“¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que habito en medio de gente de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey y Señor de los Ejércitos”. Son impresionantes estas palabras con las que Isaías describe su experiencia de Dios (Is 6,5).
La visión de la gloria de Dios ha llevado al profeta a descubrir su condición de pecador. Ahora bien, el fuego divino purifica la miseria humana. Así que, una vez purificado, Isaías ya puede ofrecerse para ser testigo de esa gloria de Dios y para actuar como mensajero de su palabra ante las gentes.
También nosotros hemos sido enviados a una misión semejante. Por eso, hoy podemos repetir con el salmo responsorial: “Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor” (Sal 137).
Con todo, es evidente que necesitamos mantenernos en la palabra de Dios que nos ha sido anunciada y proclamar ante el mundo la presencia del Señor Resucitado (1 Cor 15,1-11).
DISTANCIA ANTE EL SANTO
En el evangelio se nos presenta una escena semejante. Ante una pesca más copiosa de la que suele conseguir un pescador como él, Pedro se postra a los pies de Jesús (Lc 5,8). Isaías había percibido la gloria de Dios en el templo. Ahora la gloria de Dios se manifiesta al hombre en su trabajo. Pedro puede deducir que Jesús es el nuevo templo de Dios.
Ambos relatos coinciden en otro punto muy interesante. En nuestra sociedad se piensa que las religiones procuran suscitar en sus fieles el sentido de la culpa para ofrecerles después el remedio del perdón. No es verdad. Tal vez ocurra algo de en con la propaganda política y en la publicidad comercial que crea deseos para vender los productos.
Pero el camino de Isaías y de Pedro es exactamente el contrario. Su experiencia personal no va de la culpa a la gracia, sino de la gloria divina al descubrimiento de la verdad humana. No va de la angustia a la súplica. Va del esplendor de la misericordia de Dios a la confesión de la propia miseria. Tanto Isaías como Pedro descubren que el pecado es siempre una “falta” o una “in-dignidad”, es decir, la distancia ante el Santo.
COLABORACIÓN CON EL MAESTRO
En el texto evangélico que hoy se proclama asistimos a un interesante diálogo entre Jesús y Pedro. En él se contienen al menos cuatro enseñanzas que también en este tiempo pueden orientar nuestras actitudes.
• “Rema mar adentro”. Jesús es el Señor. Él es quien toma la iniciativa. Pero quiere contar con la colaboración de Simón Pedro para llevar adelante su misión.
• “Por tu palabra echaré las redes”. Siguiendo la respuesta de Pedro, todo creyente ha de reconocer su evidente fracaso. Pero habrá de confiar en la palabra de su Maestro.
• “Apártate de mí, Señor que soy un pecador”. El discípulo no puede caer en la arrogancia. Descubrir la presencia del Señor solo puede suscitar su humildad.
• “No temas: desde hoy serás pescador de hombres”. La generosidad del Señor ofrece apoyo a la debilidad del discípulo, al tiempo que transforma su capacidad.
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