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Hacerse el prójimo Lc 10,25-37 (TOC15-22)

“Escucha la voz del señor tu Dios, guardando sus preceptos y mandatos” (Dt 30,10). Estas palabras que se ponen en la boca de Moisés subrayan el valor de los mandamientos. En ellos se reflejan los grandes valores de la humanidad: adorar a Dios, honrar a los padres, defender la vida humana, promover una limpieza integral, luchar por la justicia y mantenerse fieles a la verdad.  

En el salmo responsorial se proclama que la voluntad de Dios es una guía segura para el hombre. El creyente no puede olvidar que “los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos” (Sal 18,9).

La fe cristiana confiesa que en Cristo, principio y prototipo del ser humano, Dios ha querido reconciliar consigo todos los seres. Jesús ha hecho la paz por la sangre vertida en la cruz (Col 1,15-20).

 DOS MANDAMIENTOS

 En el evangelio de este domingo reaparece la afirmación del valor de los mandamientos (Lc 10,25-37). Un letrado pregunta a Jesús qué ha de hacer para heredar la vida eterna. El texto dice expresamente que pretendía poner a prueba a Jesús. Pero la pregunta es válida para todos los tiempos.

En nuestro tiempo esa pregunta puede parecer ociosa. Hoy la preocupación por la vida temporal lleva a las personas a ignorar la vida eterna. Además, el conocimiento técnico parece quitar importancia al quehacer moral. En esta época de relativismo se piensa con frecuencia que la definición del bien y del mal depende de la decisión de la persona. 

El Evangelio nos dice que Jesús devolvió la pregunta al letrado, puesto que él debía conocer lo que estaba escrito en la Ley. Efectivamente el letrado había ya descubierto la importancia de los dos mandamientos principales: el amor incondicional a Dios y el amor desinteresado al prójimo. Jesús dio por válida la respuesta.

 HERMANOS DE TODOS

Pero en ese momento el letrado dirigió a Jesús una segunda pregunta: “Pero quién es mi prójimo?” En su ambiente muchos se preguntaban quién es el prójimo al que hay que amar. Jesús respondió con la parábola del buen samaritano. Según Jesús la pregunta teórica por el próximo ha de convertirse en la decisión práctica de hacerse prójimo del que sufre.

• El papa san Juan Pablo II subrayó en su día los tres pasos que nos enseña el buen samaritano.  Detenerse a descubrir el dolor ajeno,  conmoverse hasta hacer nuestro ese dolor y prestar al necesitado y despojado una ayuda afectiva y efectiva.

• El papa Francisco señala que esa decisión de hacernos prójimos de las personas que sufren ha de suscitar en la sociedad instituciones y estructuras que puedan contribuir a la humanización el servicio.

• En realidad, más que hacernos prójimos hemos de sentirnos hermanos de todos los que son marginados o injustamente despojados de sus bienes y de su dignidad.

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