cantar no era lo suyo). Tenemos el deber de educar en la belleza.
Si como educadores conseguimos educar a nuestros alumnos en el cuidado de su cuerpo, en la búsqueda del sentido de su vida y les damos herramientas para que puedan expresar de forma bella con su cuerpo todo lo que en su interior viven, la biología, las matemáticas, la física y las demás asignaturas importantísimas llegarán, seguro que llegarán.
Es llamativo que las tres asignaturas más importantes hayan sido tradicionalmente “las tres marías”. Más llamativo es aún, que las tres asignaturas más importantes no necesiten de libros.
(Nota: me he permitido algunos destacados en negrita o subrayados)
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